Enfermos de la mentira

mentira

Sobre la mentira se ha escrito tan poco como sobre la pereza. De esto último, esbozó algo Paul Lafargue, en un ensayo que el zurderío marxista lo consideró entonces el tronco intelectual sobre el que basar su lucha, esto es, su vagancia. Exigir trabajar menos y ganar más es algo que sólo desde el poder coercitivo del Estado se puede obtener, y para ello, inundan de burocracia y leyes las instituciones, porque en lo aburrido siempre campea el parásito. La dictadura del proletariado era esencial hasta que descubrieron que lo importante era controlar a las masas mediante la educación, y a ello se puso Gramsci con sus escritos y Goebbels y Münzenberg con la propaganda. Desde entonces, un manual de carnicería y miseria.

Marco Aurelio pensó y denunció la pereza, que hoy los cursis llaman procrastinación, aunque quien mejor la caló fue Jodorowsky, que la tildó de «madre de todos los vicios». Yolanda Díaz es hoy la madame viciosa que quiere imponer la pereza como mandamiento del buen ciudadano, de la misma forma que Montero instaura la mentira entre bocado y bocado al diccionario. Son el epítome de una farsa que vive del buenismo retórico y la maldad factual, donde delito y engaño se dan la mano en maridaje perfecto y alevoso entre Gobierno y súbditos del pesebre.

Yolanda, que no leyó a Lafargue, ni a Marx -en realidad no ha leído a nadie- insiste en que trabajar es un abuso a extirpar de la sociedad, seguramente porque cree que la renta y el salario se obtienen invocando a los teletubbies, y su camarada Montero imita al jefe de ambas, afanándose en presentar una España que no existe. Todos ellos saben que la mitad de la nación sigue en la burbuja socialista que considera el dinero un artículo de fabricación casero. El club de la impresora no quiere que los ciudadanos despierten y vean que el Estado respira a través de la deuda pública, los fondos europeos y la confiscación. Hasta que eso dure, el progresismo seguirá inventando su progreso, mientras la batería de la superioridad moral se recarga en prostíbulos y paraísos fiscales.

Nos hemos enterado por casualidad que vivimos en el mejor de los mundos, gracias a la política liberadora de Pedro, que atrae tantos turistas como delincuentes, unos, carne de Marruecos y otros, carné de Ferraz. Nos habla del progreso que sólo ven los bolsillos de quienes monopolizan el BOE, es decir, los ricos que pueblan el argumentario socialista de envidia, rencor y odio, y la cuenta corriente de los amigos y familiares del Gobierno, que son todos los que levantan el puño, famélicos de subvención. Sin embargo, la percepción social es que la pobreza se dispara entre las familias, la inflación ahoga la economía real y las pensiones suben un 9% desde que Felonía ocupó Moncloa, mientras el salario medio que mide la salud de una nación disminuye a niveles tercermundistas. Y en ese éxtasis propagandístico, ni una palabra sobre lo que le hizo subirse al trono del poder y que le mantiene demacrado: la corrupción, tan vasta entre sus huestes como basta es su formación.

Y ya que hablamos de formación escasa y sinvergonzonería extensa, no podía faltar, la semana en la que Sánchez hizo balance económico de la fantasía, Pepe Álvarez, el liberado jeta de UGT, que salió a decir que la prostitución no es un trabajo. Como el sindicalismo, que tampoco lo es. Al igual que el sindicalismo, la prostitución es un vicio que vive del dinero ajeno. Sobre todo, la del PSOE. La diferencia es que, en el caso de los sindicalistas, el proxeneta es el Estado. Y Pepe, el liberado, lo sabe. Por eso ataca la prostitución, pero no a su mejor cliente, vaya a ser que le quiten la subvención de la que tan bien vive y se alimenta.

Es bueno recordar, a quienes asisten atónitos a este espectáculo dantesco de corruptos y soplagaitas, delincuentes y charlatanes, cerdanes y koldos, que la construcción de la percepción es un arma comunicativa que en política da más frutos que una realidad poderosa, sobre todo cuando ésta se asienta sobre cimientos narrativos más débiles. Y en esa bacanal de la mentira, en la que España está peor con el socialismo que antes de su llegada, un estancamiento que empezó cuando Zapatero cambió democracia por talante caribeño, el PSOE expide másteres de trola continua, sin que nada ni nadie le pase factura. Parece que la pereza se ha instaurado también entre quienes desean hacer la revolución desde el sofá y una tabla de Excel.

Lo último en Opinión

Últimas noticias