Apuntes Incorrectos

Ayuso, Casado y el orden liberal 

Ayuso, Casado y el orden liberal 
Ayuso, Casado y el orden liberal 

Por mucho amor impostado que exhiba el PSOE por las mujeres sólo la derecha ha sido capaz de ‘fabricar’-y quizá luego ha tenido y aún conserva la pulsión atávica de destruir- dos líderes femeninas robustas e inmarcesibles. Estas han sido Esperanza Aguirre y ahora Isabel Díaz Ayuso. Entre las circunstancias más notorias que reúne el asunto, un líder es aquel que no tiene que cerrar ciudades para poder pasear tranquilo sin que lo abucheen, que es lo que le sucede a Sánchez, que no abandona la Moncloa sin montar antes un dispositivo de protección. Esperanza Aguirre, sigue siendo una líder no sólo por las majestuosas políticas que aplicó cuando estuvo en el poder y que ha legado a su heredera Ayuso, sino porque allí donde comparece es vitoreada, reclamada y recordada con nostalgia.

La nostalgia en estos momentos es menor porque Isabel es su hija putativa y en mi opinión tiene una potencia de fuego mayor. Esta es mayor porque la señora Ayuso es una ‘desarrapada’ sin pedigrí alguno, que carece de patrimonio, que no es doctora, y por tanto no se ha visto obligada a copiar tesis de ninguna clase, pero que es una de las personas con mayor instinto y poder de seducción a que ha dado lugar la política española desde hace décadas.

Si tanto Esperanza como Isabel llegaron donde están, y son lo que son, es porque siempre han refutado lo políticamente correcto. Porque han hablado con naturalidad e insistencia de los perjuicios que ocasiona el socialismo allí donde se pone en práctica, y de las enormes ventajas comparativas del liberalismo como filosofía política y del capitalismo como sistema económico. Y esto es algo que no soportan los enemigos de las sociedades abiertas y libres.

También las dos, por cierto, se han negado en redondo a estigmatizar a Vox, un partido inmaculado -a diferencia de la extrema izquierda podemita- perfectamente constitucional y con muchas ideas apropiadas. Esperanza porque así lo cree, fuera ya del poder y porque siente un gran cariño por Abascal. Isabel, porque así lo estima estando en el poder y porque debe su sostén a la formación de Abascal, a la que no tiene ningún motivo para hacer ascos.

La señora Ayuso acaba de presentar unos presupuestos de Madrid que son los que convendrían al conjunto de la nación. Con unos gastos ajustados a los ingresos y una propuesta de fiscalidad espectacular que llevará el Impuesto de la Renta al tipo más bajo de España, que elimina los impuestos propios y que generará un ahorro notable para los madrileños de toda condición.

Pero en esta tesitura, que es la más favorable para el PP de los últimos años, los demonios que sobreviven en el partido han decidido emprender una cruzada contra Isabel por razones que solo tienen que ver con las pasiones más bajas del ser humano: la envidia, el resentimiento así como la inclinación deleznable por la mediocridad. Isabel despierta estos sentimientos inmorales porque es distinta, diferente, singular. La prestigiosa revista británica The Economist, considerada durante años como la biblia del liberalismo -aunque ahora trastee-, ha escrito recientemente que, a diferencia de Casado, cuyo discurso es previsible, Ayuso es espontánea y genuina.

Cabría añadir además que es una apuesta ganadora. Ha conseguido apartar de la política española a Pablo Iglesias, uno de los fenómenos más nocivos de los últimos tiempos, y ha puesto en marcha una estrategia económica que ha conducido a Madrid a ser la región que más crece de España, la que más empleo crea y la que más inversiones atrae, excitando las quejas y reproches del resto de autonomías dirigidas por personajes de medio pelo y ambición escasa, o, en el caso del País Vasco, por un desleal sin vergüenza ni escrúpulos. Me refiero al inefable Urkullu.

Querido nacionalista vasco, queridos nacionalistas de todos los lugares de la nación: Madrid lleva siendo capital de España desde el siglo XVI. Su ascenso económico es muy reciente, y no tiene nada que ver con los falsos privilegios de la capitalidad sino con la consistencia de unas políticas que favorecen el ahorro y benefician al mundo de la empresa. No hay dumping fiscal sino un ejercicio sano y eficiente de las competencias propias atribuidas por la ley, las mismas que malbaratan el resto de las comunidades.

Pero si Ayuso está en la Puerta del Sol fue porque allí la emplazó Casado, porque eran amigos, porque fue una apuesta personal, porque entonces todavía se asumían riesgos. ¿Por qué dudar ahora de ella sin motivo? ¿A qué viene el empeño en impedir que sea la presidente del PP regional, como sucede en todos los casos de los presidentes de las autonomías en las que gobierna? Este es el asunto del momento por el que me preguntan hasta la extenuación todos los amigos y enemigos que me leen.

Un compañero al tanto de todo lo que se cocina en Génova me dice “no te equivoques. Esto va más allá de una lucha por el poder”. “Son las ideas, estúpido”. “Ayuso les ha puesto en el espejo. Ha demostrado que claro que se puede dar la batalla ideológica, que claro que se puede derrotar a Sánchez y a la extrema izquierda, que claro que se debe pactar con Vox. Isabel ha puesto sobre la mesa un viejo debate: o la política acomodaticia y asexuada de Rajoy o el liberalismo y el capitalismo en estado puro”. Y esto, en opinión de la legión de melifluos y paniaguados que pueblan el PP, es demasiado sólido como para ser digerido.

Este es un dilema ideológico que viene de finales del siglo pasado, y que la frescura, la espontaneidad y el desparpajo de Ayuso ha puesto sobre la mesa de Casado, que no es que opine de manera diferente, pero que por razones equivocadas de oportunidad ha elegido momentáneamente la contención y que, mal aconsejado, duda sin pretexto aceptable de la lealtad de Isabel, que es la única que le puede llevar en volandas a La Moncloa. La que rechaza sin tapujos un pacto para los presupuestos de Madrid -ese que mendiga al PSOE el inefable presidente de Andalucía, Moreno Bonilla- diciendo que no está para repartir miseria; la misma que canta las cuarenta a los líderes regionales que recelan de sus éxitos, que no soportan la originalidad; la única política que es capaz de defender con determinación las ideas decentes que han auspiciado desde siempre el progreso de la humanidad.

Al nuevo líder del PSOE de Madrid, Juan Lobato, tan tierno él, le dijo: “Durante mucho tiempo el socialismo ha sabido instalar en la mente de los ciudadanos que era el progreso, pero su historia real es la de la ruina, la del reparto de la pobreza, la de la quiebra y la de la subvención para que el ciudadano dependa del Estado”. “Y aquí no estamos para eso. Ustedes quieren subir los impuestos, han aumentado las cuotas a los autónomos y están dando la espalda a Madrid en los fondos europeos”¿Cómo se puede pactar algo con estos señores?

Ya dijo la señora Ayuso antes de su victoria apoteósica: o libertad o socialismo o comunismo. Un lema simple, crudo pero eficaz, muy propio de una persona con carisma, una virtud con la que se nace y de la que carece Casado. El carisma es lo más parecido a la magia. O se tiene o no se tiene. Esta es la anomalía del sistema político español. Ayuso lo tiene. Esperanza lo tuvo. Los demás no. La pulsión, atávica al tiempo que vana, del PP de estos días por destruirlo es una tragedia, porque como dice mi amigo Chema -casado con la entrañable Victoria-, a Ayuso, cuya capacidad de atracción es básicamente transversal, la votarían hasta los aberchales de Fuenterrabía.

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