El espíritu de Ermua ha sido aplastado por el espíritu del mal

El espíritu de Ermua ha sido aplastado por el espíritu del mal

Para las personas de mi generación decir “Ermua” era tanto como pronunciar la palabra “resistencia”, con todo lo que esa palabra representa. Ermua se constituyó hace veintidós años como el símbolo de lo mejor del País Vasco porque cuando allí se perpetró uno de los actos que representan lo peor del País Vasco, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, fuimos capaces de hacer aflorar también lo mejor de esta sociedad.

Fue en Ermua donde la gente salió a la calle, en espontánea y sentida manifestación, a gritar a los criminales de ETA que su tiempo se había acabado. Fue en Ermua donde los ertzainas se quitaron el verduguillo negro para que todos, también los malos, les vieran la cara y supieran, de una vez por todos, que ellos estaban con las víctimas. Fue desde Ermua donde se movilizó a millones de españoles que salieron en todos los rincones de España a pedir por la vida de Miguel Ángel y a reprobar con tanta firmeza como dolor a sus criminales y a sus cómplices. Fue en Ermua cuando el lehendakari Ardanza, ante la multitud, se subió a un improvisado escenario y dijo, por primera y ultima vez, algo que jamás habíamos escuchado en boca de un dirigente del PNV: “Con ETA, ni en los métodos ni en los fines”. Fue en Ermua cuando nació aquel espíritu de resistencia y lucha democrática que nos hizo creer que habíamos derrotado definitivamente a ETA.

Pero hace mucho, mucho tiempo, que aquel espíritu democrático y valeroso, aquella mirada critica y feroz sobre y contra ETA que recorrió España saliendo de Ermua ha sido acallado por los pragmáticos y los traidores. La memoria es débil… salvo la memoria de los malos. Ellos comprendieron aquellos días que a esos millones de ciudadanos que habían salido a la calle no les iba a meter ya en su casa ni Dios… Y fueron preparando la siguiente jugada en el mismo macabro objetivo: acabar con la democracia con el precio de vidas que fuera necesario… pero modificando la táctica. Y así nació Lizarra, ese pacto con el PNV que, pasado el apuro de Ardanza en Ermua, acudió presto a la ayuda de los terroristas. No es nuevo en la historia del terror: cuando ETA estaba fuerte, el PNV se moderaba; cuando ETA estaba débil, el PNV se radicalizaba. Los vasos comunicantes siempre les han funcionado a las mil maravillas.

No habían pasado unas semanas cuando ya los del árbol y los de las nueces estaban traicionado la memoria de Miguel Ángel y las esperanzas de los millones de españoles que creímos que aquel crimen marcaría un antes y un después en la colaboración entre ETA y el PNV, fundamentalmente por la respuesta ciudadana que se produjo. Pero no fue así y todo se fue diluyendo, todo volvió a su ser: cada oveja, con su pareja. Pasaron unos años en los que seguimos viviendo el espejismo de que todo había cambiado… pero no, nada cambió salvo el dolor de una familia, el dolor de quienes vivimos en directo el crimen, la ilusión traicionada, la esperanza fallida… Eso se quedó para siempre entre nosotros.

Se cumplió la vieja profecía: los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Y los hijos de las tinieblas volvieron a lo suyo. Y ETA logró colarse en las instituciones y desde allí, con la complicidad del PNV y la colaboración del PSOE y del PP (los unos como estrategia, los otros con complejo, que no se si es aún peor) comenzaron a reescribir la historia de ETA… y la de Ermua también.

La de Ermua la escribieron con letras invisibles, con olvido. ¿Cuántos jóvenes de hoy saben quien fue Miguel Ángel Blanco? ¿Cuántos jóvenes de hoy recuerdan su secuestro, su cruel asesinato? ¿Cuántos jóvenes de hoy recuerdan como la gente salió a la calle, en sus pueblos del País Vasco y con la cara descubierta a enfrentarse con ETA, a despreciarles, a señalarles como criminales…? ¿Cuántos jóvenes de hoy saben lo que fue aquel espíritu de Ermua?

El olvido es la peor de las traiciones, más doloroso aún que el crimen. Aunque tengo para mí que hay aun algo más perverso, más dañino: el escarnio, la mofa, el insulto a la memoria que aun se resiste a morir. Por eso, porque el olvido no es suficiente para saciar sus malsanos instintos, en el día en el que se cumple el vigésimo segundo aniversario de aquel crimen horrendo que movió a la ciudadanía contra ETA, sus herederos y sus cómplices- en primera y segunda instancia- han decidido ciscarse en su memoria de la manera más cruel que les era posible y han nombrado Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Guipúzcoa a uno de los herederos y representantes de quienes asesinaron vilmente a Miguel Ángel Blanco.

Verán, la elección del día no es casual; ellos, los malos, los cómplices y los tibios (espécimen despreciable donde lo haya) han querido homenajear ese día a los asesinos y por eso les han colocado en el lugar que más humillación a las víctimas puede causar. Los jóvenes de hoy, que no conocen la historia, verán con naturalidad que un tipo que nunca condenó a ETA y que forma parte de ese colectivo que homenajea a los asesinos ha sido elegido Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de una institución democrática; ergo, es un demócrata; ergo, asesinar no estuvo mal; ergo… todos son igualmente víctimas: Miguel Ángel Blanco tendrá, en la mente de todos esos nuevos jóvenes, la misma categoría que el criminal que apretó el gatillo y lo dejó tirado en una cuneta.

Es tan miserable todo que cuesta escribir, que cuesta incluso pensar en ello. Lo que acaban de perpetrar en Guipuzcoa (mayoría PNV, ese partido de misa diaria) los dirigentes políticos elegidos democráticamente va más allá de la banalización del mal de la que hablaba Hanna Arendt. Es la deshumanización de la víctima y la exaltación del asesino; es la humillación (si, otra vez la palabra) de todo lo bueno, de todas las buenas gentes que han arriesgado o dado su vida para proteger la democracia. El trece de julio de 2019 el espíritu de Ermua ha sido aplastado por el espíritu del mal, por los hijos de las tinieblas. Y, ¿saben lo que es peor? Que hay millones de españoles que ni siquiera se han enterado y otros varios millones a los que les importa un bledo.

No, no hay esperanza en este artículo. Solo hay indignación y dolor. Y vergüenza por formar parte de esta tierra que no es capaz de honrar como se merecen a nuestros muertos.

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