«Un insensato sin escrúpulos»
Los calificativos no son míos. Corresponden a un editorial del diario El País -cuando este periódico no se había rendido a los encantos de Sánchez y gozaba de alguna credibilidad bajo la dirección de Antonio Caño- a finales de 2016 y el entonces secretario general del PSOE se había empeñado en el «No, es no, ¿qué parte no entiende Rajoy?». Han pasado seis años y puede afirmarse con justeza que el editorialista clavó al personaje. Lo traigo a colación porque millones de españoles -especialmente aquellos que vivieron la Transición- se preguntan angustiados sobre lo que el jefe del Gobierno está perpetrando en temas muy serios y graves.
Lo tengo escrito hace bastante tiempo porque antes de que accediera a la Presidencia mediante aquella moción de censura (en parte fake) tuve ocasión de conocer con bastante precisión al susodicho. Ya entonces, aunque iba de liberal, me pareció un personaje desconcertante, ambicioso y dispuesto a todo. El tiempo nos ha dado la razón. Al editorialista del diario de Prisa y a este humilde escribidor. Insensato porque a nadie en su sano juicio se le ocurre jugar a la ruleta rusa con la unidad nacional, la Constitución y la convivencia entre los españoles. Sus acusaciones de «complot» judicial/político/mediático son impropias de un primer ministro al uso en una democracia consolidada como la española. Nunca, desde Berlusconi en Italia, un mandatario se expresó en tales términos; a nadie con dos dedos de frente se le ocurre llamar «golpistas» a los partidos de la oposición y a los medios de comunicación que cumplen su principal mandato ético/constitucional, que no es otro que velar por el mantenimiento de la legalidad en todos los órdenes. Mucho más si tiene que ver con el mantenimiento del Estado.
Un personaje sin «escrúpulos». En realidad, bien estudiado, nunca los tuvo. Ni cuando no era nadie, ni ahora que tiene la misión de gobernar la cuarta potencia de Europa. Todo lo que le rodea tiene que ver con el mantenimiento de su poder; todos los medios del Estado -que no le pertenecen- están a la orden de sus intereses personales y políticos. Algunos, según parece, han tardado tiempo en descubrir el auténtico pelaje de un alma fuera de control. Quizá, ya sea demasiado tarde.