Y aquí no pasa nada

Y aquí no pasa nada

Gratis total, como si estuviera protegido por una suerte de bula. Así deambula Pablo Iglesias por la España política y legal. Intocable ante esos mismos tribunales que serían implacables con cualquier otro ciudadano si estuviera en su lugar. Sus barbaridades declarativas, combustible para los más bajos instintos de sus seguidores radicales, siempre se quedan sin castigo. Perdidas en el limbo de la connivencia que, a modo de silencio, muestran tanto los afectados por sus palabras como los tribunales encargados de proteger y asegurar la paz cívica y social en nuestro país. El último ejemplo es la información que les ha ofrecido en exclusiva OKDIARIO: el líder de Podemos simplifica el Holocausto hasta reducirlo a un «mero error administrativo». Como profesor de Ciencias Políticas, Iglesias hace el ridículo por encima de sus posibilidades —desgraciados los alumnos de la Universidad Complutense— pero, lo que es mucho peor, como representante público demuestra la misma catadura moral que un acémila. Este tipo de manifestaciones, y otras anteriores como «la caída del Muro de Berlín fue una mala noticia para todos», denotan el peligro potencial de un hombre consumido por el odio y las pulsiones totalitarias.

Una persona obsesionada con el poder y deseosa de acabar con lo que denomina como «el régimen del 78», época que comprende desde la Transición hasta nuestros días y que supone el periodo de paz y prosperidad más fructífero de nuestra historia. Los rasgos impositivos y viscerales de Pablo Iglesias ya han trascendido hasta el punto de provocar una profunda crisis interna en su partido. Ante sus maneras represivas, se han revelado las delegaciones de Podemos en varias comunidades autónomas. De hecho, incluso su hombre de confianza y amigo desde los tiempos universitarios, Íñigo Errejón, mantiene un crudo enfrentamiento con él. Afortunadamente, Iglesias perdió un millón de votos en las últimas elecciones generales, ya que un líder como él sería un suicidio para nuestro país. ¿Quién puede confiar en alguien que desprecia el asesinato de 6 millones de judíos? ¿Quién puede creer en un individuo con el nivel humano por debajo del subsuelo? Por el bien de nuestra democracia, esperemos que la justicia se quite la venda de los ojos y así impida que este radical trasnochado imponga sus preceptos en España.

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