Quinta medalla para España en los Juegos Olímpicos

Carreño es un número uno: tumba a Djokovic y conquista un bronce que sabe a oro

Pablo Carreño conquistó la medalla de bronce para España después de superar (6-4, 6-7, 6-3) al número uno del mundo, Novak Djokovic, en un encuentro de auténtico órdago y en el que el tenista asturiano se comportó como un auténtico crack

Carreño se hace con el gran triunfo de su carrera deportiva en los Juegos Olímpicos de Tokio

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Pablo Carreño
Carreño celebra su victoria. (AFP)
Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

El tenis le debía una a Pablo Carreño y se la devolvió con creces. El tenista asturiano, trabajador hasta la extenuación y con el talento y la humildad siempre por bandera, logró la victoria más grande de su carrera en los Juegos Olímpicos de Tokio, para conquistar la quinta medalla para España. Pablo derrotó (6-4, 6-7, 6-3) a Novak Djokovic, el número uno del mundo, el ganador de Open de Australia, Roland Garros y Wimbledon, en un partido de órdago que se convierte en la medalla más épica de cuantas se han logrado por los españoles en los Juegos. Un bronce que sabe a oro.

Fueron seis pelotas de partido las que tuvo Pablo, que nunca se rindió y pudo tirarse al suelo, por fin, después de dos horas y 45 minutos de partido en los que la respiración de los españoles se contuvo hasta ver el trabajo hecho, la obra maestra de Pablo Carreño, el que siempre se levanta, el que ha caído mil y una veces pero ahora, por fin, es el gran héroe español con una medalla bajo el brazo.

«La derrota de hoy no me puede costar la derrota de mañana». Esa frase, tan sincera, tan espontánea y espetada escasos minutos después de un duro encuentro ante Khachanov, sobre todo en lo moral, demostró que nada iba a apartar a Pablo Carreño de la búsqueda de su sueño. El español quería una medalla y si algo ha demostrado en su carrera es que sabe caer y levantarse mejor que nadie.

Su rival en la final por el bronce apuntaba a ser Alexander Zverev, pero el sorpasso del alemán al hasta ayer imbatible Novak Djokovic convirtió al número uno en el contrincante de Carreño, en el más difícil todavía para el de Gijón. Pero Pablo tenía un sueño y quería seguir despierto imaginándose cumpliendo la machada. Lo daría absolutamente todo.

Carreño golpea primero

El comienzo de Djokovic contó con amagos de ser meteórico, también en el marcador. Nada más empezar, el número uno del mundo se colocó con dos pelotas de break con el saque de Carreño, pero Pablo puso el escudo y sacó adelante la situación con mucho sufrimiento. Algo parecido sucedería en la siguiente tanda, aunque sin pelotas de rotura para Nole. Dos juegos largos que mantenían al español con tablas en el luminoso y con la moral llena. Se podía competir.

A partir de ahí, Pablo comenzó con su ascenso en el partido y se hizo con el mando. Ante todo un número uno. Con un juego en blanco al resto, Carreño desquició a Djokovic y se adelantó en una ventaja que ya no iba a perder en lo que restaba de set.

Djokovic lo intentó y apretó en cada juego. Mantuvo su servicio y se colocó, con 5-4 abajo, 15-40 para poner las tablas y tomar el liderato moral, pero entonces Carreño sacó su servicio a pasear y una derecha mortal que le llevó a colocarse con un punto de set. Un ace lo corroboraría. Pablo estaba en modo terminator y sólo vislumbraba el bronce en el horizonte.

El drama del tie-break

El segundo parcial trajo tensión, máxima, y un nivel de juego elevado por la lógica reacción de Djokovic. El número uno había acusado el golpe, pero la rabia contenida de las dos derrotas del viernes le hacía forzar la máquina ante un Pablo descomunal que seguía levantando pelotas de break y complicaciones varias con su saque.

Los juegos fueron pasando sin que Djokovic diera con la tecla para evitar el escudo de Pablo, agresivo y defensivo a partes iguales y siempre firme mentalmente. El encuentro era una delicia que en España quizá no se disfrutó lo debido por la tensión, esa tensión que hasta el momento sólo generaba Rafa Nadal. La muerte súbita, para ponerle más picante al choque, decidiría la segunda manga.

Rocambolesco, como obligaba el guion al partido, el tie-break comenzó con un punto de Pablo para luego convertir a Djokovic en dominador por tres errores del asturiano. Parecía apagado, pero el gijonés volvió para poner las tablas e incluso contar con una opción de partido, de medalla de bronce al resto. Sacó Nole dos veces y lo hizo de forma majestuosa. Una derecha marrada de Carreño, errático en la muerte súbita, le daba el set al número uno y mandaba el partido, ya con dos horas en el reloj, al tercer parcial.

Un tercer set de bronce

Diez minutos de descanso permitieron resetear a Pablo y dejarle de nuevo planteando lo mismo que al inicio del encuentro. «La derrota de ayer no me puede llevar a la derrota de hoy», pensaría de nuevo el asturiano, que repitiendo una y otra vez en su cabeza que el bronce era un objetivo real, mantuvo su saque por dos veces y quebró el de Djokovic, al que le pasó por delante un auténtico terremoto cuyo epicentro estaba en Tokio, en su lado de la pista, y el nacimiento en Gijón.

La ventaja debía ser administrada con suficiencia, al tiempo que Djokovic montaba un show lamentable sobre la pista y permitido por los jueces. El serbio, número uno dentro pero lejos de este catálogo fuera de la pista, lanzó una raqueta a la grada y resquebrajó otra contra un poste, no podía con Pablo y lo pagó con todo lo que vio alrededor. Mientras tanto y con sumo cuidado, el español continuaba construyendo juego a juego su propuesta de victoria.

Así hasta llegar al 5-3, con el que Carreño comenzaría el servicio más importante de su carrera. El saque, que le dio alas contra Medvedev y no le ayudó frente a Khachanov en semifinales, volvió a salirle cara en el momento cumbre, el decisivo, en el que las piernas tiemblan y los brazos se encogen. Ahí, Pablo reaccionó al nivel sobresaliente de Djokovic con el revés logrando hasta cinco puntos de saque en el lado del deuce. Tenía una y otra pelota de partido pero no sería hasta la sexta, con el sufrimiento que marca su perfil y su trayectoria, cuando podría ver la bola de Nole en la red y confirmar que sí, él, sí, era el bronce olímpico tras tumbar al número uno.

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