El coste de la ruptura del bipartidismo

El coste de la ruptura del bipartidismo

La fragmentación política es una realidad. Si analizamos la situación de forma muy superficial, podríamos centrarnos en los ingeniosos juegos de palabras de los últimos días: socios preferentes, gobiernos de cooperación, etc. Es verdad que jugar con las palabras siempre ha sido muy propio de los políticos y dado el escenario de pluralidad política actual, esto es solo el principio de un nuevo diccionario que sin duda estará lleno de eufemismos y circunloquios en clave de estrategia partidista.

Yendo más allá, la ruptura del bipartidismo supone el inicio de una nueva política de pactos, que tiene aspectos muy positivos, pero también otros que pueden ser nefastos para la calidad de nuestra democracia, como es la dependencia con los partidos populistas para formar gobierno. Cuando en 2007 nació UPYD y enarboló el discurso de la transparencia, la regeneración y la transversalidad ideológica, el objetivo estaba claro: revolucionar el sistema para lograr más igualdad, mejorar la calidad de nuestra democracia y acabar con los vicios del bipartidismo. Las principales líneas del movimiento 15M (año 2011) tenía muchas similitudes con el ideario de la formación magenta, pero quiénes lo supieron capitalizar en votos realmente fueron los populistas de Podemos tras distorsionar radicalmente el mensaje original y pervertir el espíritu que nació en Puerta del Sol. Y si la aparición de los populistas de izquierdas ya supuso una gran preocupación, no lo ha sido menos el auge de los mensajes de extrema derecha de los que estamos siendo testigos actualmente.

Todo esto debe llevarnos a revisar la estrategia de regeneración democrática. Ahora mismo, el PP y el PSOE siguen viendo con buenos ojos a las formaciones radicales que les acompañan en su espectro ideológico, es decir, VOX y Podemos, respectivamente. Para romper ese cordón que une a los bipartidistas con sus amigos populistas, hace falta un mensaje potente desde el centro. Si no se aborda así el problema, los extremos irán ganando cuotas de poder, lo que les permitirá seguir contaminando el discurso político.

Por ello, sigue siendo necesario dar un toque de atención y una lección de humildad a populares y socialistas, y eso pasa por que pierdan algunas instituciones que llevan años gobernando. Por eso, es muy positivo que el PSOE haya perdido la Junta de Andalucía y por eso también sería positivo que hubiese un cambio de gobierno en la Comunidad de Madrid. Esto último sería más fácil si el cambio no dependiese de los votos de la tropa de Errejón, lo que complica la suma e invita a buscar la regeneración de las instituciones madrileñas por otro camino. No obstante, si Ciudadanos quisiese apostar por un formato que contase con el PSOE tiene el camino allanado tras la maniobra de los populares al llegar a un acuerdo con la formación de Abascal sin haber terminado de negociar con los naranjas.

¿Dónde quedó eso de que Cs era el socio preferencial del PP? De todas formas, como dudo de que exista cualquier posibilidad de reforzar conjuntamente el centro-izquierda o el centro-derecha, la única esperanza que nos queda es que la institucionalización de los partidos populistas les pase factura. Pues los partidos que apuestan por pescar en el caladero del voto del cabreo, acaban perdiendo apoyos si empiezan a ser percibidos como parte del establishment. Algo así le pasó a Podemos cuando el señor Iglesias y la señora Montero decidieron comprarse su chaletazo. Lo malo de confiar en la institucionalización como medida para combatir al populismo es que lleva tiempo. Y mientras tanto, las políticas económicas bolivarianas de unos o los mensajes xenófobos de otros van entorpeciendo la construcción de una España próspera y progresista a la que algunos aún aspiramos.

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