Freírse cada día en la autopista AP-7

AP 7
Freírse cada día en la autopista AP-7

¿Han oído hablar de la política basada en la evidencia? Seguro que sí. ¿Y que promueve que las decisiones políticas se tomen en función de los hechos comprobados, la ciencia y la experiencia construida con el indispensable feedback con la realidad?

No lo verán ustedes. Lo que rige hoy en día (¡aún recuerdo cómo despreciábamos a los políticos «tecnócratas»!) es la improvisación y las decisiones basadas en el sentimentalismo, el resentimiento y la ideología. Por ejemplo, durante años se habló de los peajes en las autopistas catalanas como una injusticia y un agravio comparativo. De una España que se movía de manera gratuita por excelentes vías cuyo pago un buen catalán siempre sospechaba que le tocaba a él. Daba igual que, desde Ciudadanos, un decir, les recordáramos a los nacionalprogresistas el importante papel que Abertis, empresa catalana donde las hubiera, tenía en todo el asunto. Pero al final esa vieja aspiración de ERC, que en 2012 se sumó a la campaña ‘No quiero pagar’ de Solidaridad por la Independencia, se hizo realidad el pasado 31 de agosto. Y se hizo como suelen hacerlo, a cop de cor, sin cansarse valorando las consecuencias de sus decisiones.

A mí, en principio, ya me iba bien. Suelo ir a menudo de Barcelona a Tarragona y viceversa dejándome una importante pasta mensual. Pero el primer día ya fue un ‘¿de dónde han salido tantos camiones?’. De repente, ese viaje relativamente plácido se había convertido en una pista looping de vehículos pesados, a veces en los tres carriles. Precioso particularmente en días de lluvia, cuando una va encajonada entre moles portentosas que escupen auténticas cortinas de agua.

Hace una semana me dirigía desde el Vallés Oriental hacia Barcelona cerca de las 23:00 horas y, al incorporarme a la AP-7, vi el otro carril completamente detenido. ¡Cerca de la media noche! Y no era por el incendio (los incendios), que eso fue al cabo de unos días.

Da miedo. Da miedo estar parado bordeando los 50 grados en el asfalto con centenares de tubos de escape resoplando a la altura de la cabeza. No queda otra solución que rezar a Santa Frígida, patrona de los sistemas de aire acondicionados infalibles.

La autopista es gratis. El Govern liberó un total 477 kilómetros de autopista de peaje. Concretamente, 262 kilómetros de la AP-7 y 215 kilómetros de la AP-2. Así que todo el mundo puede circular por ella tras el levantamiento de las barreras y ha habido un aumento del 40% del tráfico. En el tramo de la zona de Montmeló, se llegan a concentrar más de 7.000 vehículos por hora, cuando la capacidad máxima es de 5.200 coches. Los grandes atascos la han convertido en una ratonera para los conductores, especialmente los fines de semana. Según datos de la Generalitat, la autovía registra ocupaciones que llegan a superar el 55% de su capacidad máxima en algunos tramos. Hay un problema estructural en la AP-7.

La prensa ha preguntado a la portavoz del Govern, Patrícia Plaja, si deberían haberse planificado mejor las consecuencias que esto comportaría. Y ha echado balones fuera (dirección a España), como también lo ha hecho el conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, que ha reprochado que el Gobierno haya «incumplido sistemáticamente» sus compromisos con las infraestructuras en Cataluña.

El conseller ha anunciado que los camiones no podrán circular por la AP-7 ni durante el puente de Sant Joan (23, 24 y 25 de junio) ni durante los fines de semana de julio. Veremos cómo alivia esto al Mad Max que se avecina. Xavier Rius, de e-notícies, dice que el fin de los peajes «ha liberado también los instintos más primarios». Que son siempre españoles.

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