Cataluña no nos roba: sólo nos marca el camino

Cataluña no nos roba: sólo nos marca el camino

La concesión de la soberanía fiscal a Cataluña a cambio de otra investidura, esta vez la del socialista Salvador Illa, ha vuelto a demostrar la osadía de Pedro Sánchez. Un aventurero sin escrúpulos pero listo como el pan. Lo ha vuelto a hacer… ante el estupor de quienes viven abonados a la prudencia canovista de aquello de la política es el arte de lo posible y de los pragmáticos realistas de la real politik que, como de costumbre, se han vuelto a equivocar al pronosticar que el autócrata Sánchez nunca traspasaría esta línea roja. La enésima. Algunos barones socialistas de los que tienen mando en plaza han puesto el grito en el cielo, anunciando su rechazo al cuponazo catalán que dejaría a las 14 autonomías restantes de régimen común con bastante menos a repartir entre ellas y al propio Estado con bastante menos dinero para abordar los servicios estatales (pensiones incluidas) que le competen. 

Lógico que los barones socialistas estén preocupados frente a este ataque sin precedentes a sus finanzas regionales. Ningún barón está dispuesto a que le metan la mano en la caja. Con el dinero, querido Pedro, no se juega. Todo lo demás es negociable, como hemos visto con los indultos, la malversación, la amnistía, los ataques a jueces y medios, la apropiación y la instrumentalización de las instituciones del Estado en beneficio propio, los negocios familiares con epicentro en la Moncloa, todo ello es admisible para los barones socialistas. Cualquier línea roja es traspasable. Menos la del dinero. 

Mientras la opinión pública de las Españas está escandalizada ante el órdago de conceder la independencia fiscal de Cataluña, las élites de Baleares se lo han tomado con mucha más calma y filosofía. Ni siquiera se han molestado en señalar la desfachatez de Pedro de comparar la singularidad de la independencia fiscal de Cataluña con la singularidad del Régimen Especial Balear (REB), mezclando churras con merinas, como si el alcance económico del cupo catalán que viola la Constitución y compromete la arquitectura institucional del Estado fuera comparable con una mera compensación por la insularidad, amparada además por la Constitución. 

Aquí en Baleares, lejos de cualquier crítica a Sánchez, Cataluña, PSOE o ERC, le ha faltado tiempo a la izquierda política y mediática para plantear de forma retorcida y sibilina la posibilidad de que Baleares pida también el cupo económico, una propuesta largamente deseada por los secesionistas isleños. Al entreguismo de los socialistas baleares se ha sumado Més per Mallorca que ha dejado caer en las redes sociales que la culpa no era de Cataluña sino del «provincianismo» del PP balear por no pedir lo mismo que sus socios catalanes de ERC.

Madrid nos mata (o nos roba), se vienen lamentando nuestras élites, pero que nos maten (roben) Cataluña, el PSC ó Esquerra Republicana de Catalunya no puede admitirse bajo ningún concepto. Todavía hay clases. Los catalanes sólo piden lo suyo, nos vienen a decir los socialistas baleares, los meseros y sus medios apesebrados con esta mezcla de silencio cómplice, sugerencias tentadoras e insinuaciones por lo bajini. Pidamos también nosotros lo nuestro. ¡Quitémonos los complejos y pidamos lo mismo que los catalanes de una vez por todas! ¡El cupo económico! Lo peor de todo esto es que tal vez tengan razón y estemos perdiendo una magnífica oportunidad para hacerlo. No sería la primera vez que el Partido Popular termina asumiendo propuestas que años atrás le parecían aberrantes. Es lo que tiene no llevar nunca la iniciativa política e ir siempre a rebufo de lo que hacen y dicen tus adversarios a los que llevas otorgando desde hace cuarenta años toda la supremacía moral. 

¿Qué significaría para Baleares asumir el cupo económico con el que nos tientan nuestras élites periodísticas y políticas? Significaría lo que ha explicado a la perfección Fernando Navarro en un artículo genial publicado estos días en el digital mallorcadiario.com,   (https://www.mallorcadiario.com/esquerra-republicana-de-son-vida-fernando-navarro), es decir, que un ciudadano balear con una renta por encima de la media sólo sería solidario (pagando más impuestos y recibiendo menos servicios que la media) con el resto de ciudadanos baleares a costa de no serlo con el resto de españoles. Y sin pedir permiso, a diferencia de lo que hacemos con la crucecita de la Iglesia Católica en la declaración de la renta, obligándonos a ser solidarios únicamente con los baleares, no con el resto de españoles. Nuestras élites dan por sentado que la comunidad política con la que todos los ciudadanos baleares nos sentimos más identificados sentimentalmente son las Islas Baleares, no España. Ni España, cuidado, ni tampoco nuestra isla, nuestro municipio o nuestra comunidad de vecinos. Porque, puestos a elegir, habrá quien sólo quiera ser solidario con los semejantes que viven en la isla donde residen. O con sus vecinos de su propio municipio. Me temo que nuestras élites, como ya sucedió con la aprobación del estatuto de 1983 y su reforma en 2007, no van a pedir la opinión a los baleares sobre cuál es su comunidad política de referencia a efectos de solidaridad. 

Esto es lo que nos estamos jugando. En nombre del pueblo y con el paternalismo de siempre, nuestras élites progresistas se subrogan la voluntad de sus ciudadanos y deciden lo que más les conviene, eligiendo nada menos que la comunidad sentimental hacia donde tenemos que dirigir nuestros genuinos deseos de solidaridad. Nos exhortan a extender nuestros lazos de fraternidad con los baleares residentes, pero también con los menas e inmigrantes ilegales. Con el resto de españoles con los que compartimos siglos de historia, epopeyas como la Reconquista o tres siglos de Monarquía Hispánica, religión, idioma, cultura, sufrimientos y alegrías, avatares como la Guerra Civil, ni agua. Todo por el pueblo pero sin el pueblo. Puro despotismo. Al final, el Estado de las autonomías era esto, exactamente esto. 

Post Data. El pacto entre PSC y ERC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalidad amenazaba con dejar sin trabajo a 585 altos cargos de ERC que cobraban una media de 85.000 euros públicos. Gracias al Pacte con el PSC, 200 de estos dirigentes de ERC podrán conservar sus cargos. Primum vivere, deinde philosophari

 

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