Los sinpas de la nueva castuza
El ‘Plan B’ de Varoufakis —nombre de su nuevo partido— llegó, vio y no pagó en Madrid. El ex ministro de Finanzas griego, que salió corriendo de su país incapaz de hacer frente a la crisis galopante de la sociedad helena, vino a la capital de España a repartir lecciones morales y, como suele pasar, hizo lo contrario de lo que predica. El azote de la austeridad ocupó durante dos días el centro cultural Matadero Madrid y no pagó uno solo euro. No obstante, la culpa no es suya, ya que ante el vicio de pedir debería imperar la virtud de no dar.
La responsabilidad recae sobre la alcaldesa Manuela Carmena y su concejal de Cultura, Celia Mayer, que habrían consentido que Varoufakis se sirviera de un lugar que pertenece a todos los madrileños para un acto privado en el que, además, se escucharon frases belicistas como «hay que organizar de nuevo unas Brigadas Internacionales». Resulta realmente lamentable hasta qué punto llega la hipocresía de la nueva castuza, capaces de ceder el patrimonio colectivo con tal de contentar a sus afines ideológicos.
Si se trata de organizar la festividad de Navidad o Semana Santa, la respuesta es el esperpento o el «no sé, no contesto». Si, por el contrario, hay que enchufar a los partidarios, el Ayuntamiento se convierte en una agencia privada para cumplir los caprichos que hagan falta. La empresa pública Madrid Destino debe dar explicaciones lo antes posible para evitar que este nuevo caso se convierta en otro escándalo más dentro de la abundante lista que Ahora Madrid colecciona sin solución de continuidad.
La cesión de los 4.750 metros cuadrados de Matadero Madrid es, además de una manera de fomentar el doping político, un insulto para los madrileños ya que se donó un espacio público para fines privados sin obtener nada a cambio. Más allá de los gastos propios de un evento de este tipo, de por sí ingentes, resulta más lacerante aún la falta de coherencia de estos falsos mesías de la nueva política que defraudan una y otra vez al enfrentar la teoría de sus palabras a la realidad de los actos. Otro problema y, de nuevo, Celia Mayer en primera línea de escena. Tendrá que explicar si el oráculo antisistema del acaudalado Varoufakis se sostuvo con una bula de la que no dispondría ningún madrileño.