La derrota de un gobierno confiscatorio
El Gobierno ha sido derrotado en el Congreso al introducirse diferentes enmiendas que han anulado el impuesto a las energéticas, gracias a la alianza de PP, VOX, Junts y el PNV, que han impedido este expolio que supondría una fuga de inversiones de dichas empresas hacia otros lugares.
Esto muestra la debilidad del Gobierno, que en materia de política económica es mucha, pues Junts y el PNV pueden mantener a Sánchez para tratar de sacarle todo lo que puedan, pero no están dispuestos a que se aplique una política económica de extrema izquierda que empobrezca también a sus regiones, pues, al fin y al cabo, sus votantes tienen un perfil, en cuanto a la política económica a aplicar, de centro-derecha.
Por eso, no han sacado adelante el impuesto a las energéticas. El Gobierno lo llevará adelante por RDL, pero el Congreso volverá a tumbarlo. Alguna estratagema querrá poner en juego Sánchez argumentando que el devengo se habrá producido, pero legalmente no se sostiene dicha afirmación si no es convalidada por el Congreso.
Sin senda de estabilidad, sin presupuestos y con un paquete fiscal mermado frente a lo que prometió a Bruselas -que lo ha aceptado como válido, sorprendentemente-, quien debería atar en corto a Sánchez y no creerse las fantasías económicas que pone en los planes que envía a la UE, Sánchez preside un gobierno atado de pies y manos, acosado por los escándalos de corrupción, cada vez más cercanos al presidente del Gobierno, al ir estrechándose el cerco, que podrá subsistir ocupando el poder el tiempo que sus socios le dejen para tratar de exprimirlo, pero que no podrá hacer nada, porque no tiene fuerza parlamentaria para ello. Puede estar mientras le dejen sus socios, pero nada más, porque le tumban la mayoría de sus iniciativas.
El Gobierno no tiene otra política económica que la que sigue, equivocada, de incrementar exponencialmente el gasto y subir confiscatoriamente impuestos. Ha subido los impuestos cada ejercicio y si no lo ha hecho en alguno es porque no ha contado con respaldo parlamentario para ello, pero es su obsesión: exprimir a los contribuyentes para seguir gastando de manera poco eficiente, poco útil, con amplio despilfarro.
El Gobierno del presidente Sánchez está desesperado y trata de subir más impuestos, pero no puede, porque no cuenta con mayoría para ello. No es más que la continuación de una política tributaria confiscatoria. Desde su inicio no ha podido llevar a cabo política alguna seria, porque avanza a golpe de necesidad, con la firma de cheques, cada vez más cuantiosos, cada vez más populistas, cada vez más nocivos, para comprar algo más de tiempo en La Moncloa. Ahora bien, es un gobierno confiscatorio derrotado, atado de pies y manos, que busca permanecer en el poder, pero que no puede hacer nada. Sánchez debe convocar elecciones y dejar que España recupere la normalidad, que es clave para la seguridad jurídica, la certidumbre y la confianza, claves, a su vez, para la economía.