IMV, la derechita y la derechota cobardes

IMV, la derechita y la derechota cobardes

La semana pasada tuvo lugar en el Congreso el debate sobre ingreso mínimo vital (IMV). Como es sabido, el Partido Popular votó a favor y Vox se abstuvo. Son varios los lectores que me han manifestado su desconcierto y desacuerdo con la posición de ambos partidos, especialmente la del PP. Los trabajadores a los que reiteradamente se les priva de un alto porcentaje de su sueldo (sumando IRPF y SS), y que además deben pagar IVA, Transmisiones, Sucesiones (…) cada vez que hacen algún movimiento en su patrimonio, comprenden mal que sus impuestos sirvan para que alguien viva sin hacer nada a cambio, por muy necesitado que esté y muy complicado que le resulte tener empleo. A nadie escapa, por otra parte, que la compatibilidad con la economía sumergida será el pan nuestro de cada día del IMV, y que puede desincentivar la búsqueda de empleo.

No es que los contribuyentes sean egoístas ni insensibles. Simplemente consideran que lo razonable no es financiar la falta de empleo, sino promover la empleabilidad. El votante medio de derechas considera que, si hay dinero para pagar cada mes a quienes carecen de otro ingreso, lo razonable sería favorecer fiscalmente el mantenimiento o creación de empleo para que cobren por hacer algo, pues ello es mucho más acorde a la dignidad de la persona. Por ejemplo, en tiempos de Zapatero, había una deducción del 20% en la base liquidable del IRPF/actividades económicas para quien no despedía o creaba nuevos empleos. Esa medida amortiguó el aumento del paro en los años duros de la crisis. ¿No sería razonable recuperar algo así? ¿Acaso no se podría declarar (por ejemplo) deducible el gasto que las familias realizan en contratar personas para la ayuda doméstica, el cuidado de menores o dependientes etc (consiguiendo seguramente hacer emerger parte de la economía sumergida)? ¿Acaso no se podría exigir a los perceptores del IMV alguna contraprestación en forma de servicio a la Cruz roja, dependientes, protección civil o lo que sea (como propone el economista Gonzalo Bernardos –no sospechoso de ser conservador-)?

El IMV, tal y como está diseñado, puede cuestionarse legítimamente. Y la negativa a apoyarlo no tiene por qué ser un no destructivo, sino que puede ir seguido de la formulación de una alternativa. Mucha gente lo piensa así. Y quien, por su papel de oposición, debía representar a esa parte de la población, ha decidido callar o votar a favor. Y lo peor es que seguramente no lo ha hecho por convicción de la bondad de la medida, sino por pura cobardía.

Se lleva tiempo hablando de la derechita cobarde. La semana pasada el PP confirmó su cobardía, y Vox dejó mucho que desear. Y es que el episodio del IMV demuestra que la derecha en España no se atreve a formular su alternativa. Y no hablamos únicamente de los valores familiares o patrióticos que, por su potencial identificación con el régimen anterior, podrían ser causa de complejo. Hablamos de cuestiones meramente políticas y técnicas de las que la derecha no se atreve a hablar: tales como la independencia de los Jueces, la coordinación o recentralización de competencias autonómicas, la reducción del gasto público o la impugnación de un Estado-providencia en el que los ciudadanos más productivos son reiteradamente privados de la mitad o más de lo que producen.

Si la derechita y la derechona piensan que a base de contar el cuento del bolivarianismo, el advenimiento de la República y la destrucción de España, aliñado con un poco de crisis económica, van a alcanzar el poder, van listas. Los electores conservadores son mucho menos sectarios que los socialistas. Si se les decepciona, retirarán su apoyo. Si las derechas quieren gobernar (cosa que a veces dudamos) deben formular su alternativa y defenderla sin miedo. Se lo deben a sí mismos, y se lo deben a su gente.

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