¿Es el fin del chicle Pedroche?
Ha llegado enero, y mientras el chocolate caliente acompaña la resaca moral de los propósitos incumplidos por tradición, a los que se sumarán los nuevos, toca el análisis, cada vez más desapasionado (y compasivo), del vestido Pedroche.
En efecto, la Pedrochada anual –ese cóctel que hace años producía espanto y regocijo– es ya parte de nosotros. ¡Gracias, Josie y Cristina, por tantas horas de espectáculo! Que, sin embargo, ya no tienen el suficiente fuelle…E l chicle ya no sabe y duelen vagamente los dientes… ¡ay!
Recordemos cuando le quitamos el papel, grosero y comercial, pero brillante, y comenzamos a masticarlo hace diez años… Cuando una morenita guapa y nada relevante presentó las campanadas con un bonito y provocativo vestido cristalino en clave «mama Chicho me toca».
En ese momento, gracias otra vez a ambos, rompían con los pacatos (y elegantiosos) trajes de la pacata (e indiscutiblemente elegante Anne Igartiburu) y sus homónimos sin rostro, y pasajeros.
Aquella osadía marcó el principio de la bonanza de ambos e historia de la televisión, le pese a quien le pese: media España por aquí y la otra media por allá, como es habitual. El vestido negro –precioso, de transparencias y bordados, como un sueño erótico setentero que difícilmente ella comprendería. Tras la polémica, Antena 3 la volvió a contratar, ¡claro! y, como buen empresario, buscavidas, apareció Josie, el autor intelectual de la marca Pedroche que elevó el show al Olimpo del oportunismo patrio ¡Y bien que hizo!
Josie tuvo la idea espléndida de convertir a Pedroche en la reina de la Nochevieja (algo que no es difícil dada la gazmoñería y la mediocridad reinantes en la televisión y fuera de ella) con vestidos cada vez más impúdicos.
Durante los primeros años, el objetivo era el escándalo; sexualizar echando mano de las herramientas más elementales por todos conocidas y apreciadas, muslo y pechugamen… Enmarcados por tules, gasas, y la ilusión de que en cualquier momento todo se vendría abajo.
El país gritaba: «¡¿Cómo?!». Y esa era la clave. «¡Qué horror!». Placer culposo. Nadie cambiaba de canal. La Pedrochada llegó a ser muy esperada ¿Más que las uvas?
Sin embargo, todo se acaba, porque todo lo que existe es finito y cíclicamente renovable. Los días, el agua, la corteza terrestre, la vida… la pareja (Todo menos Dios). Y la provocación también. Y ante la imposibilidad de aparecer completamente desnuda (lo que hubiera sido ARTE, ¡Arte moderno!) cambiaron el juego y la nueva valentonada consistió en salir tapada, tocó recato. Y ese giro –que cabía esperar– marcó la entrada de los vestidos «soporte de causa justa woke». Y, de repente, cada traje tenía un mensaje educativo ecológico, feminista, solidario, regionalista, progresista, europeísta… Era el momento de reivindicar su cuota de rentabilísima superioridad moral. ¡Bien! El chicle continua moviéndose con desidia de lado a lado de la boca, pero se mueve.
Y llegamos a la década, ¡2025!: el vestido, feo y poco favorecedor fuera de toda controversia, y un alegato a la zzzzzzzzz… Protección de la infancia. Ahá, ahá…
Y toda España cambió de canal. Que conste que no es una crítica, al contrario. El año que viene ¿volveremos a hablar de este tópico?
¿Un alegato por el derecho de los calcetines desparejados? ¿Las plantas que nadie riega? Josie y Pedroche han triunfado en una pista que no es nada fácil: ser recordados, polemizar, entretener y, de paso, facturar. ¿Qué tal una campaña por el descanso laboral de los Reyes Magos o el rescate de los móviles que caen al inodoro?
Les deseo a ambos y a todos ustedes feliz año. Que las musas les acompañen, y a ellos; y a mí, por favor, para que no aburramos. El formato está desgastado, los vestidos no tienen impacto, de plumas metálicas, espuma viscoelástica, cristales de sal, pastillas de jabón talladas, cubiertos reciclados, luces LED, de mallas de cebolla o ajos, chapas de botellas, papel maché, de flores preservadas, cápsulas de café usadas, de plástico fundido, pan de oro comestible… Pasando frío. Críticas tibias.
Por mi parte, sonrisa contenida de la Gioconda, espero el próximo 31 de diciembre. Cristina y Josie se enfrentan ahora al mayor enemigo del entretenimiento: el aburrimiento.