Iglesias, Maduro y Putin, la misma banda son

Pablo Iglesias, Vladimir Putin y Nicolás Maduro.
Pablo Iglesias, Vladimir Putin y Nicolás Maduro

No fui yo sino el excelentemente bien informado José Manuel García-Margallo el que allá por la primavera de 2015 subrayó que “Podemos también está recibiendo financiación de Rusia”. Siete palabras que reverberaron en mi cerebro el jueves pasado cuando el Grupo Parlamentario que lidera Pablo Iglesias se reveló como el único que se niega a condenar las injerencias de la dictadura putiniana en el proceso golpista en Cataluña. Antonio Hernando, portavoz socialista en la Comisión de Seguridad Interior, compendió con una de mis frases preferidas la confirmación de las peores sospechas por parte de una experta del Real Instituto Elcano. “Si come como un pato, anda como un pato y hace cuac-cuac, suele ser un pato y no un oso hormiguero”, apostilló tras escuchar las tesis de esa brillante mente que es Mira Milosevich-Juaristi. Una sabia que coincidió letra por letra con la tesis del ex canciller español: Rusia engrasa a Podemos.

Las cosas suelen ser lo que parecen. Para averiguar cuál es el motivo que lleva a un ser humano a protagonizar un acto aparentemente inexplicable basta con formularse el interrogante del aforismo latino ¿cui prodest? (¿a quién beneficia?). U otro igualmente latino y no menos infalible: Do ut des (te doy para que me des). Lo cual nos lleva a concluir que, indefectiblemente, les unte o no les unte, Podemos estaba haciendo un favorcete al imperio que quiere volver loco a Occidente. Y en el mundo de la política los favores no se hacen precisamente gratis. Nadie da algo a cambio de nada. Para llegar a semejante conclusión no hace falta haber pasado por la Escuela de Gobernanza John Kennedy de Harvard. Basta con tirar de ese sentido común que, en contra de lo que se suele afirmar, es el más común de los sentidos. 

Al tan brillante como implacable y no menos siniestro Vladimir Putin le importan un comino Cataluña y la independencia de Cataluña. Y estoy convencido de que no tiene pajolera idea de quién es Puigdemont. Y si lo sabe seguro que tiene idéntico concepto del golpista que cualquier ciudadano con dos dedos de frente. Vamos, que lo considerará un cantamañanas de quinta que no es de fiar y le resultará cuando menos grotesca su estética. El fin primero y último del zar del siglo XXI es lisa y llanamente desestabilizar Occidente en general y Europa en particular para hacer realidad ese viejo sueño soviético que nunca pasó de las musas al teatro: ser la potencia hegemónica. Inquietante, muy inquietante, por no decir acongojante, teniendo en cuenta que es una tiranía que no duda en apiolarse a todos aquellos que considera enemigos.

Hablamos de un régimen dirigido por un antiguo espía del asesino KGB que consiguió lo que parecía imposible: dar la vuelta a las elecciones presidenciales estadounidenses. Hillary Clinton no tenía nada que ganar en la campaña y sí mucho que perder y el loco del pelo rojo tenía mucho que ganar y nada que perder. El hackeo y posterior divulgación de 30.000 emails de la ex senadora demócrata no dio la victoria a ese Donald que avergüenza al célebre pato; para ser exactos, justos y precisos hay que puntualizar que se la robó a la esposísima pese a que sacó casi 3 millones de votos a su locoide rival. Las encuestas otorgaban hasta entonces una abrumadora mayoría a la candidatura demócrata. El director del FBI, Robert Mueller, lo tiene claro: Rusia estaba detrás de este cibernético golpe de Estado que cambió a mucho peor la historia de Estados Unidos y del mundo para mucho tiempo, si no para siempre.    

Venezuela y Rusia son dos regímenes antagónicos en lo ideológico (uno es histéricamente comunista y el otro salvajemente capitalista) pero comparten enemigo común: Occidente, al que quieren destruir por lo civil o por lo criminal. Lo mismo sucede con su aliado iraní. A Nicolás Maduro, Vladimir Putin y al no menos repugnante ayatolá Jamenei les unen sus odios. Odio a la libertad, odio a la democracia, odio al imperio de la ley, odio a los derechos humanos, odio a la igualdad hombre-mujer y odio a la economía de libre mercado.

La sociedad limitada Rusia-Venezuela está actuando a toda máquina en las redes sociales para poner patas arriba España. Carlos Cuesta suscribió el viernes y 13 de octubre una exclusiva que pone los pelos de punta: Venezuela es de largo el país del que han partido más mensajes favorables a los golpistas catalanes y hostiles al Gobierno de España. El 22% de los recaditos enviados por twitter al Ejecutivo Rajoy salió de IP’s radicadas en el por tantas razones entrañable país sudamericano. El segundo de la lista es la Rusia de Putin, según la noticia publicada el día de San Eduardo por el adjunto al director de OKDIARIO. RT, la televisión pública rusa, ha movido ni más ni menos que 24.000 mensajes en red en los que se presenta a Puigdemont poco menos que como un clon de Nelson Mandela o el Willian Wallace de Braveheart y a Mariano Rajoy como el maléfico primo hermano del sátrapa turco Erdogan. Los matones cibernéticos de Putin y Maduro jugaban de tiki-taka: cuando uno disparaba primero a España, el otro remataba, y viceversa.

Los dos grandes aliados de la dictadura chavista han sido históricamente Rusia e Irán y en este caso el orden de los factores no altera el producto. ¿Y quién ha inundado de pastuki los bolsillos de los podemitas? Que esté  probado, dos, Venezuela e Irán. Y ateniéndonos literalmente a las palabras de Margallo habría que colegir que tres incluyendo a la Federación Rusa. Cuando la tiranía chavista le regalaba 7 millones de euros a Iglesias, Monedero y compañía no lo hacía porque les cayesen bien estos individuos malencarados sino porque querían que exportasen a España la tiranía chavista. Tres cuartos de lo mismo sucede con los billetes morados manchados con la sangre de la disidencia que Iglesias percibía de la teocracia iraní: no eran para pagarle su basuresca Tuerka o porque les encantase su machismo cavernícola sino para cargarse la democracia en España.

Comparar a Iglesias con gigantes del mal como Maduro, Putin o Jamenei es como equiparar a Pablo Escobar con el camellito de mi barrio. Pero no minusvaloremos toda esta movida. Porque Podemos es la quintacolumna en España de tres regímenes que dan miedo al mismísimo Belcebú: los bolivarianos, la teocracia iraní y la democrática dictadura rusa. Si además de contar con el apoyo inconsciente u omnisciente del 70% de los medios de comunicación de este país, ahora le echan una mano del tamaño de King Kong desde fuera, la desestabilización está más que servida. No nos engañemos: Rusia, Venezuela e Irán quieren romper España. Los mismos deberes que se ha puesto Podemos, que desde siempre ha tenido meridianamente claro que la mejor y más eficaz manera de acabar con lo que ellos denominan “el régimen del 78” era destruir la unidad de España. Cuanto peor para la España constitucional, mejor para Maduro, Putin, Jamenei y su botones Pablito.

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