VISITA DEL PRESIDENTE DE COLOMBIA

Un mesiánico Petro asegura que se ha encontrado en Madrid a «montones de mujeres llorando» por él

petro madrid
Gustavo Petro, en su discurso al Congreso

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, es comunista, tiene un pasado como terrorista en el M-19 y este miércoles se presentó en el Congreso de los Diputados como un líder mesiánico. Durante su comparecencia ante la sesión conjunta de las dos cámaras se marcó un porque yo lo valgo a lo Pedro Sánchez y aseguró haberse encontrado desde su llegada a Madrid «a mujeres llorando en las esquinas» por él.

Mujeres que lloran -según él- esperanzadas de que «pueda cambiar el rumbo de mi país». Añadió que «en mí se centran las esperanzas y me da temor no poderlas cumplir. El temor de no poder cumplir con lo que la historia demanda de mí».

El discurso del líder colombiano castrochavista empezó ya afirmando ser la reencarnación de El Quijote. « De niño conocí España sin venir aquí. Fue a través de El Quijote. El Quijote me enseñó el individuo que podía caminar encima del caballo deshaciendo entuertos. Aprendí que ese era el camino para construir justicia, un camino que acompañaba a la vida. Miles y miles de Quijotes en mi mente de adolescente marcaron mi existencia», dijo el presidente colombiano.

A partir de ese momento evocó su pasado enrolado en las filas de la organización terrorista M-19. «Los llaneros de Bolívar eran grandes jinetes que buscaban libertad. Nosotros caminábamos en las altas montañas, tratando también de encontrar la justicia, de encontrar el amor y cambiar el mundo. Los Quijotes nos enseñaron a buscar el amor y la libertad que está en todo el ser humano».

Añadió que «conocimos nuevas formas libertarias, no solo en aquel Bolívar guerrero y rebelde, sino en aquellos españoles posteriores, que quizás sin quererlo, levantaban banderas libertarias. Yo estuve al lado de esos españoles y españolas. Algunos de sus hijos y de sus hijas nos acompañaron en nuestra primera juventud, incluso caminando las montañas. En nuestros mundos del cóndor».

Mientras el líder comunista hablaba, sus cachorrillos ideológicos en el Gobierno de Pedro Sánchez, especialmente la ministra de Igualdad Irene Montero, no cabía de alegría y asentía constantemente con la cabeza. Era como si se le hubiera aparecido el espectro del Che Guevara delante de sus narices.

Cuando Petro pronunció la palabra maldita, fascista, para referirse a aquellos españoles que en el pasado «querían un mundo nuevo, que querían detener fascismos, que nos hacían soñar a los latinoamericanos» la extrema izquierda del Congreso se desató en alborozo.

Al presidente colombiano le ocurre lo que a todos los líderes comunistas con un liderazgo mesiánico: se sienten los elegidos. No por Dios, sino por los designios de Marx, Stalin, Castro o Pol Pot. Por eso dijo que teme «no poder cumplir con lo que la historia demanda de mí».

Es el primer presidente comunista que tiene Colombia en su historia y, por ello, cree que tiene una misión encomendada: «En mí se centra el ataque de quienes no quieren los cambios. De quienes creen que el mundo está bien así. Y en mí se centran las esperanzas y me da temor no poderlas cumplir. Como ser humano cuando veo en las calles las grandes manifestaciones. Cuando encuentro a mi gente en las esquinas aquí en Madrid. Por montones mujeres llorando, mujeres esperanzadas en que yo pueda cambiar el rumbo de mi país. El temor de no poderlo hacer llega a cualquier dirigente político».

Sólo le faltó encender y fumarse un puro delante de sus señorías.

Pero aún tuvo tiempo de hablar del Apocalipsis, de la humanidad en peligro de extinción y del cambio climático. Al final, de vuelta al Rolls Royce y a despachar con su camarada Sánchez.

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