Europa no tiene mentalidad de equipo
Tanto Joseph Stiglitz, que en uno de sus últimos libros habla de la moneda única, el euro, como amenaza para Europa, como George Soros que alude a una crisis existencialista de la Unión Europea, apuntan al porqué del problema de la construcción de un espacio único en materia económica y monetaria y de la dificultad de conjugar intereses no solo tan distintos sino dispares entre una amalgama de países que realmente parecen tener muy poco en común y cada cual va a lo suyo. No hay, por decirlo en términos futbolísticos, mentalidad de equipo, lo del uno para todos y todos para uno; juegan individualidades por más fotos de rigor protocolario con sonrisas Profidén que luzcan en los testimonios gráficos.
Tras los teatrales apretones de manos y almuerzos de trabajo, cada uno enfila rumbo a lo suyo y solo apela a su corazón europeísta cuando toca pedir ayuda, concretamente monetaria, a esta Europa que nos une para lo bueno —sí— y para lo malo —de aquella manera—. Pese al airbag que representa todavía la política monetaria del Banco Central Europeo, las primas de riesgo de Italia y España avanzan peligrosamente y con ellas las de Portugal y Grecia. No bajarán esas primas de hoy para mañana. Los inversores deshacen posiciones en Madrid y Milán y llevan sus dineros al socaire del bono alemán.
A España, la deuda le costará más pese a que el BCE actúe como santo protector. El destino de Italia, justo con las dudas que levanta España, constituye hoy seria preocupación. Porque lo que está en juego, con la formación o no formación de Gobierno en el país transalpino y la posibilidad de nuevas elecciones, y con la moción de censura y los interrogantes sobre la gobernabilidad de España sin descartar un cambio de Ejecutivo que se traduzca en una marcha atrás brusca y en una explosión de nuestras cuentas públicas según lo que suceda; lo que está en juego, decíamos, es el euro y, más allá, la propia Europa, en tanto Unión Europea, con algunos países que al abrazar sus afanes populistas abrirían la puerta de salida.
Si tras el Brexit, Italia, por ejemplo, se plantea dejar Europa, aquí, en el viejo continente, se arma la marimorena económica y financiera. Y como las desgracias nunca vienen solas, el precio del petróleo complica todavía más ese ya de por sí delicado panorama. El plan de estabilidad español presentado para el período 2018–2021 a Bruselas partía, entre otras premisas, de un escenario en que el precio del barril de petróleo Brent se situaba en 67,7 dólares; hoy, supera los 80 dólares y los pronósticos son seriamente al alza, no descartándose que llegue a los 100 dólares.