El expolio catalanista de la bandera de Baleares (1)

El expolio catalanista de la bandera de Baleares (1)
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En sus comienzos, en 1962, la pancatalanista y subvencionada por la Generalidad de Cataluña “Obra Cultural Balear” (www.ocb.cat) llevaba en su escudo los colores del antiguo reino Mallorca (rojo, amarillo y azul oscuro). Incluso sus acólitos escribían versos con esta inspiración. El historiador José Segura recuerda como “en la revista Lluc de septiembre de 1975, órgano de la Obra Cultural Balear, se puede leer la siguiente poesía de M. Andreu: ’or, sang i mar blava, heus ací els tres colors, que davant el món que ens mira, representen la llar mallorquina’”. Pero la presidencia de José M. Llompart (1976-1983) le dio el giro catalanista definitivo a la OCB.cat, dejando de lado el mallorquinismo (como ejemplo el cambio de los colores de Mallorca por la bandera cuatribarrada).

Su objetivo quedó fijado en “la promoción y el uso pleno de la lengua catalana en las Islas Baleares”. Y como sabemos, para el catalanismo lengua es nación y sólo admite una bandera, la cuatribarrada. Pasados los años, las cosas seguían igual o peor. En el año 2013 el periódico “El Mundo” daba un noticia referida al presidente de la OCB.cat Jaime Mateu: “ha asegurado que considera la prohibición de exhibir la bandera cuatribarrada que impone la Ley de Símbolos, como ‘el paroxismo del odio a la lengua y cultura catalanas’”.

La OCB.cat se olvidó por completo que los colores mallorquines databan del escudo otorgado en 1269 por el rey Jaime I de Aragón. Desde entonces el escudo de Mallorca se compone de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo del blasón familiar aragonés (“lo senyal nostre”) y del Palacio de la Almudaina (“lo senyal del Castel nostre de la Almudayna de Malorques”). A partir de estos colores se fueron creando todas las insignias, banderas, sellos y escudos de Baleares, Mallorca, Menorca e Ibiza.

En 1312 sirvieron de base para la bandera del Reino de Mallorca otorgada por el rey Sancho: el blasón real de los tres palos mallorquines (“nostru regale bastonum”) y el castillo en blanco sobre azul oscuro (“per castri albi positi in livido”). Los colores dinásticos pasaron a ser los colores del Reino con la adición del castillo y el azul oscuro del mar balear.

Sobre el origen de los bastones familiares reales aragoneses existe un eterno debate sobre su catalanidad o su aragonesidad. En la web de la Generalidad de Cataluña (www.gencat.cat) no tienen ninguna duda sobre su catalanidad: “Símbolos nacionales. La bandera. Las cuatro barras que derivaron en bandera de Cataluña aparecen ya en un sello de Ramón Berenguer IV en el año 1150”. Se trataría de los sellos usados por el conde catalán desde sus bodas con Petronila de Aragón en 1150 hasta su muerte en 1162, en los que se puede leer: “Raimundus Berengarii comes Barchinonensis et princebs Aragonensis”. Aunque se ha de decir que en dichos sellos las rayas que se observan son de escasa nitidez, es muy voluntarioso observar allí los bastones.

La historia de los famosos sellos comenzó cuando el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV se incorporó a la Casa Real de Aragón mediante el contrato de esponsales firmado con el rey de Aragón Ramiro II en 1137. Éste le entregó al catalán el reino de Aragón y a su hija Petronila para casarse. Ramón nunca fue rey de Aragón, ya que el rey seguía siendo su suegro Ramiro hasta su muerte en 1157. A la muerte de Ramón en 1162 Su hijo Alfonso pasó a ser el nuevo rey.

La familia real de Aragón tenía sello propio de tiempo atrás, la Cruz de Íñigo Arista (documentada a principios del siglo XI), y que sólo usaba el rey, que era Ramiro. Como Ramón no podía usarlo, ni tampoco tenía uno propio de la casa de Barcelona (el primero con la cruz barcelonesa se documentó en el siglo XIII), decidió utilizar en un sello nuevo, tal como afirma el historiador Ignacio de Torres-Solanot, “una figura ecuestre en ambas caras”, ya que como no era soberano “no podía figurar en el reverso de los sellos ‘en Majestad’, es decir, sentado con cetro y corona”.

Ciertamente en estos sellos no aparece figura alguna que se pueda identificar con las barras en discordia. Ferrán Segarra afirma que “no es posible precisar si estas rayas, constituyen divisa o son solo un motivo de ornamentación del escudo”. Para corroborar esta afirmación Torres-Solanot aporta un capitel de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, de la segunda mitad del siglo XII, “en la que se ve un peón con un escudo tipo normando análogo al escudo de su contemporáneo el conde Ramón”.

Fue el rey de Aragón Alfonso II, que en 1177, después de la toma de Cuenca, decidió usar los bastones como señal y divisa del Reino de Aragón en sustitución de la secular Cruz de Íñigo Arista. Así lo relataba la “Crónica de San Juan de la Peña” de 1342: “De cómo el Rey Alfonso lexó armas de Aragón y priso bastones. (…) mudó las armas e señales de Aragón en prendió bastones”.

En 1982 hubo otro intento de catalanizar los palos cuando se halló la tumba de Ramón Berenguer II de Barcelona (fallecido a finales del siglo XI) en la catedral de Gerona. Se trataba de un sarcófago cuya única decoración exterior, en buen estado de conservación, consistía en una sucesión de 17 tiras verticales rojas y doradas. En seguida, las fuerzas pancatalanistas clamaron que el primitivo sarcófago vendría a apoyar la tesis del origen catalán del escudo de armas. Pero otros autores sostenían, con razón, que la decoración heráldica de la tumba era un añadido con motivo de su traslado al interior de la Catedral en 1385 por iniciativa de Pedro IV. Era imposible que las barras se hubiesen conservado durante tres siglos a la intemperie en su emplazamiento original. Ahí se quedó la teoría de la catalanidad de los bastones.

Lo cierto es que las barras quedaron como los colores de los reyes de Aragón, que se fueron incorporando progresivamente a sus distintos reinos y territorios. En el Armorial Wijnbergen (rollo de armas medieval francés de finales del siglo XIII) aparecen los cuatro palos familiares descritos como del “roy d’Aragon d’or à 4 pals de guiules”. Como hemos visto el Reino de Mallorca los incorporó en su escudo de 1269. Luego le siguieron Barcelona, Valencia y Aragón. El escudo de Aragón con los palos familiares integrados más antiguo data de 1499 y está conformado por cuatro cuarteles: el Árbol de Sobrarbe, la Cruz de Íñigo Arista, una Cruz roja sobre plata y las 4 barras familiares aragonesas.

En cuanto a Barcelona, de 1261 data un escudo con una cruz (posiblemente la de la basílica de la catedral de Barcelona, en los siglos posteriores ya sería la cruz de san Jorge) y de 1289 un sello con una cruz cantonada con las armas reales (las barras). De la presencia de la barras Federico Udina añade que “bien es cierto que ésta (la cruz) viene cantonada por cuatro escudetes con los palos gules, pero, al igual que en otros escudos de la época, el emblema central es el básico”, la cruz. Barcelona mantuvo como símbolo la cruz hasta mediados del siglo XIV en que añadió los palos a su escudo (en un lápida de 1329 ya aparecen). Y en 1345 Pedro IV oficializó que el escudo de Barcelona estuviese compuesto por las barras (“signo nostro”) y el escudo de la ciudad (“signo dicte civitatis”).

Posteriormente el escudo acuartelado de la ciudad de Barcelona también representó al Principado de Cataluña. En cuanto a Valencia, adoptó los cuatro palos rojos sobre campo amarillo en 1377: “propi senyal Reyal de bastons o barres grogues e vermelles”. En los siglos posteriores Cataluña y Aragón usaron indistintamente sus respectivos escudos acuartelados o los cuatro palos reales.

Pero en el siglo XIX, durante la famosa “Renaixença catalana”, con su revisión historiográfica, el pancatalanismo se apropió de los bastones familiares aragoneses para fabricar “la bandera nacional de Cataluña”. No fue hasta la promulgación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1979 en que se consumó la sustracción: “la bandera de Cataluña es la tradicional de cuatro barras rojas en fondo amarillo”. Para la Comunidad de Aragón quedó “la tradicional de las cuatro barras rojas horizontales sobre fondo amarillo” con “el escudo de Aragón (…) en el centro de la bandera”.

A partir de ahí el catalanismo se olvidó de todos los siglos de historia de las barras de los Reyes de Aragón para seguir transformando la historia y la realidad documentada, y concretamente, en Baleares, para practicar una constante deslealtad institucional hacia los colores de Baleares reconocidos en el Estatuto de 1983 (amarillo, rojo y morado). Los quintacolumnistas baleáricos como el profesor de la UIB.cat Gabriel Bibiloni (www.bibiloni.cat) nos dice tan tranquilamente que los escudos cuatribarrados que hallamos en Baleares demuestran la catalanidad de nuestra tierra. Pero no es así.

Estos escudos (anteriores a la usurpadora “Renaixença catalana” y al Estatuto catalán) representan los colores del Rey de Aragón, ya que Mallorca, una vez desaparecida su dinastía privativa se reincorporó a los dominios del monarca aragonés, que tenía como escudo los cuatro palos. Y así se denominan y se reconocen en los inventarios de diversos archivos mallorquines tal como nos recuerda Segura “siempre los denominan ‘señal del Rey y bandera de Aragón’, nunca como baleáricos o mallorquines”, ni catalanes.

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