España en infames tiempos

España en infames tiempos

Que España está atravesando un periodo negro de su trayectoria constitucional, es algo evidente. Que se confía en Europa como el hada misericordiosa para nuestros problemas, de ensoñación vive el hombre. Que la Europa celestial está en peligro, una realidad palpable. La cuestión: quién gestionará la situación.

La primera legislatura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno podría catalogarse de pintoresca. Llegó al cargo mediante una moción de censura basada en una motivación fraudulenta. La incorporación de Pablo Iglesias, como la segunda cabeza de una farsa de coalición, inauguró una era absurda de ocaso constitucional, pero de potencialidad anarco-fraudulenta, servida por personal manifiestamente mediático, pero de acrisolada incompetencia y chulería.

En la segunda legislatura, Sánchez, habiendo sido derrotado por la denominada «perversa derecha», tuvo que crear apoyos parlamentarios, para lo que emprendió un prolongado manifiesto de descargo de la lealtad constitucional, que culminaron al tener que ofrecer por mandato de los condenados separatistas la amnistía, que significa una brutal violación contra el Estado de derecho. El fraude se justificó por la necesidad de perdonar y atraer a la senda constitucional a los autores del golpe de 2017.

Voluntarismo ajeno, preñado de cinismo, con el que justifica las potestades impropias de su magistratura mediante un manifiesto adanismo político.
Desde entonces la deriva totalitaria ha sido y es evidente. La forma que alcanzó la investidura para su legislatura es, simplemente autocrática, convirtiendo a la Presidencia del Congreso en muñeco de guiñol. Sánchez no tiene plan, actúa por estímulos para confeccionar relatos oportunistas sin poder asegurar resultados. Para ello emplea un enemigo polimorfo: la extrema y ultra derecha. Su lema: no todos los españoles son iguales ante la ley.

Un rasgo característico de Sánchez es la de falsario permanente con dotes de actor. Su forma de gobernar es anárquica. No existe plan, a verlas venir, él es la ley. Confunde España con él, lo bueno para él lo es para los demás. Se ha hecho con las instituciones del Estado, como la Fiscalía General del Estado o el CIS, que las utiliza para sus fines. Pero el problema que representa Sánchez entraña otro: ¿Cómo un presidente de Gobierno puede hacer lo que hace sin que se pongan en práctica mecanismos constitucionales que lo eviten, o es que no existen esos mecanismos? Parece ser que no.

Es cierto que constitucionalmente, la soberanía reside en el pueblo y que se ejerce por tres poderes independientes. Esta característica se ha ido debilitando sucesivamente, así el sistema de partidos hace del legislativo un instrumento del ejecutivo, que a su vez legisla para rebajar, por ley, la independencia del judicial.

España está atravesando por una peligrosa crisis institucional relacionada con un prolongado ejercicio abusivo de la presidencia del ejecutivo dirigido, principalmente, al hecho de conservar el cargo. En estas condiciones la política gubernamental se ejerce desde un puro personalismo orillando el interés nacional o poniéndolo en grave peligro.

Pero el presidente Sánchez se beneficia de la progresiva debilidad del sistema, de la que él es patrocinador, algo que se puso en evidencia en 2017 con la declaración de independencia del nada honorable Puigdemont y con la nefasta aplicación por el PP del artículo 155 de la Constitución. Hubo juicio y condenas, pero los partidos golpistas desde los que se fraguó el golpe, no fueron ilegalizados. Siguen actuando abiertamente en las Cortes Generales y prestan un apoyo imprescindible al mandato de Sánchez y a sus fines separatistas.

Si de algo ha dado muestras Sánchez es de una enorme irresponsabilidad, pero ha servido para poner de manifiesto la debilidad del régimen del 78. Cómo puede justificarse una amnistía sobre la base de una supuesta «reconciliación», que tiene como finalidad el apoyo parlamentario. La pregunta es: cuánto vale la promesa pública de su aceptación del cargo y el cumplir y hacer cumplir la Constitución, en vista de cómo ejerce el cargo. Si la promesa de aceptación del cargo es vacua, cómo se pone límite al desafuero institucional. Las preguntas pueden extenderse a las medidas que ha tomado gran parte de la oposición para paliar el desafuero: puras formalidades.

Dentro de estos infames tiempos, todavía nos queda la esperanza, que de todos los desafueros y abusos de poder cometidos, Sánchez tiene los días contados por un desafuero menor, la corrupción esférica que le rodea. Parece ser que la traición no se castiga, que la tiranía tampoco, pero la corrupción que vamos descubriendo sacará al personaje de la Moncloa. Después tendremos una ardua tarea para reconstruir el Estado y mejorar el futuro de los españoles.

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