La Agenda plutócrata y sanchista

Sánchez Davos

La Agenda 2030, que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez luce llamativamente en su solapa cuál entusiasta apologista de la misma, merece alguna reflexión, sobre todo porque no abundan en la UE, y en general en todo el Occidente, muchos jefes de Gobierno que la luzcan tan orgullosamente y en todo momento como hace él. Su tan radical compromiso con ella debería inducirle cuando menos a pensar que quizás los españoles que no sintonizan con sus políticas, por extensión, tampoco sean partidarios de esa Agenda que nada menos define la estrategia a seguir en el mundo para llegar en condiciones adecuadamente sostenibles a finales de esta década. Por cierto, llama la atención que un programa tan ambicioso, que no se queda corto ni en su dimensión temporal -una década- ni espacial -todo el globo- no haya sido sometido a un debate monográfico y debidamente riguroso en las Cortes, ni incluido expresamente como tal en los programas electorales de la mayoría de los partidos que concurren a las diversas elecciones.

No debe olvidarse que esa Agenda establece una precisa estrategia concretada en 17 ODS -Objetivos de Desarrollo Sostenible- que se especifican a su vez en más de 50 acciones, lo que da una idea de que no es en absoluto un mero y genérico desiderátum buenista. Cuando está tan presente en el imaginario colectivo la idea de un NOM, Nuevo Orden Mundial, diseñado por unas élites a las que nadie conoce ni ha otorgado legitimidad democrática alguna mediante el voto, como para considerarse con derecho para decirle a la Humanidad cómo debe ser gobernada para aspirar a ese mundo que nos prometen donde «no tendrás nada, pero serás feliz», parece oportuno preguntarse el porqué de ese entusiasmo sanchista.

Sin entrar en muchas disquisiciones, es sabido que formalmente es un producto cocinado en las Naciones Unidas y que tuvo una inicial gestación subrogada suya en las Conferencias internacionales que promovió, en El Cairo en 1994 y en Pekín el año siguiente 1995, de donde surgió lo que hoy ya conocemos plenamente porque forma parte de la agenda política de cumplimiento obligatorio como dogmas de lo políticamente correcto: el aborto, la eutanasia y la ideología de género. Y, por supuesto, a las que añadir la nueva religión climática, iniciativas, todas ellas con el común denominador de ser acciones propias de una política antinatalista en coherencia con el objetivo de esas élites de reducir la población mundial en aras de esa sostenibilidad ecológica y climática incluidas en esa Agenda.

El Foro Económico Mundial conocido como el Foro de Davos, es uno de los más relevantes guionistas públicos que va indicando a nuestros dirigentes lo que es correcto o incorrecto en función de que sus políticas públicas se adecúen o no a esos ODS y esas acciones, cual los nuevos 17 mandamientos -no de la ley de Dios- sino de la plutocracia mundialista. Algunas de las caras visibles de esa plutocracia son conocidas, George Soros, Bill Gates, David Rockefeller, etc. aunque no las que ejercen el auténtico poder desde la sombra -o las tinieblas- y que no son ajenas a hechos relevantes de nuestra reciente historia y no precisamente beneficiosas para el interés general de España como el procés, y que Pilar Urbano relata con detalle en su reciente obra El Alzamiento. Comparto con la autora el no sometimiento a la acusación de «conspiranoicos» con las que los auténticos conspiracionistas pretenden silenciar a quienes simplemente se permiten acercarse con espíritu libre y crítico a acontecimientos que razonablemente es muy difícil por no decir imposible que hayan sido fruto aleatorio del azar o de una simple e inexplicable «mala suerte».

Como es sabido con todos esos personajes -Soros, Gates…- Sánchez ha tenido conocidos encuentros, algunos públicos y publicados y alguno conocido por filtración. Y una última reflexión: ¿no les parece sorprendente que con ese conocido compromiso con esa Agenda por parte del presidente,  su Gobierno no la gestione directamente desde Moncloa, sino que la delegue en su ex socio y ahora «cordial» enemigo político Podemos? Nuestro sostenible futuro colectivo en esas manos no es para suscitar entusiastas adhesiones colectivas.

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