La desvergüenza del fugitivo Illa
Se ha marchado, ha huído, del Ministerio de Sanidad con estos datos oficiales (los auténticos son aún peores) trágicos: España, personas infectadas, 95.000; personas muertas, 800. Cifras globales del martes. Este es el balance de un político, en fuga, Salvador Illa, que, sin embargo, acumula dos constancias curiosas: que su jefe le califica como el mejor ministro de Sanidad que haya habido nunca en España, y que preside las encuestas de intención de voto en Cataluña, sondeos no sólo el desahogado de Tezanos y su oneroso CIS, sino casi los de todas las empresas demoscópicas más o menos serias. En una democracia acreditada, con este balance el tipo en cuestión regresaría a su pueblo con las orejas gachas, casi de incógnito no fuera a ser que le apedrearan. Pero, por si el resumen con el que he empezado resulta breve, relato ahora otro más largo que acredita la penuria, cuando no la inane gestión y hasta la negatividad, con que IIla ha ejercido de gregario de Sánchez en el Ministerio de Sanidad.
Primero, se ha ido con los hospitales de todo el país a punto del estallido, por más que los negativistas se han echado a la calle a proclamar que hay camas vacías por todos los centros. Segundo, su fuga coincide al segundo con una cobertura de UCIS por coronavirus que alcanza ya el 80 por ciento de su capacidad. Tercero, ha programado al alimón con su mecenas Sánchez el escape viajando a Cataluña, la que él y el PSOE pretenden gobernar, con unos números pandémicos que son los peores del país: Cuarto, ha emprendido una gran evasión política, sin que los hospitales alojen al cien por cien de su población sanitaria; es más, en un momento en que las bajas por traumas físicos y psíquicos, han aumentado por encima del 20 por ciento del contingente técnico, desde médicos a celadores. Quinto, ahora mismo estos profesionales se están empezando a plantear el temido “triaje”, o sea la selección de pacientes a los que se puede atender o, sencillamente, dejar que se recuperen por sí solos. Y sexto, después de fardar el 30 de diciembre ignominiosamente con su jefe Sánchez con la llegada urgente de vacunas para inmunizar masivamente a los españoles, ahora se está demostrando que no existen según lo prometido estos viales y que, a mayor abundamiento, los criterios de selección son absolutamente subjetivos.
El nuevo Colegio de Médicos de Madrid (me refiero al nuevo porque el anterior era sólo una franquicia de Podemos) ha advertido de que España camina inexorablemente hacia el “colapso del sistema sanitario”. No es esta una institución que hable por boca de ganso; es una entidad profesional y científicamente muy respetada, que avisa de una situación que merecería por parte del Gobierno, no el cese de su primer responsable, sino, por ejemplo, la estructuración de una auténtica comisión de técnicos que gobernara no políticamente, sino sanitariamente una situación que en estos momentos es desesperada. Pues bien, lejos de una actuación tan simple y sensata como ésta, Sánchez deposita la Sanidad en manos de una letrada de medio pelo que lo único que reconoce saber de esta Sanidad es cómo aplicar una tirita sin que se despegue del todo.
Pero, con ser una desvergonzada decisión la designación de Illa como vedette invitada a las elecciones regionales de Cataluña, y la escapada del tristísimo ex ministro a su territorio de origen, no lo es menos el hecho de que esta región, según apuntan las encuestas, se vaya a inclinar en las elecciones del 14 de febrero (si se celebran, que está por ver) por un individuo cuya gestión acabamos de fotografiar. La pinta es que aquella región, otrora vendedora de un “seny” europeo sin parangón en toda España, es hoy una sociedad patógena, que va infectando de unos sujetos a otros, hasta convertirla en un auténtico hospital social en el que, cada vez que se abren las urnas, ganan los peores. Elección tras elección.
De eso se aprovechan los políticos instalados en la pillería que varían de objetivos según soplan los vientos. Él, Sánchez que todavía se da el morro con los secesionistas sediciosos de Cataluña en Madrid, pretende ahora articular una operación para dejar a sus socios al margen, y ayudar a las veleidades de Arrimadas y Ciudadanos. Esa es la apuesta que tiene ordenada rellenar Illa: coalición para vender la especie de que al PSOE y a su infumable líder Pedro Sánchez, les ha entrado un ramalazo de cordura, y pretenden una coyunda con los partidos constitucionales para sacar de la Generalidad a toda esa serie de fanáticos que han llevado a Cataluña a las tinieblas exteriores. La operación está todavía en estado embrionario, pero ya la apuntó el sábado pasado en Cataluña Pedro Sanchez. Es más, la especie tóxica que ya ha empezado a expandir la factoría de Iván Redondo, es que ahora el gato se pasea por el tejado del PP y Ciudadanos que son los que tiene que decidir si se quedan ahí, emparejados solo con ellos mismos, o bajan al terreno y fichan por la trampa andrajosa que les tiende Sánchez, y el pobre furtivo Illa. En el mundo occidental decente una fuga como la de Illa solo sería recompensada con un ninguneo absoluto, o quizá, esto no es imposible, con una rendición de cuentas ante los tribunales por su presunta y dolosa gestión en Sanidad. Aquí en España, no, y ¡qué decir de Cataluña!, un personaje como él va a ser votado en las urnas. El desvergonzado Illa y su promotor Sánchez, nos provocan vergüenza ajena.
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