La izquierda rabia con los elogios de los hosteleros a Ayuso
De un tiempo a esta parte, los viajes de Isabel Díaz Ayuso fuera de Madrid se saldan con gritos de apoyo por parte del sector de la hostelería, bien sea en Cataluña o en Castilla-La Mancha. Al grito de «Queremos una Ayuso», los hosteleros de esa comunidad exigen al Gobierno regional del socialista Emiliano García-Page un cambio en las medidas de restricción de horarios que les permita abrir sus negocios. Los vítores a la presidenta madrileña han encolerizado a la izquierda, que anda perdida ante la creciente popularidad de Ayuso. No sabe ya qué hacer y sus críticas bordean el ridículo.
Lo cierto es que el Gobierno de Madrid ha sabido conjugar las medidas para frenar la expansión del coronavirus con medidas que no ahogan al sector de la hostelería como en otros territorios. Los datos epidemiológicos demuestran que se pueden aplicar restricciones sin matar a un sector clave para la economía nacional. Comunidades donde se han llevado a cabo medidas restrictivas que han ahogado a la hostelería presentan estadísticas sanitarias mucho peores que las de Madrid, lo que demuestra que la gestión del Gobierno de Díaz-Ayuso ha sido acertada. No es de extrañar que en Cataluña o Castilla-La Mancha se reivindique la figura de la presidenta del Ejecutivo madrileño, que ya dejó claro que bajo ningún concepto adoptaría medidas que asfixiaran a un sector vital para el empleo.
Las decisiones de Ayuso desnudan a la izquierda, que cuando la critica lo hace con argumentos trufados de demagogia. Sin ir más lejos, su decisión de vacunar a taxistas, camareros y profesores ha provocado la iracunda reacción del socialcomunismo. Pues bien, el gobernador de Nueva York acaba de anunciar que hará lo mismo que la presidenta madrileña. El efecto Ayuso es evidente: frente al sectarismo de una izquierda empeñada en despellejarla políticamente, su popularidad crece y se extiende más allá de Madrid. Y cuánto más la cuestionan, más elogios concita entre quienes están literalmente hartos de pagar los platos rotos de la ineficacia política.
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