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Hoy traigo, como los Reyes Magos, para las víctimas endémicas y para las profesionales; para las que viven de su victimismo y parece ser lo único que les confiere identidad; y en general, para todas las persones que se dicen víctimas antes de levantarse y abrir los ojos hacia este mundo cargado de belleza, intensidad, narcisismo, estupidez, tribulaciones y padecimientos.

Soy mujer, feminista, demócrata y cristiana, y por ello me parece indispensable la defensa  y la protección económica, intelectual y social de los desfavorecidos, de los más débiles y, por qué no, de los menos afortunados. ¡Dios sabe que la vida es muy injusta!

¿Y qué persona sana mental, bien constituida intelectual, afectivamente y más o menos formada no lo es? La causa de la discriminación, del abuso del pez gordo y de los feminicidios está fuera de toda controversia y nos incluye a todos, hombres, mujeres, y a los que no se sienten ni hombres ni mujeres, en su convocatoria; es un asunto de sensibilidad humana, de compasión y de sentido común, sí.

Sin embargo, prefiero que mi marido me rompa una silla en la cabeza antes que tragarme la soflama trasnochada y rabiosa de algunes, o la filípica cursi, cortoplacista, buenista y obtusa de otres.

Que sí… que el colectivo LGTIB+, como la mujer, se enfrenta todavía (sobre todo fuera de Europa) a muchas dificultades, están ustedes en lo cierto. Lo que quizá se les escapa entre manifa y arenga, entre cartelito y pintada, entre discurso y perorata es que las mujeres y los gays, y los trans… sufrimos, como todos, porque aquí todos sufrimos, amigues, la vida es dura (excepto para mis perros); grábenselo en el córtex: hasta los hijos malcriados del primer mundo sufren y desdramatizar es la clave, la madurez, el ¡bingo!

Se toman, querides, demasiado en serio, me temo, son desagradecides, y lo que es peor, desconocen y ningunean los graves problemas que realmente atraviesa este mundo caído. Problemas que se nos vienen a todos encima, incluyéndoles a ustedes, por supueste. ¿Lo suye es egoísmo o ingenuidad?

Verán, actualmente, alrededor del 10% de la población del globo vive en condiciones de pobreza extrema y tiene dificultades para cubrir sus necesidades básicas, como la salud, la educación, la hidratación y la higiene. Los datos de la Organización Mundial de la Salud  muestran como 844 millones de personas no tienen un servicio básico de suministro de agua potable ¿Saben que 2.000 millones de personas en la Tierra se abastecen de agua contaminada por heces?

Dice ACNUR que en el mundo hay 65,6 millones de desplazados forzosos y 22,5 millones de refugiados; cada minuto 20 personas se ven obligadas a huir como consecuencia de un conflicto o de una persecución.

El 19 de enero Puertas Abiertas, que trabaja para concienciar sobre la discriminación de los cristianos publicará la Lista Mundial de la Persecución 2022 que registra los niveles de persecución y discriminación contra los cristianos alrededor del mundo, donde cientos de millones de personas sufren las consecuencias de esta exclusión.

¿Y la adicción a las drogas, a la tecnología? ¿El consumismo? ¿La falta de principios morales? ¿Y qué me dicen del aborto como anticonceptivo? Sepan que mató en 2021, más personas que el cáncer, el sida, la malaria y los accidentes de tráfico (estadísticas basadas en cifras de la OMS).

¿Y la agresividad pasiva? ¿Y la intolerancia a la frustración, la inmadurez, la dependencia de la psicología y los fármacos, y la depresión?

Como ven, existen infinitos problemas sobre los que es necesario tomar medidas urgentes y de los que no habla Pedroche en las campanadas, ni los políticos, ni nadie.

Ahora díganme qué hacen cada mes con su tiempo y su dinero por los demás, y los demás, no son sus hijes, ni sus mascotes, ni sus padres, ni hermanos, ni amigues, los demás son los otros, “Los otros”, esos fantasmas ¿eh? Como los de Amenábar.

¡Querrán matarme, los del “Club de la Bondad”, los defensores de la libertad! Pero el sufrimiento, en general, es directamente proporcional a lo egocéntrico que uno es. Me explico: exceptuando casos de enfermedad, persecución totalitaria, pobreza… Uno es menos feliz en la medida en la que se mira el ombligo, se  siente especial, y, como tal, merecedor de gracias, exenciones, ventajas y prerrogativas particulares.

Del mismo modo una persona es feliz, contemporiza y se encuentra satisfecha en la medida en la que es generosa, observadora y conocedora de la realidad del entorno natural y de sus coetáneos, cuando se adapta al medio y comprende.

De jovenzuela adoraba a las personas más inteligentes, pero ahora no. La cualidad que más admiro a los cuarenta y cuatro es la alegría de vivir, la más difícil de mantener y compartir con los demás menesterosos.

Por eso, hoy dedico esta columna a los insatisfechos, a los discrepantes, decepcionados, quejosos, dolientes y cabreados del tipo que sean y les recomiendo unas pautas que aliviarán esas ansiedades y confortarán sus maltrechos corazones. Son naturales, ecológicas, asequibles, bio, orgánicas, homemade y, ojito, no tienen género: Amor, paciencia, benignidad, humildad… Como dijo mi adorado C.S. Lewis: “La verdadera humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo”

Y no se dejen engañar ni instrumentalizar, amigues, ninguno de nosotros necesitamos que nos vendan una identidad frustrada, adanista y paranoica porque antes que feministas, antes que mujeres (antes que rubias y buenorras, incluso…), antes que gays, trans, antes que negros o niñes, antes que españoles, mucho antes,  somos personas.

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