El boomerang offshore le revienta los piños negros a Pablemos

Pablo Iglesias - Eduardo Inda
Pablo Iglesias. (Foto: EFE)

Nunca vi una defensa tan repugnante y desvergonzada de un político por parte de ¿periodistas? como la del 7 de mayo del año pasado en La Sexta Noche. Y fíjense que el listón está alto: la baba de algunos rebosaría el pantano de Entrepeñas. Aquella noche sufrí una encerrona de la que salí vivo de milagro. Al menos, logré empatar un partido en el que el rival jugaba con 11 y un menda con tres. Ganarlo era imposible. Mis compañeros de bancada periodística liberal prefirieron mirar hacia otro lado y no meterse con el mesías de los dientes color carbón.

¿Qué ocurrió para que se me obsequiara con tamaña saña? Pues, lisa y llanamente, que Pablo Iglesias tocó a rebato a sus periodistas de cámara. ¿Y qué había ocurrido para que el duce diera tan contundentes instrucciones a los ¿informadores? de estricta obediencia pablista? Pues que este trozo de papel virtual había desvelado 24 horas antes con todo lujo de detalles el pastizal que escondía en una cuenta abierta en un paraíso fiscal. El titular de OKDIARIO podía ilustrarlo más alto pero no más claro: «Maduro pagó 272.200 dólares a Iglesias en el paraíso fiscal de Granadinas». No quedaba ahí la información que ofrecimos a nuestros lectores: la acompañábamos de los correspondientes documentos que atestiguaban la golfería del número 1 del partido comunista bolivariano español.

Un servidor arribó a Atresmedia encantado, como todos los sábados, de debatir. Más que nada, porque del debate de ideas siempre surgen mejores ideas. Y porque La Sexta Noche es un foro perfecto para batallar democráticamente con el arma de la palabra. Pero se topó con una cacería y una encerrona en prime time como se recuerdan pocas en la historia de la televisión. Ignacio Escolar, alias Preescolar, el que tiene de accionista y secretario general a un ex etarra condenado a 14 años de cárcel por secuestro, aseguró con su fatuidad habitual que la exclusiva publicada por este periódico era «un montaje de primero de photoshop». No tenía pajolera idea de qué iba la vaina pero le daba igual. Sólo cumplía órdenes. La periodista Ana Pardo de Vera, a la que apodan maliciosamente «La baronesa» por sus orígenes patricios y su sinfín de apellidos compuestos, se comportó como si fuera el mismísimo Pablo Iglesias. Como si la cuenta offshore estuviera a su nombre. Fuera de sí, la ex mano derecha de José Bono y Gaspar Zarrías acusó a este menda de ni más ni menos que «falsificar» los documentos que acreditaban la golfería pablista. Tanto ella como su socio Preescolar echaron también mano del mentís del banco offshore (Euro Pacific) y del Gobierno del asesino Nicolás Maduro. Y, obviamente, como buenos podemitas que son, les otorgaron toda la credibilidad del mundo.

Horas antes, la tiranía bolivariana había desmentido las transferencias. El Euro Pacific hizo lo propio. Los dos ¿periodistas? pasaron de los incontestables hechos y prefirieron hacer caso a un régimen que tiene en prisión a 92 líderes de la oposición y a una entidad financiera que se dedica a lavar pasta en cantidades industriales procedente del narcotráfico, la corrupción y el tráfico de armas. Se pasaron por el arco del triunfo dos circunstancias: que un canal de Miami conducido por una excelente periodista venezolana exiliada (Patricia Poleo) había publicado idéntica información y que el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, el demócrata Henry Ramos Allup, manifestó en su cuenta oficial de twitter que las cuentas existen y que él también disponía de los documentos que lo corroboraban.

Para variar, otros diarios podemitas, como el Huffington Post o Infolibre, salieron al auxilio del comandante Pablo. La campaña contra Eduardo Inda en particular y contra OKDIARIO en general se disparó días después cuando todos a una contaron que su caudillo me había demandado por atentar contra su honor y me pedía medio millón de euros. Es decir, el doble de lo que él trincó en aquella ocasión y 20 veces menos de la pasta que les ha dado la dictadura que estos días mata a tiros a los ciudadanos que se manifiestan por las calles exigiendo libertad.

Nosotros nos ratificamos en nuestra noticia e incluso desvelamos días después que casualmente San Vicente y las Granadinas era uno de los países que habían regalado 425.000 dólares a Juan Carlos Monedero por un informe de 100 folios en blanco. Hubo un detalle que llamó poderosamente la atención tanto al que suscribe como a nuestro dream team jurídico (Cristina Peña Abogados): Iglesias no fue por la vía Penal sino por la Civil. ¿Por qué? Muy sencillo: la primera alternativa le podía meter en más problemas, ya que la capacidad de las partes para solicitar pruebas vía judicial es prácticamente ilimitada. Vamos, que el remedio podía ser peor que la enfermedad si a nosotros se nos antojaba, por ejemplo, reclamar una comisión rogatoria.

Pasaron los meses, pasaron y pasaron y por fin se celebró el juicio. Eso sí: no sin antes negarse el banco de marras (el Euro Pacific) a negar o confirmar oficialmente la existencia de la cuenta a nombre de Pablo Manuel Iglesias Turrión. El demandante mandó a la vista a la vicepresidenta del Congreso, Gloria Elizo, cuyo rostro pálido es directamente proporcional a su moral: cobra 1.800 euros al mes en concepto de dietas de desplazamiento pese a que vive al menos desde el año 2000 ¡¡¡en Madrid!!! La Elizo dirigía a la claque (periodistas de cabecera incluidos) que abarrotó la sala. La abogada de la parte perdedora, Marta Flor Núñez García, me sometió a un tercer grado que superé con esa verdad que nos hace libres. Su compañero y aliado, el delincuente José Emilio Rodríguez Menéndez, se quedó en casa y mandó a una letrada que sabía del caso lo mismo que yo de Física Cuántica.

La Fiscalía planteó la desestimación de la demanda porque las pruebas sobre las que se asentaba la noticia eran auténticas. «Aquí no hay insinuaciones, invenciones o rumores… Lo que hay es una verosimilitud de los documentos, diligencia informativa y una noticia veraz», apuntó la representante del ministerio público, Carmen Palomar, para posteriormente efectuar un alegato en favor de la libertad de expresión «como pilar básico de una sociedad democrática». La magistrada Gladys López Manzanares, la misma que rechazó la querella del PP contra Tania Sánchez por adjudicar cientos de miles de euros públicos a su hermano, confirmó dos semanas después la tesis de la Fiscalía, sentenció que la noticia «es veraz, contrastada en fuentes policiales, alejada de una mera invención, de interés general y ajustada a la doctrina del Supremo».

El fallo de la titular del Juzgado de Primera Instancia número 84 de Madrid no sólo desestima íntegramente la demanda del secretario general de Podemos. También le condena a abonar las costas del procedimiento, un dineral. Naturalmente, ninguno de los rotativos podemitas ha publicado una línea de la sentencia. Han hecho mutis por el foro y la cobra a la verdad demostrando que son patéticos diarios de partido. Nada nuevo bajo el sol. Éstos sólo censuran a los enemigos de Podemos. Jamás verán en sus páginas una crítica, por mínima o insignificante que sea, a la formación morada y no digamos ya a sus barandas. El fascismo es así. La verdad es la que se adecua a sus objetivos y no al revés. Es lo que los modernos han bautizado como «posverdad», lo que toda la vida se ha conocido como «trola», «embuste», «mentira», «patraña», «falacia», «bola» o «mendacidad».

Esto no es más que la victoria del periodismo libre y la verdad e implícitamente un zasca de proporciones colosales a los que intentan matar civilmente y amordazar a los que no pensamos como ellos. Obviamente, también un varapalo para los malos compañeros, para los que prostituyen la información y los que ejercen de desmentidores porque no sacarán una exclusiva ni en 20 reencarnaciones. Iglesias calla como un muerto. Sus ¿periodistas? de cámara también. Si tuvieran un poco de vergüenza torera los unos y los otros deberían pedir perdón y Hacienda, la Fiscalía Anticorrupción y la Policía ponerse las pilas para investigar a fondo a un partido que se va sistemáticamente de rositas. Al PP le caen bofetadas por todas partes, la inmensa mayoría con razón, y a Podemos, cuya corrupción es elefantiásica, ni una. Entre otras razones, porque los populares entienden insensatamente que es imprescindible mantener con vida a los chicos de los recados de Maduro para neutralizar al PSOE y, más concretamente, a Susana Díaz.

Pablo Iglesias fue a por lana y salió trasquilado. Lanzó un boomerang que, en lugar de volver a sus manos, se estrelló en sus piños color carbón. Se pensaba que podía controlar la Justicia como controla a buena parte de los medios de comunicación, que ocultan sus golfadas, le ríen las gracias, ensalzan sus mamarrachadas y presentan como alguien respetable a un individuo ética, estética e intelectualmente impresentable. Ahí están los documentos que confirman, al más puro estilo Rato, el dinero manchado con la sangre del pueblo venezolano que recibió en un paraíso fiscal. Podemos no son los salvadores de la patria sino vieja política trincona. Con una particularidad: se llenan los bolsillos con parné procedente de una satrapía que asesina y encarcela a la oposición y otra que trata a las mujeres como ciudadanos de tercera.

Me intentaron callar con una demanda falsaria. Esta semana, en venganza por su contundente derrota judicial, me han puesto en el punto de mira de los violentos al situar mi rostro en ese Odiobús que ellos denominan Tramabús. Olvidando, por cierto, que el arriba firmante ha destapado el caso Urdangarin, Bárcenas, los sms de Rajoy a ese Luis que tenía que ser fuerte, las mangancias de Ignacio González, Granados, Pujol, Neymar y un afortunadamente extenso etcétera. ¡A lo mejor es que soy un desleal compañero de trama! Si se piensan que me van a callar, van dados. Estas puñaladas son gasolina para alguien cuya obligación moral es contribuir a que España sea un país más limpio y más democrático en el que todo el que la haga, sean los míos o los de enfrente, la pague. Y, sobre todo, a que no acabe como esa Venezuela que ellos adoran por el interés, te quiero Andrés. Ladran, luego cabalgamos.

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