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«Ese hombre es la única esperanza de mi país», nos dice un caballero entrado en años, de piel morena y curtida, que aborda a los periodistas de OKDIARIO al acabar la entrevista. «Tome nota, usted que está joven, que yo no lo veré, gracias a Dios, pero en 20 años las FARC no habrán salido de Colombia, se habrá entronizado como los Castro en Cuba desde hace 50 años… y mire cómo está Cuba, o Venezuela desde que llegó Chávez. Allí va Colombia, salvo que Álvaro Uribe y su partido rescaten a Colombia de las garras del castrochavismo». Este buen hombre se despide educadamente, «mi nombre es Guillermo Campos, para servirle», haciendo ademán de querer acercarse al ex presidente, que ya atiende a una televisión.
Cruza el umbral hacia la calle meneando la cabeza, renegando de la situación en Colombia, un país dividido entre un Gobierno que se afana por sellar una paz necesaria tras 220.000 muertos, miles de secuestrados y millones de desplazados, y una oposición que critica los términos en que se firma. Un país donde un presidente está logrando que esos terroristas dejen las armas pero que tiene a la opinión pública en contra. Uribe dice saber por qué: «Son muchas cosas, pero sobre todo, es que los colombianos no notan beneficios de paz; la economía está en retroceso mientras se regala el país a los terroristas con un acuerdo que no es de paz, es de impunidad».
Pregunta.– Su partido lidera las críticas a este acuerdo, de hecho su apellido es un movimiento, el ‘Uribismo’. ¿Qué hará el centro Democrático si llega al poder y el acuerdo está en los términos actuales?
Respuesta.– El CD tiene una plataforma siempre en actualización, a partir de un país seguro, con inversión, con política social, con respeto a la independencia entre las instituciones, con pluralismo participativo descentralizado, con gobiernos austeros, transparentes, con un permanente diálogo popular, y un gran respeto a la democracia participativa. Seguramente… primero, la plataforma nuestra se opondrá a lo que viene fraguando Santos, porque él le entrega el país a la FARC, que es el castrochavismo. Y seguramente, habrá que modificar puntos de estos acuerdos.
P.– ¿Y eso podrá hacerse, teniendo en cuenta que el acuerdo se ha elevado a rango constitucional, y si se aprueba en plebiscito?
R.– ¡Por supuesto! Santos primero propuso un referéndum, que exige una pregunta por cada tema. Y ahora propone un plebiscito, que no tendrá sino una pregunta. Todos los colombianos quieren votar por la paz, pero muchos quieren votar en contra de la impunidad, o de la elegibilidad política de los delincuentes. Y el Gobierno no lo permite. El plebiscito exigía, en su ley original, un 50% de umbral electoral, ahora basta con el 13%. Ese cambio es tramposo. El Gobierno impidió que hubiera dinero del Estado en favor del ‘no’ o de la abstención y, además, amenaza: dice que los que quieren el plebiscito y voten por el ‘sí’ quieren la paz, y que los que voten por el ‘no’ o se abstengan es porque quieren la guerra. Nosotros pensamos que lo mejor que le puede pasar al país es que Santos pierda el plebiscito y se pueda reorientar el proceso de paz.
Por otro lado, que hayan elevado los acuerdos a categoría de norma constitucional… La norma ha pasado por el Congreso, pero lo maneja Santos, así que el paso por el Congreso es meramente formal, simulado. Es una ficción. La realidad inaceptable es que los dos constituyentes son el Gobierno y la FARC. Y están utilizando otro vehículo que no es el indicado, que son los acuerdos de Ginebra, que son para humanizar enfrentamientos. La FARC nunca cumplió las disposiciones internacionales humanitarias: secuestraba personas que iban en ambulancia, derribaba aviones civiles, los secuestraba, masacres de civiles, reclutamiento de niños, violación de niñas… Y ahora invocan un acuerdo humanitario para que estos acuerdos queden elevados a la categoría del bloque constitucional. Por procedimientos democráticos legítimos se puede derogar aquello ilegítimamente adoptado.
P.– Hay quien dice que Santos es rehén de su empeño por la paz con las FARC. ¿Es la paz rehén del ‘Uribismo’?
R.– En el Gobierno nuestro mejoraron sustancialmente todos los indicadores de Colombia: la seguridad, las libertades, la expansión la economía, la política social. Santos se comprometió a darle continuidad a eso, el país lo eligió abrumadamente con nuestras tesis en 2010, e hizo todo lo contrario…
P.– Sin embargo, renovó.
R.– Ganó en segunda vuelta, apoyado por la extrema izquierda, con los fusiles de la FARC y los de las bandas criminales amenazando nuestra gente. Y con fraudes.
P.– ¿Fraude electoral?
R.– Sí, por supuesto. E inventándole acusaciones falsas a nuestro candidato… Nuestras diferencias son de fondo. Nosotros teníamos un caminos democrático de avance del país, ahora hay retroceso.Las políticas sociales están estancadas, hay una reducción del 36% en la inversión extranjera, quitaron los estímulos tributarios, y hay un enorme aumento de impuestos, lo reduce la competitividad. Hay temor en la economía colombiana. Yo le dejé a Santos una inflación del 2,31% y en los últimos 12 meses está en el 8,67%. La moneda colombiana, junto con el rublo y el real brasileño, ha tenido las mayores volatilidades en estos años… Y el indicador financiero EMBI de países emergentes se ha deteriorado mucho desde 2010. Es un tema de conjunto.
P.– ¿A eso atribuye usted que un señor que está pacificando un país en conflicto durante los últimos 50 años tenga al 66% de la población en su contra? Porque es un dato que sorprende mucho…
R.– Son muchos factores. Además, está el engaño. Los colombianos no sienten beneficios de paz, porque ha crecido el narcotráfico, la extorsión y el control territorial. No hay una política de seguridad que apoye a los colombianos, todo se le concede al terrorismo y a los sectores sociales y económicos del país se los maltrata. Ahora el país tiene una huelga de camioneros que se prolonga, y el Gobierno hace oídos sordos… Es un Gobierno manipulador de la opinión internacional, de los medios. Es un Gobierno indulgente con el terrorismo e indiferente con el pueblo colombiano.
P.– Su enfrentamiento con Santos parece más encarnizado que el de un Gobierno con un grupo terrorista. Recientemente, usted iba a recibir la medalla de la UIMP, y eso desapareció de golpe por presiones…
R.– Yo sobre eso, envié una carta…
P.– Sí, la publicamos en primicia en OKDIARIO…
R.– Eso eso. Y ahora, cuando fui invitado por el Instituto de Empresa, me dijeron que la embajada de Colombia también estuvo presionando para que me revocaran la invitación. ¿Por qué se oponen al debate? Si el nuestro es un debate argumental: sobre la impunidad, la elegibilidad de terroristas… Santos ha aceptado que a la FARC, que es el cartel de cocaína más grande del mundo, ¡se le considere el narcotráfico como delito político! Nosotros no podemos estar de acuerdo con eso. Porque no serían extraditables, ni irían a la cárcel, y les darían elegibilidad. Debo recordar que yo firmé cerca de 1.200 órdenes de extradición. Imagínese que yo hubiera hecho con los paramilitares lo que Santos ha hecho con la FARC. Yo no le acepté a los paramilitares impunidad total: los cabecillas tuvieron que ir a la cárcel. Extradité a 14 cabecillas paramilitares. No les di elegibilidad. No negocié con ellos la agenda política del país, les exigí entregar su riqueza para reparar a las víctimas. Nada de esto le exige Santos a la FARC. Les da toda la indulgencia. ¿Y cuál es la diferencia entre las masacres de la FARC y las de los paramilitares? Ninguna.
P.– Pero precisamente a usted y a su Gobierno los acusan de lo contrario, de cierta connivencia con los paramilitares.
R.– Ahí tiene usted. El único Gobierno que los desmontó fue el nuestro. No hay mejores razones que los hechos.