19-J: Mimitos y zalamerías

19-J
19-J: Mimitos y zalamerías

Se acerca el 19-J y las pasiones deben ceder el paso al raciocinio. Andalucía tiene que medir todo el alcance de su desorden. Hay que hacer un balance político-moral en primer término, y económico-político después. Se han agitado todos los egoísmos, todas las codicias, todas las bajezas. Ya no se sostiene vivir del mito. En este ambiente que inunda mi tierra, un individuo de sugerentes encantos me lanzó una interrogación que parecía danzar maliciosa y juguetona, y que utilizo aquí a la punta de mi pluma: «¿Te gustan los álamos temblones?»

Este individuo, cuyo nombre no voy a desvelar -de momento-, es un hombre que siempre va con la verdad por delante. En su opinión, es difícil mentir si uno no conoce con franqueza la realidad. Insistía en que para sostenerse medianamente en este circo hay que tener un poco de fuerza y un poco de autoengaño. «Bueno y quizá también de autoilusión, vamos a dejarlo sin aclarar», añadió. Mientras come el pan de cada día empapado en lágrimas, este señor dice que España habrá de resentirse moral y materialmente, por mucho tiempo, mucho, del colosal batacazo que trajeron los mimitos y zalamerías del Gobierno de Rajoy. La incorregibilidad de las sociedades hace presumir que ni aun sirve para escarmiento la lección recibida.

«La tristeza proviene del pecado, la alegría es hija de la mala memoria», me decía; mientras su mujer, teatralmente bella, de una belleza de elementos verdaderos y falsos, pero absolutamente creíble, fingía que le interesaba la conversación. Cansada de ser una esfinge, intervino de sopetón: «Son débiles moralmente, pero no son malas personas. O gobiernan bien o que se vayan a freír espárragos». No pude contenerme y me eché a reír estruendosamente. Ella insistió: «Clara, no le devuelvas el tuteo al camarero, les importa un rábano la legitimidad y el escalafón social». Yo miraba a aquella pareja harto curiosa subrayando las máculas de su propia grandeza.

Volviendo a la cuestión de quién dominará la fuerza el próximo domingo, esta semana nos toca desliar el embrollo intelectual, lógico, ético y estético que debe fingir que el pensamiento es más importante que el ser humano. Mi amigo, ansioso de sensaciones extintas, continúo la charla para mi deleite: «Un bar es el único sitio donde el valor supremo es el ser humano; y Andalucía está lleno de ellos». A continuación, pidió para almorzar un consomé de ave, servido en taza, continuado con un esturión de Danubio, preparado a la manera de Bretaña. Su mujer, que no perdía ripia dijo: «Yo quiero comer perdices». Yo volví a no poder contenerme y otra estruendosa carcajada me hizo sonrojarme sin piedad.

La conversación subió de tono intelectual y el individuo reflexionaba insistentemente en que las serenas regiones del espíritu, en caso de que se tengan, no deben estar condicionadas por las riquezas, las habilidades políticas, ni las armas. Decía que la gloria de César pertenece a la antigua Roma. Cuando se olvida esta esencial verdad, se incurre en lamentable ofuscación que únicamente acarrea males. De los candidatos que aspiran a la presidencia de la Junta de Andalucía, «sólo veo a uno investido de alta autoridad. Hablo ciertamente con carácter personal, pero también hablo como un hombre que ama el mundo, que desea la garantía de estabilidad, de realización de nuestras ideas y de todos nuestros esfuerzos históricos». Entonces se calmó un poco. Escogía las palabras con cuidado, trataba de que fueran coherentes.

«Sería demasiado largo contar los viajes que hice con mi enamorada -decía con melancolía mientras tomábamos ya el café-, además mi mujer está delante». Bajaban entonces los ríos, cuyas olas extensas rodeaban las pagodas con bolas de oro, las ruinas célebres de Venecia, Atenas, Jerusalén, Menfis, Cartago y… el poderío de Sevilla, la música de Granada, el arte de Cádiz, la mirada desatada de Jaén, la solera de Córdoba, las montañas de Almería, la sal de Huelva, la pujanza de Málaga. Todo ello mientras las cigarras cantaban, las espigas se quebraban, las sombras de los corruptos, vencidas y sin poder soportar ya más el calor, se acurrucaban y se ocultaban al pie de aquellos álamos endebles del principio. Todo brilla, todo luce, todo resplandece. Andaluces, a por todas, es nuestro momento.

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