Los «antifascistas» fascistas contra Gorriarán y Arenas
Aunque cada uno es de su padre y su madre políticamente hablando, las personas del titular tienen algo en común: no pertenecen a la izquierda radical que se ha apoderado de los campus universitarios y se permiten desafiar la ley de la selva que se abate sobre los mismos. En la universidad y en la calle, el «antifascismo» es el nuevo fascismo. En los últimos meses de 2025, las universidades españolas han sido escenario de un auge alarmante de la violencia, las amenazas y la «cancelación» de eventos, impulsado por grupos radicales de la izquierda abertzale y de ese fascismo que esconde la cara tras la máscara «anti». Estos incidentes, que afectan a profesores, estudiantes y periodistas, revelan un clima de intolerancia que cercena la libertad de expresión y la autonomía académica. Los casos recientes ocurridos en la UAB, UPV/EHU y en la Universidad de Navarra ilustran un patrón común: el uso de etiquetas como «fascista» o «xenófobo» para justificar la coacción, con respuestas institucionales tibias que alimentan la impunidad.
Algunos incidentes han ocurrido en Cataluña. El 24 de abril, el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Rafael Arenas recibió una nota anónima deslizada bajo la puerta de su despacho firmada por «las Antifascistas de la UAB» (sic). El texto, plagado de faltas ortográficas, le acusa de ideas «xenófobas y españolistas» que defienden el «capitalismo voraz» y segregan a la clase obrera. E incluyen amenazas: «No eres bienvenido […] os echaremos. Esto es sólo un aviso […] nos seguiremos encontrando hasta que os vayáis de la universidad. En la universidad, ni fascistas ni amigos de fascistas». La nota se difundió por los patios del campus coincidiendo con la suspensión sorpresiva de un acto organizado por el colectivo estudiantil S´ha Acabat! (¡Se ha Acabado!), donde Arenas y la ex diputada Susana Beltrán planeaban debatir sobre España y Europa ante el nuevo escenario internacional. No es la primera agresión que sufre Arenas: conoce bien los insultos públicos, los zarandeos físicos y toda clase de boicots, incluyendo la censura de carpas informativas de grupos constitucionalistas.
La Asociación por la Tolerancia, de la que es miembro, en una carta al rectorado de la UAB fechada en noviembre, ha denunciado esta «persecución» como un descrédito para la institución. Ha criticado las faltas ortográficas como símbolo de ignorancia, la distorsión ideológica de la Constitución como «paraguas del capitalismo» y las amenazas veladas contra Arenas, el decanato y grupos como S´ha Acabat!. Exige también una investigación, las expulsiones pertinentes y un comunicado de apoyo público al profesor por parte del rectorado, advirtiendo que la inacción fomenta sospechas de complicidad o condescendencia con el nacionalismo catalanista radical. Pero, hasta la fecha, la UAB no ha emitido condena pública ninguna, pese a contar con precedentes judiciales de sanciones por vulnerar los derechos fundamentales de los estudiantes constitucionalistas.
Un eco similar resuena en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Este mismo mes, el profesor de Filosofía Carlos Martínez Gorriarán, cofundador de UPyD y crítico del nacionalismo, anunció su jubilación prematura para febrero de 2026 tras sufrir pintadas amenazantes en la fachada de su facultad en San Sebastián. Le tildan, como no, de «tránsfobo, machista, fascista y sionista», que es como califican a quienes sostienen ideas de puro sentido común. El acoso le viene de lejos a Gorriarán: desde el 1998, cuando firmó un manifiesto contra la «red mafiosa» pro-ETA en la UPV.
También recientemente, a finales de octubre, en Navarra, la tensión estalló con disturbios en su universidad (UNAV). La UNAV suspendió actividades por seguridad, pero siniestros encapuchados vestidos de negro llevaron a cabo altercados con volcaduras de contenedores, cargas policiales, agresiones y algunos detenidos. El periodista de El Español, José Ismael Martínez, sufrió, a manos de los mismos, una paliza brutal que le fracturó algunos dientes y requirió hospitalización. ¡Encima un estudiante ajeno a las protestas resultó herido grave!
Los ciudadanos asistimos a esta revitalización de la violencia callejera y universitaria, especialmente en las autonomías donde existen partidos complacientes con los métodos fascistas en la política. Los mismos que han sido socios privilegiados de un presidente del gobierno para nada ajeno a este drama.
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