A favor de la memoria histórica

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El pasado 19 de septiembre el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa. En una declaración histórica, la Eurocámara equipara al nazismo y al comunismo, recordando que “los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”. Y añade que “mientras que los crímenes del régimen nazi fueron evaluados y castigados gracias a los juicios de Núremberg, sigue existiendo la necesidad urgente de sensibilizar sobre los crímenes perpetrados por el estalinismo y otras dictaduras, evaluarlos moral y jurídicamente, y llevar a cabo investigaciones judiciales sobre ellos”.

Se puede añadir poco a lo resuelto por la cámara europea.  La Historia ha ajusticiado al nazismo como lo que fue: un régimen genocida que arrojó a la humanidad al infierno de una guerra global, pisoteando con extrema crueldad la vida, la dignidad y la libertad. Al menos, en medio de tanto dolor, los supervivientes y las familias de las victimas vieron desfilar ante la justicia a sus verdugos. No ocurrió lo mismo con el comunismo, corresponsable de aquellos hechos.

Hoy, pocos se estremecen al ver a alguien exhibir símbolos comunistas o escuchar a formaciones políticas intentar la enésima reedición de una ensoñación ideológica cuyo desprecio al ser humano, en términos cuantitativos,  no tiene parangón en la historia de la humanidad. Un tribunal invisible ha intentado exonerar al comunismo de sus crímenes, condenando al ostracismo la memoria y la dignidad de aquellos que entregaron su vida para combatirlo o, simplemente, para sobrevivir. Más de cien millones de muertos completan la barbarie de su colosal obra. La memoria histórica es un acto de contrición y de reconciliación mutua, la vacuna que nos hace inmunes a la sinrazón y no, como algunos pretenden, una hemiplejia histórica que condene a nuestros hijos a un futuro de odio y rencor. En Europa saben muy bien de lo que estamos hablando y, por eso, esta resolución.

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