Primera línea

Ley Turística o la trampa de negociar un decreto

Ley Turística o la trampa de negociar un decreto
Ley Turística o la trampa de negociar un decreto

Titular de prensa, hoy (cuando escribo): El conseller (Negueruela) pide a la oposición que ayude a mejorar la ley turística en lugar de rechazarla.

De paso, en sus declaraciones Iago Negueruela, mano derecha de Armengol (aval suficiente de su sectarismo) y cito al redactor, acusa al PP de no haber apostado nunca por el diálogo cuando gobernaba. Poco a poco, Negueruela. Porque la trampa de todo decreto ley, más aún cuando carece del carácter de excepcionalidad, pasa por buscar la aprobación del Parlament sin someterse a enmienda alguna de su contenido. Y conocido es el abuso de los decretos-ley por el Frankenstein de izquierda radical liderado por Su Sanchidad y que a pies juntillas pretende seguir la socialista Francina Armengol, y por si la inquera lo desconociese, a pies juntillas refiere terquedad, a cierra ojos.

¿Qué excepcionalidad cabe imaginar a la hora de aprobar la normativa que los próximos años regulará al sector que suma el 45% del PIB en Baleares y responsable de un porcentaje abrumador de puestos de trabajo? ¿Por su magnitud económica, no se trata más bien de una cuestión de Estado?

Pero eso de la cuestión de Estado, el consenso en definitiva, a la izquierda le gusta pronunciarla si va en su beneficio. El consenso lingüístico o sea.  

En consecuencia, ¿no parece lógico proceder a una negociación más allá de lo simplemente ideológico? Porque según declaraciones del presidente del Centro Económico y Social (CES) de España, Antón Costas, “la moratoria es una decisión que introduce el Govern en el decreto”, a espaldas de la tan cacareada exitosa negociación con los hoteleros. Así lo ha certificado la Federación Hotelera de Mallorca: “La moratoria intervencionista no estaba en la mesa de negociación y no estamos de acuerdo con ella. El objetivo es ideológico y electoralista”. Que me corrijan si me equivoco. 

También el CES balear se ha pronunciado de manera crítica: “El progreso no puede implicar decrecimiento. Es posible conseguir crecer de manera sostenible, medioambiental y socialmente”. Que me corrijan también si me equivoco. No alcanzo a entender esa montaña rusa del ahora hay acuerdo, después no lo hay, para acto seguido haberlo de nuevo. Porque, entonces, ¿a qué viene la invitación de Negueruela a la oposición para que negocie?

¿Será una negociación extramuros del Parlament o por el contrario caerá el decreto para darle paso a un proyecto de Ley Turística que en democracia se negocia en comisión y se aprueba tras el debate en sesión plenaria? No parece que así vaya a ser o sea que ésta es la trampa de negociar un decreto para que después el Govern meta mano como denuncia Antón Costas.

No puede haber más cinismo en un Govern del Pacte que siente desprecio por el sector, que azuza a sus redes clientelares contra los cruceristas sin la menor sensibilidad hacia un pequeño comercio, que a lo mejor interpretan que forma parte de la patronal del heteropatriarcado, esa gilipollez podemita. Y hablando de comunistas bolivarianos, no puede ser que el vicepresidente del Govern, Juan Pedro Yllanes, ataque ferozmente al 45% de nuestro PIB. 

Volviendo a esa invitación de Negueruela a la oposición para negociar la Ley Turística de Baleares que se pretende colar por la vía del decreto, ¿se le ha olvidado a la izquierda radical que conforma el Govern las veces que ha echado mano del rodillo sin más? ¿Se olvida del PGOU de Palma, que a buen seguro ha seguido directrices ideológicas de los popes de la gauche?

Para justificar la moratoria, nos dicen que, de nuevo el redactor, «el valor que se busca es centrarse en mejorar las casi 400.000 plazas hoteleras existentes y no impulsar las 20.000 que todavía no existen y cuya creación queda bloqueada”. ¿Son los únicos agentes sociales las grandes cadenas y los sindicatos? ¿Qué pasa con el alquiler turístico y los hoteles boutique, principales impulsores del reencuentro con la cultura del viajero?

Precisamente, la cultura del viajero es la que contribuye a un desarrollo sostenible, más allá del sol y playa que es necesariamente depredador.

La oposición en su conjunto no puede, ni debe, caer en la trampa de esta invitación a negociar por una izquierda tramposa sin voluntad alguna de respetar al que piensa diferente y carente de compromiso –lo lleva en sus genes- a la hora de sentarse a visualizar el futuro como aventura colectiva.

Lo último en Opinión

Últimas noticias