El estado de la Nación es crítico; el Estado de la Nación agoniza
Siete años después, el Congreso de los Diputados vuelve a acoger un Debate del Estado de la Nación. El retraso es indiciario de hasta qué punto nuestra democracia vive una situación de progresivo declive, una decadencia que es fruto de los denodados intentos del Gobierno de Pedro Sánchez de debilitar el armazón institucional del Estado. En circunstancias como las actuales, más que un debate sobre el estado de la Nación lo perentorio es un debate sobre el Estado de la nación, porque los múltiples problemas derivados de la actual crisis económica cursan en paralelo a la degradación de lo que representa en sí mismo el Estado.
Pedro Sánchez acude al Congreso en un contexto crítico en lo general y crítico en lo que afecta al PSOE, un partido que ha perdido sus señas de identidad y que que ha sido fagocitado por el sanchismo. No hay que ser muy sagaz para aventurar lo que dirá y hará el presidente: echarle la culpa de la actual situación a Vladimir Putin y a la pandemia y asegurar que las medidas adoptadas por su Gobierno han sido las más sociales y progresistas adoptadas nunca por un Ejecutivo, a diferencia de las que adoptó Mariano Rajoy.
No habrá, por supuesto, autocrítica, y obviará la ignominia que ha supuesto que haya unido sus destino como presidente del Gobierno al de los enemigos de España, con esa retroalimentación bastarda de intereses entre el socialismo, el populismo, los separatistas catalanes y los herederos políticos de una banda de asesinos. Eso que Sánchez ha llamado «fuerzas progresistas»son las culpables de la degradación democrática de una nación que a los problemas económicos une la flagrante involución de unas instituciones asediadas hasta la náusea para lograr poner fin al régimen del 78, como ha vuelto a quedar de manifiesto con esa pútrida Memoria Democrática en la que Bildu ha dejado impresa sus garras. El estado de la nación es crítico, pero el Estado de la Nación agoniza.