1994 y 2024, los dos años de la gran corrupción socialista

PSOE
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Hay que recordar unos cuantos episodios de la gran corrupción que jalonó aquel año 1994 cuando ya el felipismo de González se disolvía por lisis tras dos décadas largas en el poder. Contaré alguna de aquellas fechorías escuetamente, empezando por dos que pueden parecer un anticipo grosero de los que ahora mismo están sucediendo. En aquel año, solo doce meses después de unas elecciones generales que perdió José María Aznar (todavía hoy sigue sin explicarse el fiasco) la directora general del Boletín Oficial del Estado fue encausada porque la señora se dedicó a comprarse cuadros con los réditos que le proporcionaba la institución que dirigía.

La llamada Carmen Salanueva era un poco pilla (la vamos a llamar únicamente así porque ya está muerta) y se dedicaba a imitar voces para conseguir que reputados artistas, sobre todo pintores, le regalaran valiosas obras. Era casi una ventrílocua. Utilizando sus armas gastrovocales Salanueva logró que, por ejemplo, la Reina Sofía y la entonces esposa del presidente del Gobierno, Carmen, Romero, fueran manejadas para los fines de la prestidigitadora de la voz. Hacía cosas (todo figura aún en aquel Sumario) como ésta: «Soy la Reina y me gustaría contar con una muestra de su estupenda obra». El artista doblaba y la enviaba el óbolo.

Cosas parecidas, pero sin la habilidad gutural de la socialista antes citada, hacia la presidenta, nada menos, que de la Cruz Roja Española que entonces habitaba en el inmueble-palacio más caro de Madrid sito en la Plaza de Ruben Darío. Lo suyo era desviar fondos de la entidad para destinos curiosos como la ayuda a los kurdos amigos. Carmen Maestre perdió nada menos que 1.000 millones de pesetas en los lujos de la Expo de Sevilla; compraba y vendía edificios según le daba la real gana y así acumuló una deuda cifrada en únicamente 24.300 millones de pesetas. Cuando fue destituida de su cargo por el Gobierno aún tuvo la jeta de disentir: «He realizado una labor sin mácula», dijo sin ponerse roja que era su color habitual en su doble condición de jefa de la Cruz Roja y socialista de pro. El PSOE de entonces, por más que ahora nos resulte más transitable en comparación con lo que estamos sufriendo, no tenía más que agujeros negros.

Como los de ahora. Fíjense: comparen los casos dichos con otros acaecidos en estos días, por lo menos tan cutres como los de entonces. Formemos un par de dúos en el tiempo: «Carmen Salanueva (Boletìn Oficial del Estado)-María Blasco (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas). Mismas tendencias, idénticos y presuntos delitos. A las dos arietes socialistas les daba y les da por lo mismo; tenía una y tiene ahora la otra similares gustos y aficiones por el arte almacenado con dinero ajeno. Prueba del nueve de aquella frase premonitoria de Carrillo: «Cien años de honradez… y ni uno más».

La admonición se cumplía y se cumple con gran fidelidad. Pongamos otro dúo, este bien fraternal: hermano de Sánchez-hermano de Guerra, ambos contagiados por la misma fiebre administrativa, consistente en ocupar despachos políticos sin ninguna titulación y solo para completar sus negocios privados. Claro que a este par se le podría añadir una protagonista todavía más escandalosa: Begoña Gómez de Sánchez. Sobre ella está dicho todo, aunque… una cosa más: su posible destino es el banquillo. Ahora se justifica volcando su rabia contra sus benefactores, sus empleadores: los rectores de la Universidad Complutense de Madrid, aquellos que, cerrilmente, la contrataron por ser señora del okupante de La Moncloa ¡Nunca viose descaro igual!

Aquella época y la de ahora guardan una identidad descomunal: ni el Gobierno del PSOE de entonces, ni el de ahora, han dejado nada por «tocar»: en el 94 enfangaron el Banco de España con la creación de Ibercorp, un ingenio financiero que permitió al gobernador Mariano Rubio hacerse rico con información privilegiado. Aquella peripecia infecta se puede asimilar a la que vive en este momento la Fiscalía General de Estado, cuyo titular está imputado por el Tribunal Supremo por usar información privilegiada para sus intereses particulares y contra ciudadanos rivales.

Ambos son, más o menos, lo mismo. Otra institución, la Guardia Civil está asolada por casos de corrupción propia y asediada por la gestión absolutamente procaz del ministro Marlaska, un fanático converso que quiso ser fiscal general del Estado con el Partido Popular y que, como no pudo alcanzar el puesto, se ha vendido, puesto de rodillas de hinojos, al socialismo más espeluznante. Ya solo falta, le decía al cronista un avezado periodista, que un día aparezca alguno de los ministros citados en los burdelillos de Koldo y Aldama, en calzoncillos como en su momento fue fotografiado el ladrón Luis Roldán.

Entonces el Gobierno de González, ahora festejado sin tacha porque al parecer se ha vuelto de los buenos, espiaba a todo quisque, desde el CNI manejado por otro saltarín, el general Manglano. Ahora sabemos, porque lo sabemos sin duda, que Marruecos guarda en su poder toda la información posible sobre las actividades más asquerosas de Pedro Sánchez, lo que ha permitido que éste pase de considerarse enemigo del rey Mohamed a convertirse en prácticamente su hermano de cuna. ¡Qué desparpajo! Los personajes de este tiempo son absolutamente comparables a los de aquella siniestra etapa. Sin ir más lejos los casos del cura Urralburu o el ribero Otano que en Navarra se llevaron para su casa el santo y la limosna, ahora quien los está distrayendo desde el poder es el equipo de etarras con los que el PSOE tiene robado el Gobierno del Viejo Reino y el propio Ayuntamiento de Navarra.

Y digo yo, ¿por qué, pues, no recordar, para su asimilación, aquel año trágico de 2024 tan similar a este 2024 que estamos sufriendo hasta la náusea? Claro está: la pirueta de despertar otra vez el odio entre españoles rescatando la momia de Franco no tiene otro objetivo que disimular los delitos -muchos y variados- que está perpetrando este Gobierno leninista de Pedro Sánchez y sus secuaces mafiosos de la ultraizquierda.

Los símiles que hemos establecido en esta crónica podrían resumirse en esta insistencia: en 1994 una delincuente de nombre Carmen Maestre detraía el dinero de los presupuestos de la Cruz Roja, institución benéfica donde las haya, para disfrutar de sus caprichos pictóricos particulares; ahora, en la agonía de 2024, una señora, María Blasco, desprestigiada científicamente, se compra casas aligerando las cuentas nada menos que de la investigación del cáncer. No cabe una España más sucia, más degradada. No importa: la sociedad no reacciona: está en la compra ansiosa del langostino. La historia se repite; mejor dicho, la repiten los de siempre, los de Largo Caballero, un criminal, y los de Sánchez, un perverso psicópata.

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