Un general decente y un Gobierno cobarde

Un general decente y un Gobierno cobarde
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«Nos mantenemos firmes en nuestro compromiso con España de trabajar para la libertad y la seguridad de todos los ciudadanos. Lo demostramos hace dos años, lo hemos hecho de nuevo recientemente. Y cada vez que sea necesario, lo volveremos a hacer», ha dicho el jefe de la Guardia Civil en Cataluña, Pedro Garrido, durante su discurso con motivo de la celebración de la patrona de la Benemérita en la comandancia de San Andreu (Barcelona).

Las palabras de Garrido resultan reconfortantes por venir, precisamente, de quien en virtud de su cargo está llamado a defender el marco constitucional y la unidad nacional, conceptos que en Cataluña adquieren una dimensión diferente ante la amenaza permanente del independentismo al Estado de Derecho y el ordenamiento jurídico. El general de Brigada ha expresado públicamente el sentimiento de un Cuerpo sometido al hostigamiento creciente del secesionismo y ha subrayado, como no podía ser de otra manera, su compromiso irreductible con los valores constitucionales.

El jefe de la Guardia Civil en Cataluña no hizo un discurso político, por lo que sus palabras no pueden ser merecedoras del más mínimo reproche. Es más, si Garrido no hubiera dicho lo que dijo, podría censurársele que obviara el mandato que lleva implícito su cargo precisamente por una estrategia política. Hizo, en suma, lo que demanda su responsabilidad. Quede esto bien claro, por si algún equilibrista en el partido del Gobierno piensa que se excedió y plantea su relevo por aquello de contribuir a serenar el ambiente. Que la Delegada del Ejecutivo en Cataluña se disculpara ante los Mossos por las palabras del general resulta de una indignidad insoportable.

Como era previsible, las palabras de Garrido provocaron la airada respuesta de los dirigentes de los Mossos y de la Consejería de Interior de la Generalitat, que abandonaron el acto en señal de protesta. Prueba inequívoca del acierto del máximo responsable de la Benemérita en Cataluña. Lo contrario, que se hubieran deshecho en elogios y aplaudido su intervención, habría sido, en las actuales circunstancias,  una muy mala noticia.

Garrido criticó a quienes «conciben la ley como herramienta sometida a la decisión previa de desobedecer», una referencia claramente dirigida a la actuación de los principales dirigentes de los Mossos en los sucesos de hace dos años. Impecable diagnóstico que sirve de consuelo y es un toque de atención a los pusilánimes o necios que han relativizado hasta la naúsea lo que significa la lealtad a España y su Constitución.

 

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