Al fiscal García se le pone la cara morada
Imagine el lector por un momento la escena. Efectivos especializados de la Guardia Civil mandados por el instructor del Tribunal Supremo, Ángel Hurtado, llegan a la sede de la Fiscalía General del Estado en busca de documentación sobre la que sustentar los indicios de delito cometidos por el fiscal general Álvaro García Ortiz, el hombre de Sánchez de Garzón y de la esposa de éste.
Durante más de seis horas los agentes de la Benemérita busca y rebusca, en el despacho de la persona teóricamente encargada por el Estado para perseguir los delitos, hasta requisar los móviles del muchacho de Salamanca. Esto sucede en la España democrática donde un juez democrático ha sido comisionado por la Sala II del Supremo para impedir que un fiscal general sea impune a un posible o presunto delito.
En Francia o Alemania, este funcionario que presumió en su día de haber filtrado datos de un contribuyente violando la ley, ¿continuaría en su puesto? La respuesta es más que evidente. Se trata de la excepción española desde que Pedro Sánchez es el primer ejecutivo de la nación.
Es un hecho extraordinario en un país en el que funciona el Estado de derecho que el Supremo investigue a la cúpula del ministerio fiscal, pero aún es más extraordinario que el funcionario afectado continúe en su puesto. La Asociación de Fiscales, concernidos en su prestigio, le ha pedido media docena de veces a García Ortiz que no remolonee y se apee del burro, y no hay manera. Debe entender que subido en el coche oficial tiene más fácil su defensa.
Están ocurriendo cosas en España, cuarta potencia de la UE, que de no helarnos la sangre nos abren los ojos como platos. Cierto es que a una inmensa mayoría de ciudadanos/contribuyentes les importa una higa bañada en aceite de linaza lo que ocurre en las altas esferas del poder; quizá ello sea una de las causas de que los desaprensivos actúen como operan.
Miren por dónde, ese muchacho salmantino llegado de Galicia hasta el madrileño Paseo de la Castellana con los vientos de un partido político va a pasar a la historia negra española relatada por años y hechos convulsos.
¡Vivir para ver!