En el cerebro de un ‘indepe’ (raholí, raholá)

Pilar Rahola

No suelo dedicarle ni un segundo a la prensa nacionalista (desde el inicio del procés, nacionalista, independentista e, incluso, catalanista es lo mismo), pero me llegan las noticias de la publicación El Catalán que, como saben, dirige el gran Sergio Fidalgo, y veo una referencia que me anima a asomarme a ese mundo de pastorets delinqüents que es, muchas veces, El Nacional.cat. Se trata de un artículo de Pilar Rahola, y nada más oportuno que leerlo para engrasar la maquinaria de alerta que todo constitucionalista debe llevar activada.

Sí, ya sé que muchos de nuestros intelectuales y pensadores están convencidos de que el procés murió y de que todos los golpistas saben que les volverá a caer la del pulpo si hacen las mismas trastadas. Pero quizá valga la pena de tanto en tanto seguir los razonamientos en vivo y en directo de esas mentes que apoyaron aquel intento de golpe de estado que tanto daño nos hizo; intentar (no «entender», porque esto no merece tal esfuerzo) simplemente seguir el discurso que fue habitual para ver si se detecta algún cambio tras la experiencia.

Rahola habla de la existencia de una «represión sistemática» después de aquel muy revelador 1-O en que los ciudadanos de Cataluña salimos a la calle a manifestarnos contra el feroz avasallamiento del establishment y para demostrar al mundo que aquello de que Cataluña tenía una uniforme voluntad independentista era una pura falacia. Imagino que esa «represión sistemática» es llana y simplemente el empeño de la Justicia y de las fuerzas y cuerpos del Estado en que se mantenga la ley constitucional y orden civil más básico. Y que no vendría ocurriendo desde el 1-O, pues de esa imaginaria «represión» llevan quejándose desde hace por lo menos 100 años. De hecho, esa paranoia es la base de un movimiento utópico que nos ha destrozado.

Se alegra Rahola de que «la ciudadanía independentista» vuelva a organizarse a través de multitud de actos, entidades y aniversarios. Y añade, esperanzada, «parece que hay mucha gente que vuelve a la acción cívica para defender la independencia» y menciona a Xavier Antich y Lluís Llach, a quienes llama «dos de los grandes referentes éticos del país». «Éticos», ¿eh? Y reconoce que va a ser difícil renovar un «movimiento de masas» como el que creció desde el 2012 para estallar en el 2017.

Pero también está segura de que ese «rumor» que percibe «no es de viento» y que no es «contradictorio con las amplias fugas de voto independentista». Por más que Sánchez, Illa, PSOE y PSC hablen de que han bajado el suflé, de que han desactivado el independentismo y de que nos han «pacificado» y devuelto la «concordia», «los síntomas son poderosos», dice: «el independentismo cívico» (que fue todo menos «cívico». De hecho fue «terrorista») está volviendo.

Y que la aplicación de la amnistía, «que se hará efectiva por mucha rabieta que haga la justicia patriótica», lo que hará será liberar «ingentes energías en favor de la cuestión catalana», como el regreso del fugado Puigdemont. Opina que se están construyendo las bases «de un nuevo ciclo independentista». En fin, que ese viento que no es viento, que quizá no sea más que una flatulencia monumental, la llena a ella de optimismo.

Yo espero que todo eso no sea nada más que wishful thinking, pero gracias a esos Sánchez, Illa, PSOE y PSC que dibuja como pardillos a quienes les han tomado el pelo (cuando el único que toma aquí el pelo es Sánchez y todos los que le deben el sueldazo), en los sueños húmedos de gente como Rahola vuelven a aparecer  «resurgimientos» y «esperanzas». Y, de momento, ya sabemos que la financiación «singular» de Cataluña le costaría 20.000 millones al resto de comunidades. Un buen peix al cove (algo para la cesta) para la insolidaridad bochornosa de demasiados conciudadanos míos.

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