Sofonías en contexto: advertencias antes de la caída de Jerusalén
Conoce a Sofonías y cómo sus advertencias anticiparon la caída de Jerusalén, ofreciendo lecciones de arrepentimiento y esperanza.
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En la segunda mitad del siglo VII a.C., Jerusalén respiraba un aire de esperanza. Josías ocupaba el trono y había impulsado una reforma religiosa que buscaba devolverle el brillo a la ciudad. Sofonías era bisnieto del gran rey Ezequías y conocía los secretos del palacio.
Su libro tiene tres capítulos y fue escrito probablemente entre el 630 y el 620 a.C. Es el testimonio de un hombre que vio los vicios que corroían a su nación y anunció la catástrofe que se cernía sobre ella: la destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia.
Uno de sus aportes más relevantes fue su manera de presentar “el Día de Yahvé”. Esta idea ya circulaba entre los profetas, pero Sofonías la desarrolló con una fuerza particular. Lo describió no como un día triunfal reservado solo para Israel, sino como un momento de juicio que abarcaría a todas las naciones. Su mensaje rompía la visión limitada de un Dios que intervenía únicamente en favor de su pueblo y la reemplazaba por una comprensión más amplia, donde Dios aparecía como juez universal y soberano de la historia entera. Esta perspectiva contribuyó a consolidar un monoteísmo más ético, más consciente de la responsabilidad humana.
Judá tras el colapso de Asiria
En el 627 a.C. el imperio asirio comenzaba a desmoronarse. Para el pequeño reino de Judá, que había pagado tributos durante un siglo, esto fue liberador. El rey Josías, coronado a los ocho años, creció en este nuevo clima.
Su corte se llenó de escribas que recuperaban textos antiguos y de sacerdotes que limpiaban el Templo de ídolos extranjeros. La arqueología muestra que Jerusalén estaba en expansión. Había casas de cuatro habitaciones con sellos reales, almacenes llenos de grano y talleres de alfarería en plena producción.
Era un momento de aparente plenitud. Sin embargo, Sofonías supo ver que la reforma era superficial y que la podredumbre interna persistía en Judá.
La denuncia de Sofonías
Desde el primer verso Sofonías habla de una crisis total, con estas palabras: “Consumiré hombres y bestias, aves del cielo y peces del mar”.
El profeta señaló tres males concretos que la reforma no había logrado erradicar:
- La idolatría. En los tejados de las casas se seguía quemando incienso a los astros, una práctica importada de Asiria. En el valle de Hinón había sacrificios infantiles al dios Moloc.
- La corrupción sistémica. En las puertas de la ciudad, donde los ancianos administraban justicia, los jueces aceptaban sobornos tan mezquinos como un par de sandalias o una jarra de vino.
- La indiferencia arrogante. La actitud general era de un letargo moral. Confiados en sus murallas y en las volátiles alianzas con Egipto o Babilonia, los líderes de Jerusalén creían que la catástrofe era imposible.
La profecía
Sofonías le dio un nombre al desastre que se aproximaba: “el día del Señor”. Esto se refería al día de la batalla decisiva. Describió de una manera detallada la catástrofe que generaría el asedio de los babilonios.
Habla de carros chocando en calles estrechas, de antorchas incendiando los cedros del palacio real y de sangre corriendo por las pendientes del valle del Cedrón. En Laquis, a apenas 40 kilómetros de Jerusalén, se han encontrado evidencias arqueológicas del ataque que Sofonías presagió.
A pesar de la crudeza de su mensaje, Sofonías no era un profeta de la desesperación absoluta, sino que también vislumbraba un futuro más allá de la catástrofe. Hablaba de un “remanente humilde” que sobreviviría al juicio.
Este anuncio también se cumplió. Los invasores se llevaron solo a la élite, a los artesanos cualificados y a los líderes. En la tierra devastada de Judá quedaron los pobres y los campesinos: el “remanente humilde” del cual renacería la nación.
El legado del profeta
Sofonías imaginó un futuro en el que Jerusalén cantaría de nuevo y los exiliados regresarían. Esta promesa se materializó en el 538 a.C., cuando el edicto de Ciro de Persia permitió el retorno y la reconstrucción.
Sofonías desapareció de la historia después de entregar su mensaje. Su libro, sin embargo, fue copiado y llevado al exilio en Babilonia. Siglos después, los esenios de Qumrán también se apropiaron de su mensaje.
Para los historiadores modernos, el libro de Sofonías es una fuente primaria. Junto con las Cartas de Laquis y las crónicas babilónicas, ayuda a completar el rompecabezas de los últimos y críticos años del reino de Judá.
La lección de Sofonías permanece vigente. La auténtica seguridad de una nación no reside en su poder militar o en su riqueza, sino en la integridad moral de su pueblo y de sus líderes.
Sofonías denunció con valentía la idolatría, el sincretismo y las prácticas corruptas que habían penetrado en la vida religiosa de Judá. Su crítica no se limitaba a cuestiones de culto, sino que señalaba cómo la infidelidad espiritual iba de la mano con injusticias sociales, abusos de poder y desigualdades. Al hacerlo, reforzó la idea de que la relación con Dios no podía separarse del comportamiento moral, un principio que más tarde se convertiría en un pilar de la tradición profética.
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