Los 18 ‘Simones’ de la OMS

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El Comité de Emergencia de la OMS, tras su reunión de ayer —la primera en los últimos tres meses— nos anuncia que «los efectos de la pandemia durarán largo tiempo y que, por ello, hay que mantener los esfuerzos para controlarla…». Además, asegura que las pandemias «aparecen una vez por siglo», y que podría haber alguna vacuna disponible para el primer semestre de 2021, como muy pronto.

Vamos a ir precisando el contenido de este comunicado de los 18 científicos que componen ese grupo multidisciplinar que asesora al Director General de la OMS, cuyo apellido me resulta impronunciable y su auctoritas, inexistente.

En primer lugar, me parece que es una auténtica tomadura de pelo comunicarnos que las pandemias tienen una cadencia secular, a modo de cabañuela epidemiológica. También  atreverse a afirmar que los muertos en el mundo hasta la fecha son 675.060, según su recuento oficial, cuando ni siquiera sabemos el número real de fallecidos en España. De ser cierta esa cifra global, estaríamos hablando de una tasa de letalidad del virus del 0,09% sobre la población mundial. ¿Alguien puede sostener con un mínimo de rigor, que se puede calificar de «pandemia» a un virus que ocasiona ese porcentaje de mortalidad?

En segundo lugar, vista nuestra reciente experiencia sobre el Comité de Expertos que presuntamente asesoraba al Gobierno español, y que ahora hemos sabido que no existió, ¿nos merece algún respeto intelectual y alguna credibilidad científica el grupo de sabios de la OMS? Tras conocer a nuestro don Simón, experto y sabio oficial de cabecera del Gobierno, que vaticinaba en febrero pasado  que sólo habría «un puñado» de contagios es España, ¿alguien puede creer con fundamento a 18 «Simones» hablado de lo que podría suceder en las próximas décadas en el mundo?

En tercer lugar, estos sabios reportan nada menos que a su particular Illa global, cuyos antecedentes políticos en su país y sus vínculos con la China comunista son de general conocimiento. Dada esa estrecha relación, podría decirnos ya de dónde salió el virus, si fue producido en Wuhan y si se expandió accidentalmente o no.

En cuarto lugar, la OMS no es una institución internacional al uso, y tiene una personalidad jurídica público- privada peculiar, con una especial dependencia financiera de grandes corporaciones y multinacionales  farmacéuticas que, por cierto, tienen un interés muy concreto en esta enfermedad porque varias están investigando su vacuna.

En quinto lugar, para afrontar una guerra contra cualquier enemigo, hay que actuar con una cierta proporcionalidad entre los costes de la intervención y los beneficios a obtener. En el caso que nos ocupa, en tres meses se ha provocado una recesión económica global —aunque muy desigual— con unas consecuencias en términos de destrucción de empresas e incremento del paro sin precedentes en un siglo, desde el Crack de Wall Street de 1929. Pretender mantener esas medias durante «décadas», tal y como esos presuntos expertos se permiten aventurar sin ponderar las catastróficas consecuencias económicas y sociales que ello supondría, resulta —cuando menos— gravemente irresponsable.

Ante este panorama, uno tiene el derecho a preguntarse: ¿Cuál es esa «nueva normalidad» de la que nos hablan? No es preciso ser particularmente «conspiranoico» para interrogarse acerca de quién está dictando estas recomendaciones que nos obligan a vivir embozados y renunciando a parte de nuestra sacrosanta libertad, en aras de un enemigo del que esta sociedad tan avanzada capaz de colocar una sonda espacial en Júpiter, es incapaz de decirnos con fundamento, cuál es su origen y cuándo tendremos una vacuna frente a él.

De momento, lo que estamos viendo es que Trump, que lideraba las encuestas sin problemas frente a un inexistente Biden, ahora ve cuestionado seriamente su cantado eventual triunfo en las presidenciales de noviembre. Justo tras retirar EEUU la financiación a la OMS por lo que considera una actuación negligente en la prevención y actuación frente a la pandemia, y cuando tiene declarada una guerra abierta contra los globalistas.

Imagino que las informaciones públicas y publicadas de una naturaleza difícilmente imaginable, sometidas a procedimientos judiciales y que podrían afectar a antecesores suyos en la Presidencia, nada tienen que ver con todo lo que sucede.

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