Juegos Olímpicos de París

Estados Unidos sigue siendo el Dream Team

Quinto oro consecutivo de los norteamericanos en el baloncesto masculino

Curry silencia a un Bercy Arena entregado a la selección francesa

Estadísticas completas de la final olímpica entre Francia y Estados Unidos

Dream Team
Estados Unidos vuelve a reinar en los Juegos Olímpicos
Guillermo Sáez

Estados Unidos aún es el Dream Team del baloncesto mundial. En el Bercy Arena de París, frente una Francia llevada en volandas por la afición y que soñó con la sorpresa hasta el final, emergió la figura de Stephen Curry para silenciar las gargantas locales y confirmar quién sigue siendo el rey (87-98). Cuatro triples del base en los minutos finales sentenciaron el quinto oro consecutivo del baloncesto norteamericano en estos Juegos Olímpicos de París.

Cuando más quemaba la pelota, Curry (24 puntos y (8/12 en triples) demostró por qué es el mejor tirador de la historia del baloncesto. Francia había recortado su desventaja a tres puntos (87-90) y el oro volvía a estar en juego. La estrella de Golden State Warriors agarró a Francia por la solapa y la despertó de su ilusión con cuatro bofetones seguidos desde la larga distancia: pim, pam, pum y catapum. Un arranque de inspiración memorable de un jugador que hace tiempo que es leyenda. Solo le quedaba poner la impronta en unos Juegos Olímpicos. Vaya si lo hizo…

Se repetía la final olímpica de Tokio, que concluyó con victoria estadounidense más cómoda de lo que indicó el marcador final (87-82), y Francia tenía dos nuevos argumentos para alimentar su ilusión de derribar al gigante USA: Victor Wenbayama, el mejor de los suyos con 26 puntos, y el apoyo de un Bercy Arena entregado. Al otro lado de la pista, el último baile juntos de un puñado de jugadores que ya son pura historia del baloncesto, con mención especial para el trío Lebron James (14 puntos, 10 asistencias), Kevin Durant (16) y, como no, Curry.

Por si aún tenían dudas sobre si pisaban terreno enemigo, a los norteamericanos les recibieron con una potente pitada, aún más intensa cuando sonó por los altavoces el nombre de Joel Embiid, considerado un traidor a la patria francesa. La duda general estaba clara. ¿Más sufrimiento para los NBA después de su agónica semifinal contra Serbia o victoria cómoda para reinstaurar el orden?

Con Scottie Pippen y Carmelo Anthony como sus hinchas más entregados a pie de pista, Estados Unidos dominó la primera parte sin llegar a despegar a un motivado anfitrión que sumaba a la envergadura de Wenbayama la motivación de Yabusele (20 puntos). El jugador del Real Madrid protagonizó una de esas imágenes que pasan a la historia al meterle un mate en la cara a Lebron James, que acabó por los suelos. Tuvo regusto al mate de Rudy Fernández sobre Dwight Howard en Pekín 2008. Qué tiempos aquellos…

Hasta que Curry quiera

Entre el batallón de ametralladoras estadounidenses, solo la de Devin Booker (15) parecía bien engrasada. Al resto lo costaba embocar, pero un poco de Estados Unidos es mucho de baloncesto, y con cuatro pinceladas les bastaba para situarse con una máxima ventaja de 10 puntos (36-46). No rompían el partido, pero tenían a Francia bien controlada más allá de los arranques de un estelar Yabusele que escuchaba gritos de «¡MVP, MVP!».

El equipo de Steve Kerr se estiró hasta un jugoso +14 tras el descanso (57-71), pero sus desconexiones defensivas le impedían rematar a un anfitrión que aguantaría mil y una cuchilladas antes de doblar las rodillas. Wenbayama era quien mejor pescaba en río revuelto y arrastraba en su fe a toda la afición francesa. En la última jugada del tercer cuarto, Durant perdió la pelota de forma inexplicable y Nando de Colo corrió para anotar sobre la bocina y poner el oro en un puño (66-72).

Como ese ciclista voluntarioso que no quiere perder la vista del líder, Francia hacía la goma una y otra vez. Y Estados Unidos, ataviado con su maillot amarillo de siempre, pegaba un estirón en cuanto sentía el aliento en la nuca. Así que la goma ni se rompía ni se aflojaba. Siempre tenía la tensión justa para que los favoritos dominaran sin arruinar la emoción. Hasta que Curry decidió que la fiesta se había acabado, como ese niño egoísta que solo quiere la pelota para sí mismo. Si la usa de esa manera, ¿cómo reprocharle nada? Subido a la chepa del base, el Dream Team alarga a dos décadas su dictadura olímpica. El resto del mundo tendrá que esperar.

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