Un buen político

Un buen político

Esta columna no pretende ser una crítica favorable o adversa. Es, sencillamente, la recopilación de lo que considero son doctrinas de gobierno fundamentales, que se están desvaneciendo en el desarrollo de la política actual. Recordarlas creo que puede servir para que algún gobernante –en caso de que repare en este texto- recuerde las directrices que deben regir el servicio a la vida pública.

  • Un político es un soldado de sus convicciones, un agente de sus pensamientos, un obrero del propio ideal en la realidad práctica de la vida.
  • Un político es un orador, al que la voz general atribuye la posesión del secreto que tiene el arte de apasionar y conmover a un auditorio mediante la palabra hablada.
  • Un político debe manifestar el vigor y la eficacia de los argumentos que expone y la nitidez de las razones que le llevan a tomar una decisión para el pueblo que dirige.
  • La retórica de un político debe ser sobria. Cada vocablo debe cumplir su fin esencial y, sin perder nunca el decoro, descubrir el sentido ideológico con el que el mensaje emitido fue creado.
  • Un político debe promover una fuerte campaña contra todo linaje de organismo viciado, proponiendo planes de reforma política si fuera necesario. El objetivo debe ser la estabilidad del Gobierno, para que no se tambalee por cuestiones suscitadas por él ni contra él.
  • Un político debe establecer con la nación un circuito intelectual basado en la solidaridad, en el que la emoción persuasiva no colapse a las ideas.
  • Un político debe velar por los prestigios de las instituciones públicas y por la integridad de sus funciones.
  • Un político debe comprender que todas las opiniones integran la vida nacional, la eficacia de la vida parlamentaria. Todas las minorías tienen una determinada influencia en las decisiones colectivas.
  • Un político debe saber que cuanto más injustas sean las decisiones que tome, más ataques va a recibir.
  • Un político debe ordenar su tiempo y su energía en la misma gradación del apremio que exijan sus necesidades y exigencias públicas.
  • Un político tiene que ser modesto y huir del auto-panegírico.
  • Un político debe aislar el entendimiento del corazón y, sobre todo, de los asuntos estrictamente particulares. No puede nunca olvidar que la esencia de su mandato es la fidelidad al régimen constitucional y parlamentario.
  • Un político puede equivocarse. En este caso, la justicia, habiéndola merecido, no le debe ser molesta.
  • Un político debe velar por la fe del pueblo español en la legalidad, la persistencia y confianza en el uso del derecho, una propensión innata al atajo de la arbitrariedad.
  • Un político debe tener siempre como referente a la ciudadanía como expresión única y verdadera de la democracia. Ésta supone el instrumento insustituible para la realización de las ideas. Tampoco se puede olvidar la necesaria preparación del pueblo para este ejercicio de la ciudadanía (educación).
  • Un político debe controvertir con criterio doctrinal el pro y el contra de la monarquía hereditaria.

Tras esta exposición a pecho descubierto, propongo a los políticos actuales –fundamentalmente a los que están ejerciendo en el actual Gobierno de España- que den un paso al frente si consideran que cumplen uno o más de estos requisitos. Estoy segura de que muchos lo darían (¡Pobres incrédulos cegados por su narcisismo!).

Llegará una época mejor en la que no habrá proyectos caprichosos, no habrá dos monólogos sino un diálogo y en la que Saturno (el maldito Saturno que ahora nos está devorando), en su habitual incompetencia, habrá dejado a un hijo con vida, que será el que nos saque de esta oscuridad.

Lo último en Opinión

Últimas noticias