Alejandro, hijo de Raúl Castro, suena como ‘heredero’ al inicio del congreso del Partido Comunista

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Raúl Castro, durante la inauguración del séptimo congreso del PCC. (Reuters)

Ya suenan nombres y el que va acompañado de más loas es el de Alejandro Castro, hijo de Raúl, el mandatario saliente… Bueno, el que se prevé que saldrá. Porque a sus 84 años aún no deja de gobernar Cuba, ni lo hará hasta 2018, si cumple su palabra.

Alejandro Castro Espín, militar de 50 años, ya se dejó ver durante la histórica visita de Barack Obama a la isla hace un mes junto a su padre Raúl. Y ahora, en la inauguración del séptimo congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), los pasillos no dejan de mascullar su nombre.

Dijo Obama que el deshielo iba a traer el cambio a Cuba, y que «Castro era consciente de ello». Si lo es o no sólo lo sabe él, pero su mensaje este sábado ha dejado muy claro que el régimen comunista seguirá siendo totalitario y contrario a cualquier apertura económica o política.

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Alejandro Castro, a al derecha, durante la entrevista de Obama y su padre Raúl. (Reuters)

Ni privatizaciones ni terapias de choque: Raúl Castro ha enfriado las expectativas de cambio en Cuba generadas por aquella visita de Obama, y ha asegurado que el Estado –es decir, él por ahora, y quién sabe si su hijo Alejandro después– seguirá manejando la economía. Así lo ha dejado claro en la inauguración del congreso del PCC. El máximo órgano de decisión, que deliberará hasta el martes, deberá definir el rumbo de Cuba para los próximos cinco años.

«Cuba jamás puede permitirse la aplicación de las llamadas terapias de choque, frecuentemente aplicadas en detrimento de las clases más humildes de la sociedad», ha proclamado Castro, en un discurso televisado de poco más de dos horas, ante los 1.000 delegados del partido único.

Reformas dentro del control

Sí que hay reformas. Controladas, inmovilistas, destinadas a perpetuar el régimen. En el poder desde 2008, Castro lleva a cabo un proceso gradual de flexibilización del modelo económico de corte soviético (en el que el Estado controla el 80% de la actividad), a través de esa cautelosa apertura al trabajo privado y las inversiones extranjeras.

Castro justifica el ritmo lento de las reformas en que no quiere dejar a nadie atrás, aduciendo el compromiso que asumió cinco décadas atrás la revolución con la población cubana, que hoy alcanza los 11,1 millones. «Esta premisa, que se corresponde con el principio de que nadie quedará desamparado, condiciona en gran medida la velocidad de la actualización del modelo económico cubano», ha dicho el dictador, colando de paso el mantra eterno de «la influencia innegable de la crisis económica internacional y en particular los efectos de bloqueo [estadounidense] contra Cuba».

 

El estado seguirá controlando todo

Aun así, «las fórmulas neoliberales que propugnan la privatización acelerada del patrimonio estatal y de los servicios sociales, como la educación, la salud y la seguridad social nunca serán aplicadas en el socialismo cubano», ha dicho Castro, enfatizando que la actividad estatal seguirá «siendo la forma principal de la economía» y «la empresa privada actuará en límites bien definidos».

En ese sentido, ha insistido en la contradicción del modelo cubano: estatalista, soviético, anquilosado y moribundo… busca la financiación de empresas privadas extranjeras y abre la mano ala pequeña iniciativa individual interna… mientras la denosta, la demoniza y la proscribe. Así, castro ha advertido sobre «las aspiraciones de poderosas fuerzas externas» de estimular el fin de la revolución mediante el «empoderamiento» del incipiente sector privado, pese a lo cual llamó a no satanizar como «contrarrevolucionarios» a los trabajadores independientes.

El hastío en la calle

Antes del discurso, muchos cubanos ya daban por hecho que este Congreso del PCC –llamado de transición por Castro– no arrojaría grandes anuncios. Los más viejos y cercanos a la gesta revolucionaria de 1959, cuando los Castro conquistaron el poder, apenas aguardan un alivio en la situación económica, dominada por los bajísimos salarios (el promedio ronda los 24 dólares mensuales).

«Mi economía avanzará y mi estado social avanzará», sostuvo Roberto Díaz, 78 años, empleado de la Oficina del Historiador, responsable de la conservación del casco viejo de la ciudad.

Pero entre los jóvenes la posición es mucho más escéptica. «¿Me podría mejorar a mí? No lo creo, lo más probable […] es que se va a quedar igual. Realmente, pienso que todo el mundo tiene baja expectativa en prácticamente cualquier cosa; nos han acostumbrado demasiado a no tener expectativas en nada», ha declarado a la AFP Leonardo Gamboa, un caricaturista de 20 años.

El analista Arturo López-Levy, politólogo de la Universidad de Texas de Rio Grande Valley, cree justamente que el reto del PCC es dar respuesta a «un grupo importante de la población» que «ya pasó la página de la era revolucionaria».

«En lo económico, este reto implica construir una economía que otorgue mayores recursos para promover sus intereses cada vez más pluralizados», escribió el experto en un artículo enviado a los medios.

Castro ha reconocido como el «obstáculo fundamental» en el llamado proceso de «actualización del modelo» el «lastre de la mentalidad obsoleta que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro». Lo que no ha aclarado es cómo puede calificar de ‘obsoleta’ la mentalidad de alguien una pareja de hermanos revolucionarios de 90 y 84 años.

El Congreso debe elegir un nuevo Comité Central (116 miembros el actual) y al selecto Buró Político (14). Raúl Castro puede ser reelecto como primer secretario por un segundo y último período de cinco años.

El presidente, que ha defendido el sistema de partido único frente a los llamados estadounidenses a la apertura política, ha propuesto limitar a 60 años la edad para ingresar al Comité Central del PCC y a 70 años para ejercer cargos de dirección en esa organización.

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