¿Transgénero o transgénico?
Una sociedad ha de estar muy sana para no sucumbir a la matraca LGTBI. Esquivar el asalto del chantaje lacrimógeno culpándote de la opresión gay, del cambio climático, de invitar a Franco a barra libre de chupitos, del crimen de Litvinenko con polonio, y de los suicidios transgénero cuando no acatas su tiranía. Oigan, que yo incluso atravesé una vez el día del orgullo. Una ocasión en la que evité que una loca de 1,90 y taparrabos con tachuelas saliera corriendo con el tutú del cole de la niña. Cosa distinta es ceder la legitimidad moral a un grupo comisionista de cimbeles y vaginas fabricadas con las amputaciones de nuestros hijos. Tratamientos y mutilaciones de niños patrocinados en las aulas de la cosa pública. “Para educar en la diversidad”, que es esa palabra que convierte a tu “mierda” en vendible y transversal cuando es tan mala y nociva que, sin un lazo y una lobotomía, nadie te compraría. Son los padres los que educan. Cuando tu rol lo suplanta un lobista está convirtiendo a tu prole en su cliente. Incluso peor, está convirtiendo a tu hijo en mercancía. Maltrato infantil legalizado gracias a la Ley Trans Valenciana aprobada la semana pasada por Compromís, el PSPV, Podemos y Ciudadanos, y que arrastrará a cualquier padre que se oponga al tratamiento y operación de su hijo menor a una sala de la judicatura.
No son oprimidos. Son privilegiados de la administración y de la clase política. De esa derecha que en Madrid somete a los padres a sus exigencias por el miedo a la opinión pública. De una izquierda chalada a la que sólo le queda subvencionar tratamientos de fertilidad y DIUS en el recto a la tal Cassandra, convertida en mujer icónica por delante de la Bellucci a pesar de su mostacho de Emiliano Zapata y de sus anhelos por la docencia compatibilizados con el deseo de muerte a todos los niños. Encumbrar al tiburón de Ramón al paradigma de los transgénero tumba toda esa teoría de normalidad. ¡Eso no puede ser un transgénero! ¡Eso es un transgénico trastornado!
Ahora hablemos de datos reales. Y de los niños que han sufrido por ser feos, gorditos o por ser como yo, que galopaba como una yegua en el patio: ¿Se puede saber por qué todavía no tienen club de fans y están subsidiados? O vayamos al tramposo argumento estadístico de los suicidios de los niños trans sostenido por el Krispin Klander que maneja el lobby LGTBI del partido político de turno, y que en la disco acaba culpándote hasta de la muerte de ‘La Veneno’:
- “¿De verdad te sentías oprimido y discriminado antes de la Ley Trans?”
- “Pues por tu culpa los trans se suicidan”.
- “Oye, macho, con esa actitud jamás vas a entrar en el Shangay como gay más influyente del año”.
Esos casos, aunque estadísticamente incomputables por la izquierda y su mass media, sí han existido en todo el mundo. En Oriente, por ejemplo, donde la homosexualidad está penada con la muerte, pero no así la transexualidad, por lo que aquellos gays que quieren escapar de la horca iraní que financia a parte de la izquierda española, se ven obligados a operarse, lo que en un alto porcentaje les acaba conduciendo al suicidio o a graves patologías psiquiátricas. Bien cuando no se reconocen a ellos mismos, o bien cuando sufren el síndrome del “miembro fantasma”, aquel órgano sexual parece seguir existiendo a pesar de ser amputado.
También ocurre en occidente, donde la izquierda y la presión de su mass media han logrado que los niños puedan operarse antes de tener edad para votar o beber alcohol. También en occidente los estudios científicos contradicen la doctrina del lobby LGTBI que vende el cambio de sexo como la liberación paradigmática de la persona que se lo realiza. Numerosos estudios como el publicado en el Journal of Adolescent Health realizado en Boston en 2015 comparan los historiales clínicos de 180 jóvenes transexuales con otro grupo de jóvenes no transexuales. Como resultado, los transexuales tenían una probabilidad de dos a tres veces mayor de sufrir trastornos mentales, depresión, ansiedad, intentos de suicidio y autolesiones. Consecuencias reales de una tiranía. Fucsia, pero tiranía.