‘Cocktail’ para finalizar el verano: un virrey, Venecia y Trump

‘Cocktail’ para finalizar el verano: un virrey, Venecia y Trump

Ahora que las fronteras vuelven a estar en dudosa fluidez, aprovecho el último día de agosto para hacerles volar a otro lugar y época. Este texto me sirve de broche final para cerrar unas vacaciones diferentes, y tomar algo más de aire antes de sumergirme de nuevo en los túneles oscuros del ministro Castells, los tristes aires de grandeza de los ex comunistas (Sres. Iglesias, por favor) o el cada vez más agriado y descompuesto rostro del marido de Begoña.

A finales del siglo XVII, llegó a Italia un personaje español que contribuyó de manera decisiva a la introducción de la cultura italiana en nuestro país. En él confluyeron las Casas de Medinaceli, Alcalá, Segorbe y Lerma. En un momento histórico en el que la autoridad de los virreyes era equiparable al de los principados italianos, estableciendo una rivalidad cortesana, ceremonial y diplomática que tuvo su mayor repercusión en el auge del mecenazgo y del coleccionismo de obras de arte, Luis Francisco de la Cerda Fernández de Córdoba Folch de Cardona y Aragón, IX duque de Medinaceli, fue nombrado virrey de Nápoles.

Era la época del Grand Tour, en cuyo mapa estaba marcada en rojo la ciudad de Venecia, y todo acaudalado visitante ansiaba llevarse consigo al menos una imagen de la ciudad para que constara su estancia en tan deseado lugar. La colección de pinturas del IX duque de Medinaceli es un buen reflejo de lo expuesto. De la Cerda reunió un extraordinario conjunto de vistas de ciudades italianas (veduta, en plural: vedute). Aquí me centraré únicamente en dos de la ciudad de Venecia. Son obras del paisajista holandés Gaspar van Wittel (Vanvitelli). De todas las contribuciones que han hecho los países del norte de Europa a la historia del arte, la pintura holandesa de paisaje ha alcanzado la más perdurable importancia y popularidad.

Las dos vistas pasaron a la Casa Real. Presumiblemente, se podría pensar que fueron obsequios destinados a que la Casa de Medinaceli volviera a congraciarse con los Reyes, tras la -nunca demostrada- traición de Luis Francisco de la Cerda a la Corona de España por su contacto con el pretendiente austriaco, y que le llevó a ser detenido en el Castillo de Pamplona, donde murió en 1711. La primera de ellas, Vista de la Plaza de San Marcos de Venecia, dejó de ser por unos años Patrimonio Real. Tras la muerte del hijo menor de Felipe V e Isabel de Farnesio, el Infante Luis Antonio, la colección fue repartida entre su viuda, María Teresa Vallabriga y Rozas y, luego, entre sus tres hijos: el futuro cardenal Luis María, la condesa de Chinchón y la duquesa de San Fernando.

Hacia los años treinta de aquel siglo, José de Salamanca y Mayol llegaba a Madrid. Este ávido malagueño, una de las personas más influyentes de la España de mediados del siglo XIX, compró el cuadro en 1845 a la duquesa de San Fernando, María Luisa de Borbón Villabriga. Poco tiempo estuvo dicho cuadro en su poder. Isabel II se lo cambió por unas acciones de ferrocarril Madrid-Aranjuez para sanear su difícil situación económica. Actualmente, esta obra forma parte de Patrimonio Nacional y está en depósito en el Palacete Albéniz de Barcelona. El segundo cuadro, Vista de Venecia desde la isla San Giorgio, que ha convivido con el anterior hasta el inventario de la testamentaría de Carlos III, ingresó en el Museo del Prado, en cuyos almacenes se encuentra en la actualidad.

Ambas pinturas constituyen una fuente documental de primer orden, que informa de manera precisa sobre la sociedad veneciana de aquella época, así como sobre la arquitectura de los barcos y las técnicas utilizadas para desplazarse. Vanvitelli, heredero de la miniatura holandesa y en su condición de extranjero, nos legó este bien documental, cuya trascendencia irá creciendo con el tiempo. Me pregunto qué medios tendrán dentro de tres siglos para averiguar cómo hemos pasado este verano pandémico, cómo nos relacionamos, cómo exteriorizamos nuestras inquietudes.

Si cada vez se lee menos; se escribe más, pero peor; todo se basa en imágenes narcisistas y la mentira es considerado un bien nacional, este período que estamos construyendo será la entronización de lo falso, el fake period. Trump, el símbolo emblemático de nuestra decadente cultura occidental, ha sido reelegido como candidato republicano para las elecciones del próximo 3 de noviembre en Estados Unidos. Con sus aires satánicos, respeta la sintaxis, pero juega con el argot. Actitud Donald Trump, una vez más. Se acaba oficialmente el verano y, con él, mis posibilidades de evasión. Castells, Celaá, a las trincheras, que volvemos a la carga.

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