La vida de Trump amenazada por un nuevo fallo del Servicio Secreto que depende de la Casa Blanca

En esta ocasión un individuo armado con un fusil de asalto AK-47 logró acceder hasta el perímetro de seguridad

Un francotirador estuvo a punto de matarlo el 13 de julio mientras daba un mitin: la bala le rasgó una oreja

Trump servicio secreto
Agentes del Servicio Secreto de EEUU.
Roberto Pérez
  • Roberto Pérez
  • Periodista y licenciado en Ciencias Políticas. Especialista en sector público, economía política y presupuestaria, e instituciones político-administrativas. Trabajó para Agencia Efe y Cope, ejerció durante más de 20 años en ABC -etapa que incluyó el ejercicio temporal de la corresponsalía de Nueva York- y actualmente es subdirector de OKDIARIO.

El tiroteo que ha comprometido la vida de Donald Trump este domingo en su club de golf de Florida pone de nuevo en evidencia al Servicio Secreto de EEUU, que depende de la Casa Blanca y que se encarga de garantizar la seguridad del ex presidente y candidato republicano para las elecciones del 5 de noviembre. Trump les ha dado las gracias por haber neutralizado al tirador, pero es relevante que un individuo, en un espacio perimetrado por la seguridad asignada a Trump, haya logrado aproximarse a la zona de seguridad con un fusil de asalto, un AK-47, notablemente visible por sus dimensiones.

El trabajo que tienen encomendado los agentes asignados a su seguridad es, con carácter prioritario, impedir que el protegido quede a merced de un tirador. De ahí que es esencial tener controlado el perímetro en el que existe un riesgo directo, garantizando que no hay individuos armados a una distancia capaz de tener a su alcance a la persona a la que tienen que proteger, en este caso Donald Trump.

Fue evidente que ese principio elemental de prevención no se cumplió el 13 de julio, cuando un francotirador consiguió apostarse en un tejado próximo al escenario en el que Trump estaba dando un mitin en Butler (Pensilvania). Al atacante le dio tiempo de disparar varias veces contra Trump antes de ser abatido por las fuerzas de seguridad. De hecho, estuvo a punto de matar al ex presidente: una de las balas le rozó su oreja derecha. Los disparos acabaron con la vida de uno de los asistentes al mitin, un seguidor de Trump que se lanzó a cubrir a su hija.

El fallo en el dispositivo de seguridad encomendado al Servicio Secreto fue de tal magnitud que acabó reconociéndolo quien entonces era su directora, Kimberly Cheatle. De hecho, dimitió diez días después de ese atentado. Cheatle formaba parte del equipo de mandos de la Casa Blanca ligados a la estructura del presidente, hasta el punto de que ese cargo es asignado directamente por el inquilino de turno del Despacho Oval sin siquiera tener que someter ese nombramiento al Senado para su confirmación.

Desde la dimisión de Kimberly Cheatle, al frente del Servicio Secreto hay un director interino. El presidente Joe Biden –que renunció a presentarse a la reelección días después del atentado sufrido por Trump– dijo que iba a nombrar un nuevo director para el Servicio Secreto, pero la plaza sigue ocupada en régimen de interinidad por quien hasta ahora ejercía de subdirector, Ronald L. Rowe.

En plena carrera electoral

Este segundo fallo en el equipo del Servicio Secreto adscrito a la protección de Donald Trump no sólo compromete a esa agencia sino también a la Casa Blanca, en la que Biden mantiene como vicepresidenta a Kamala Harris, la candidata demócrata que compite con el ex presidente. La competición electoral se mantiene muy ajustada, aunque Harris había conseguido remontar y devolver la esperanza a los demócratas. Con Biden las opciones se daban por nulas.

Está por ver ahora el impacto que tiene en la intención de voto este segundo atentado sufrido por Trump, no sólo porque puede relanzar su popularidad sino, también, por la erosión que puede sufrir Kamala Harris como vicepresidenta, ya que el Servicio Secreto es responsabilidad de la Casa Blanca.

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