El aventurero político
Al final sí que tenía razón Pedro Sánchez cuando decía que iba a pasar a los libros de historia. Como es evidente, aunque sea en letra pequeña o tinta invisible, cualquier político que ocupe la Presidencia de Gobierno de España tiene un hueco para las antologías históricas. El de Tetuán se equivoca cuando piensa, o eso declara, aunque eso tampoco valga mucho en su boca, que ocupará un anaquel en la memoria gracias a exhumar los restos de Franco. Pedro Sánchez ha creado un modelo de político sólo equiparable a los más intrépidos que han accedido al poder, y su vida parece una novela de aventuras, aunque sea más de kiosko, de aquella época añeja donde se alquilaban las del Oeste, más que Stevenson o Salgari, la verdad. Encarna un modelo donde no hay obstáculo que se le ponga por delante, llámese un comité de su partido, unos cómplices de Gobierno surrealistas o unos resultados electorales desfavorables. Es instintivo por naturaleza, sólo obedece al fin único que interesa a cualquier político en estado puro como es el poder. Y le va bien, porque es lo más parecido que existe al Real Madrid de las remontadas. Le odia media España, salvo los que son de la marca, e incluso los suyos se vuelven al palco cuando no se golea; pero nadie le da por muerto hasta que no le vean salir con su colchón del Palacio de la Moncloa. Y eso sin que haya prórroga.
Su osadía desconcierta a cualquier ilustrado, cosa que tampoco le importa mucho a este personaje histórico, pues parece un tanto alejado del hecho cultural. Verdadero hombre de acción a lo Aviraneta, se ha marcado un fichaje antes del cierre del mercado que anunciaba una temporada para descender, con la convocatoria de las generales. Si lo tenía pensado, como piensan muchos enterados, es listo y arriesgado, y en el caso de que sea tras la noche en blanco del 28M, para la que no necesitó el Var de Tezanos, es propio de un auténtico jugador. Es un político que da la impresión que nunca tiene nada que perder, y por eso ha ganado las últimas Ligas, aunque sea con unas monumentales broncas y pañoladas, pero lo que cuenta son los títulos. Como el Madrid.
Sanchez Pérez-Castejón ha creado una figura de leyenda. Su solo nombre genera pasiones, aunque por lo común sean alérgicas o de escasa mesura en los comentarios. Su aventurerismo está por encima de toda esa maledicencia que habla de los Cien Mil Hijos de San Luis que tiene como asesores en Moncloa, o de un tacticismo llevado hasta lo inaudito. No, es un político de raza, tanta que incluso es capaz de traicionarse a sí mismo. Aunque ni él mismo lo sepa. Igual que decía Woody Allen cuando le preguntaban por su relación con las mujeres, que él era un monógamo sucesivo, Sánchez es sucesivo en la fidelidad a la palabra de cada momento. Fiel e intuitivo como nadie a lo que vive en cada jornada de Falcon y sondeos.
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