La bandera y la rufiana
El recordado Antonio Domínguez Ortiz escribió España de memoria en un libro que fue epílogo a una vida dedicada a pensar, enseñar y compartir la historia. Nunca sentó cátedra en la universidad y con certeza, visto el nivel actual de lo que tenemos, su presencia fue más pertinente entre educandos bachilleres que en universitarios con acné digital. En España, tres milenios de historia, glosa el historiador sevillano el nacimiento y desarrollo en la entonces Hispania romana de un concepto particular de patria, entendida como todo aquello que une y reúne a una serie de culturas cuyo paso por un territorio conforman un gen nacional de conciencia insobornable. La patria que definió años después Viroli como pasión política, como amor caritativo hacia un país o la pertenencia a ese entramado administrativo unificado mediante símbolos y emblemas.
Sirva este preámbulo a cuenta del enésimo tributo a la humillación de la enseña nacional protagonizada por una juntera separatista, una tal Nogueras, de profesión adjunta al golpismo, quien, a tres meses de unas elecciones, decidió ridiculizarse el otro día en plena rueda de prensa del Congreso de los Diputados, sede de la soberanía nacional, retirando de su vista y del tiro de cámara el estandarte que define dicha soberanía: la bandera rojigualda. La tal Nogueras, rufiana de maneras toscas y educación limitada, argumentó que lo hizo porque la bandera que le permite ser diputada nacional le molesta y que sólo se siente representada por su homóloga europea. En su pertinaz ignorancia, obvia que ese sentimiento de filia continental es posible porque España forma parte de Europa. Ignora, como buena nacionalista periférica educada en la inmersión lingüística, el origen de la enseña nacional y sus colores, como desconoce que su escaño le obliga a respetar un símbolo que le acredita como representante del conjunto del territorio y no de una parte de él, aunque sea de una comunidad autónoma perdida para la causa. ¿Por qué monta el show? Porque le sale gratis el ultraje y no rentable el respeto. Si encima tiene aliados que jalean la infamia y partidos de Gobierno que lo tratan como una chiquillada, el nuevo dislate suma en el avance de la deconstrucción nacional, deseo mayor del sanchismo.
Consumada la charlotada, no habían pasado ni veinte minutos cuando el PSOE, siempre el PSOE, corrió a salvar a la diputada del partido golpista. María Jesús Montero, la ministra Ali Babá, valoró el esperpéntico gesto como algo «a lo que no hay que darle mayor importancia». Teniendo en cuenta que la vergüenza y la moral de Marisú están a la altura de su capacidad intelectual y léxica, es un logro que haya podido articular una frase con cierta lógica sintáctica.
Mientras, la oposición, se dedica a enunciar imposibles, entre peticiones a Batet (la misma que votó a favor de un referéndum de independencia en Cataluña) para que honre la presidencia de la institución y llamadas de atención a Sánchez para que recoloque a sus socios. Déjense de monsergas, opositores. Tomen las riendas de una vez y abandonen la corrección política. En ningún país debería permitirse ese constante desprecio, insulto y ultraje a los símbolos nacionales. Vayan al Código Penal y lean su artículo 543, que dice: «Las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus Comunidades Autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad, se castigarán con la pena de multa de siete a doce meses». La acción cometida, para ser susceptible de ser castigada, debe tener carácter injurioso y ser ejecutada, y esto es clave, con publicidad. Es evidente que el show de la tal Nogueras buscaba atención mediática, carnaza para su electorado y posicionarse en esa Cataluña lobotomizada donde la ley y la convivencia son conceptos de imposible pronunciación.
La tal Nogueras pisotea la dignidad de todos los españoles porque puede, porque se lo permite esa impunidad con la que Sánchez ha dotado a sus socios para que hagan lo que quieran, revistiéndole de inmunidad política y judicial hasta convertirlos en intocables (Dios salve a Llarena) mientras el PSOE siga en el poder. Hasta entonces, proseguirán los insultos hacia quienes, generosamente, les pagan su mamandurria. Habrá que buscar la vía reglamentaria, por imposición o reforma, para que no vuelvan a suceder episodios así. Y a la tal Nogueras, comunicarle que, en lo sucesivo, cuando retire la bandera de España porque le molesta, se le retirará a ella, de manera inmediata, el sueldo que percibe del Estado que deplora. Porque nos molesta ella. Sin el dinero opresor en su cuenta corriente, veremos cómo su estudiada valentía se reduce a la nada cochambrosa. Como la causa que defiende.
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