Candilazos

CoronaETA

CoronaETA
Segundo Sanz

«Hay un virus que ha infectado al socialismo —comunistas, nacionalistas y separatistas ya lo estaban— hasta una degradación moral repugnante. Una cepa que se ha propagado por la clase política dispuesta a blanquear la historia criminal de quienes cometieron 858 asesinatos. Esta fiebre acuciante es el CoronaETA, que se manifiesta con el sesgado argumento de que “como ETA ya no existe…”, pues todo vale.

De momento, ETA no ha sido derrotada socialmente. La banda no ha pedido perdón a las familias de estas víctimas mortales, ni tampoco se ha dirigido a los más de 6.000 heridos durante 40 años de terror. Y menos aún ha contribuido a arrojar luz sobre los 379 crímenes sin resolver. Sus cabecillas siguen en la cárcel sin arrepentimiento alguno, como el ideólogo José Antonio Urrutikoetxea, alias Josu Ternera, quien se encuentra en Francia a la espera de ser entregado a España. Y los herederos de sus marcas políticas, los bildutarras, se sientan en el Congreso. Incluso son socios del Gobierno del felón Sánchez. Ahora comparten mesa y café con la socialista Lastra para negociar los Presupuestos.

También los homenajes a los pistoleros de ETA continúan en las calles de País Vasco y Navarra. En las aulas se quiere vender que el derramamiento de sangre partió de una “revolución juvenil” y en la Universidad campan a sus anchas los cachorros de kale borroka con tributos a sus “gudaris” del tipo: “El fuego que encendisteis nos iluminará el camino. Luz eterna”. Asco infinito.

Esteban, el vocero de los recogenueces, decía esta semana en las Cortes que no se puede revertir el acercamiento de presos de ETA iniciada por el Gobierno de Sánchez “cuando no existe ETA” y “se trata más bien de una política que lo que hace es humanizar no tanto para los presos sino para todas sus familias, que tienen que desplazarse constantemente a visitarles”. ¿Y qué pasa con las familias de los muertos? De ellas no se acordó el siniestro portavoz, siempre más cerca de los verdugos que de sus víctimas. Eso sí, cuando le recuerdan que la mierda del vertedero de Zaldibar le llega al cuello al ser los suyos incapaces de hallar tres semanas después a los dos trabajadores sepultados, el sietemachos peneuvista se revuelve nervioso.

Pero lo más nauseabundo es presenciar al ministro del Interior contagiándose del CoronaETA para justificar su política penitenciaria tras la moción de censura de 2018: casi 60 reclusos de la banda han sido acercados o se les ha flexibilizado el grado bajo mandato de Grande-Marlaska, aquel juez implacable que fue objetivo del ‘comando Vizcaya’. Para entonces todavía no había dado positivo.

Lo último en Opinión

Últimas noticias