Cospedal no puede ser juez y parte

Cospedal no puede ser juez y parte

El Partido Popular del futuro debe estar basado en la democracia interna, la participación y la transparencia. En ese sentido, estas Primarias son una buena oportunidad para mostrarle al propio electorado la voluntad de renovación que ha de tener la formación de Génova 13. Por mucho que María Dolores de Cospedal abandone la Secretaría General para ser candidata, debe ser la primera interesada, y la primera impulsora, de un proceso limpio que culmine en la elección del próximo presidente de los populares. De otro modo, el PP empezará la nueva etapa dividido dentro de su propia casa. Esa es la peor señal que le pueden lanzar a los miles de votantes desencantados que los han dejado de votar.

Si este proceso se hace en aras de remozar la imagen y la realidad fáctica del partido, no tiene sentido reducir la inscripción en vez de ampliar las fechas para que participe el mayor número de afiliados posible. Las críticas de uno de los aspirantes, José Ramón García Hernández, tienen sentido al reclamar que todos los afiliados del PP puedan votar sin inscripción previa. Si bien hay que mantener un control mínimo, no es menos cierto que una formación con un censo de 869.000 militantes no se puede permitir tener sólo 66.384 inscritos para las Primarias, ya que apenas alcanzan la raquítica cifra del 7,4%.

Con una participación tan baja, pierde sobre todo el Partido Popular y su proyecto a medio y largo plazo. Se diluye la sensación de fortaleza y unidad que podrían dar tras esta convocatoria electoral interna. La transparencia también debe ser otra cuestión perentoria. La candidatura de Pablo Casado ha reclamado que haya más interventores que vigilen todo el proceso. Algo que no debería ser exigido, sino una norma. El partido había empezado de manera prometedora con siete candidatos en una demostración de variedad de proyectos y posibilidades. Algo en lo que deberían perseverar, más si cabe después de que Mariano Rajoy se hiciera a un lado y renunciara al dedazo. Está en juego la credibilidad del PP en el futuro, un centroderecha fuerte y, por extensión, la estabilidad de España.

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