España se lleva una cura de humildad en los Juegos Olímpicos
El sueño de España en estos Juegos Olímpicos acaba en pesadilla al volverse de vació de París
La selección no estuvo nunca a la altura de lo esperado y terminó hundiéndose en los dos partidos clave
España no cata medalla en fútbol femenino
El sueño de España en estos Juegos Olímpicos acabó en pesadilla. La selección femenina de fútbol llegaba en una nube, después de arrasar en todo lo que han jugado en el último año, hasta que han llegado a París 2024. La cita olímpica estaba marcada como el gran objetivo del equipo desde que ganaron el pasado 20 de agosto el Mundial y, casi un año después, se despiden del torneo sin haber pisado ni siquiera la Villa Olímpica y con un cuarto puesto que se puede catalogar, sin ningún tipo de dudas, como debacle.
El objetivo estaba claro y resonaba en Las Rozas en cada concentración, una vez se logró la Liga de Naciones que las permitía estar en los JJOO. Todo lo que no fuera oro, sería visto como un fracaso. Ni una plata, ni un bronce satisfacían a un equipo que parecía no tener techo. De hecho, pocas medallas se presentaban más claras para la delegación española que la de fútbol femenino.
París ha servido como escarmiento para un equipo que, pese a mostrarse muy superior al resto a lo largo del último año, ha visto como no siempre se impone la calidad. De hecho, en estos Juegos, lo único que han sacado a relucir ha sido eso, el nivel de sus jugadoras, que les permitió ganar partidos prácticamente por inercia hasta meterse en semifinales. Hasta que no fue suficiente y no se reaccionó, o se hizo tarde.
«Es decepcionante y no está a la altura de lo que somos como equipo», señalaba la actual Balón de Oro, Aitana Bonmatí, al término del partido. Hacía autocrítica, mientras calificaba el cuarto puesto como «una buena hostia»: «Estoy jodida. Veníamos con la intención de llevarnos alguna medalla y nos vamos sin nada. Toca aceptarlo y mejorar».
Una España irreconocible
El fútbol exquisito de las de Montse Tomé, que mejoraba –y mucho– lo visto en la anterior etapa, fue inexistente desde la última concentración. En los dos últimos partidos de clasificación para la Eurocopa, ante República Checa y Bélgica, ya se vio una versión gris. En parte, era algo normal, puesto que se sabían ya clasificadas y cualquier tipo de contratiempo comprometía la presencia de cada jugadora en la cita que estaba señalada en rojo en el calendario.
Y en el momento clave, cuando de verdad había que sacar a pasear la estrella bordada en el pecho hace un año, se falló por partida doble. Se remontó ante Japón, se ganó por una genialidad a Nigeria y costó doblegar –con una más– a Brasil en fase de grupos. El resto, ya es historia. Colombia dejó a España al borde de una eliminación que se salvó por dos fogonazos, en un partido horrible que, pese a ello, no sería nada en comparación con lo que se vería en semifinales, de nuevo contra las canarinhas.
Falló y faltó todo: físico, jugadoras, entrenadora… Nadie estuvo a la altura de la España campeona del mundo y que optaba al oro en estos Juegos Olímpicos. Pero había una misión, que no era otra que recomponerse en dos días y pensar en Alemania, a la que había que ganar para evitar el ridículo histórico de volver a Madrid de vacío. Algo que acabó sucediendo.
El peso de los Juegos
Cierto es que España mostró su cara más reconocible de todo el torneo olímpico en el partido por el bronce, pero tampoco fue suficiente. Con muchas dudas, sin fortuna –dos balones al palo– y con errores terroríficos, Alemania consiguió adelantarse para encargar la medalla. Terminarían de confirmarla de la forma más cruel para las de Tomé.
Alexia Putellas, la máxima exponente de este equipo histórico, consumaba el fracaso de la selección fallando el penalti del empate en el último minuto del descuento. Un error que se suma al cúmulo de fatalidades de un equipo que parecía invencible, pero que se ha hundido en el momento de la verdad, cuando tocaba dar la cara por lograr el verdadero objetivo por el que se ha peleado durante todo el año: llevar a España al oro –o, como poco, a la medalla– en estos Juegos Olímpicos.