Igualitarismo progre: demagogia más mentira

Igualitarismo progre: demagogia más mentira
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La izquierda progre y radical se maneja muy bien en estas lides. Su relativismo e igualitarismo han sido siempre demagogia y mentira.

A modo de ejemplo, no les importa la huelga en el Aeropuerto de El Prat. Les importa vender la imagen de una España ingobernable donde no cabe una Cataluña socialista y feliz. Y al hilo de la actualidad, no les importa la calidad del turismo, la reordenación y racionalización de éste o un diseño nuevo del mismo.

A la izquierda progre y radical sólo le importa destruir un sector clave en el desarrollo y prosperidad de España. Gozosos se encuentran al ver cómo su campaña alcanza eco internacional. Pretenden socavar las estructuras de nuestra nación y evitar la presencia de cerca de 80 millones de turistas este año, cifra que supone haber superado en un 9% la marca del mismo periodo del pasado año. Dichos datos, tras la recuperación del turismo nacional, significan nada más y nada menos que la creación de 100.000 puestos de trabajo. Es decir, se genera el 20% de los empleos que se crean en España y según los últimos registros de la Balanza de Pagos de la economía española, los ingresos derivados del turismo aumentaron en torno al 5% interanual, con un crecimiento del Producto Interior en un 3,2% y una aportación a la economía nacional de más del 11% del PIB.

Su supuesto y pretendido progresismo no es más que un reaccionarismo rancio, añejo y apolillado. Frente a alternativas y propuestas, que posiblemente haya que hacer en este sector, estos reaccionarios progresistas no se han movido de sus cánones decimonónicos imponiendo multas, prohibiciones, denuncias y fomento de la delación. Con su intento de intervenir en la vida del individuo y planificarlo todo, destruyen lo más elemental de las esencias del hombre y de la propiedad privada. Vetan y privan al ciudadano de hacer lo que considere conveniente con sus casas y cercenan al viajero la posibilidad de elegir de forma libre donde viajar, donde alojarse. “Libertad”, santa palabra para deslumbrar incautos y demagogos.

Esta vieja izquierda siempre se ha sentido moralmente superior a través de su vacío discurso relativista y su hueco y falso igualitarismo, llegando a conseguir en muchos casos que dicha “apropiación” cale en una gran parte de la derecha. Se trata de un relativismo que se vende como una malentendida tolerancia que ha relegado y sustraído del debate público determinados conceptos como los de igualdad, propiedad, progreso y democracia. Esta izquierda trasnochada sólo realiza planteamientos basados en hechos o intenciones cargados sólo de radical ideología. Y sobre éstos actúan y gobiernan, pues jamás entran en las cuestiones de fondo, en si determinadas decisiones que afectan a lo público, a todos nosotros, se corresponden con la realidad de las cosas o no, con la necesidad de los ciudadanos o no. Utilizando como medio una repetición obstinada y tenaz de sofismas tan seductores como frívolos, sin réplica coherente por quienes correspondería, acaban barrenando el más mínimo sentido común de la sociedad hasta conseguir el hartazgo y el acomodo de ésta, y lo que es más grave, alterando valores universales e incuestionables hasta llegar a apropiárselos para su utilización con un único e incuestionable interés dogmático e ideológico.

Y a su vez, se trata de un igualitarismo contrario a la razón y al progreso, antagónico a aquél referido a la persona y a su desarrollo vital. Su agresión a la propiedad privada y los límites impuestos a la capacidad del individuo para decidir sobre su vida y bienes supone un igualitarismo forzado que tiene como objetivo introducir la igualdad donde ésta no tiene lugar.

Como dijo el ex ministro e intelectual Gonzalo Fernández de la Mora, “el igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada; es una pesadilla imposible”.

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