La ilegalización de los partidos soberanistas

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La unificación de los reinos cristianos de España de 1469, aquella gesta llevada a cabo por los Reyes Católicos y que dio origen formalmente a la nación española, se hizo respetando los privilegios de cada uno de estos citados reinos. Eso sí, implicando a todos ellos con una política fiscal y defensiva común.

Es cierto, por otro lado, que la irrupción del descubrimiento de América en 1492, casi simultáneamente al inicio de ese proceso unificador y los esfuerzos que supusieron para España la colonización y evangelización del nuevo mundo, implicó que la necesaria construcción de una identidad nacional quedara relegada ante la magnitud de la empresa americana.

En los siguientes 500 años, a decir verdad, España siempre ha adolecido de una suficiente identidad común que ha favorecido los numerosísimos intentos de ruptura. Los últimos perpetrados durante los periodos republicanos donde, además, la institución monárquica dejó de actuar como pegamento.

Al inicio de la etapa democrática actual, los padres de la Constitución española estaban –lógicamente– más preocupados de garantizar una Transición pacífica tras 40 años de dictadura de Franco, dieron la espalda a la historia de España y permitieron la participación institucional de partidos que estaban impregnados de manera innata la destrucción de la nación.

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