Los enigmas de la figura de Isabel la Católica: la reina que cambió el rumbo de la historia
La figura de Isabel la Católica sigue siendo objeto de estudio y debate debido a los enigmas que la rodean. Desvelamos aquí algunos de ellos.
¿Quién fue Isabel la Católica?
Intrigas en la corte de Isabel la Católica
Amores prohibidos de Isabel la Católica
Isabel la Católica, la reina que definió y consolidó las bases del imperio español en el siglo XV, ha sido definida, a lo largo de los años, como una mujer culta, inteligente y fervientemente religiosa. Todas estas cualidades le valieron el título de princesa de Asturias, heredera y luego reina “propietaria” de Castilla, incluso por encima de la verdadera hereda al trono, su sobrina Juana la Beltraneja.
La figura histórica y controvertida de Isabel la Católica, sin embargo, esconde todo tipo de enigmas y misterios que varios historiadores han intentado descifrar entre los textos que diversos autores escribieron antes y después de su muerte.
Los enigmas de la figura de Isabel la Católica
Retrato físico de la reina Isabel la Católica
El aspecto físico de los monarcas era muy importante en aquella época. Según la descripción de los cronistas, la reina Isabel I de Castilla tenía muchos rasgos favorecedores, por don de la naturaleza y de sus antepasados. Según Pulgar, estaba “bien compuesta” y “era muy blanca y rubia, sus ojos entre verdes y azules, de cara hermosa y alegre y mirar gracioso y honesto”.
Personalidad, calidad moral e intelectual de la reina
Los cronistas de la época que describen el sentido moral de la reina Isabel I coinciden en que era una “muy buena mujer” (Pulgar), llena de “humanidad” (Valera) y bondadosa, según Palencia. Otros autores enfatizan su “gran corazón”, “grandeza de alma” y prudencia. En la misma línea, el rey Fernando la describe en su testamento como una mujer “ejemplar en todos los autos de virtud y del temor de Dios”.
En palabras de Flores, la reina era honesta, templada y moderada en la risa. Además, tenía un gran autodominio en la expresión de sus emociones, pues pocas veces se quejaba o se mostraba adolorida, ni siquiera al sufrir los dolores de parto o malestar por las enfermedades que padecía. Este autocontrol también se extendía a su alimentación, pues no bebía vino, según afirman los autores citados.
Otro aspecto en el que los cronistas y cortesanos de la época tienen una opinión unánime era su imagen de honestidad y pudor, que concordaban con sus ideales de pureza y castidad personales.
En cuanto a sus dotes intelectuales, autores como Pulgar y Sículo afirmaban que era “aguda, discreta, de excelente ingenio”, mientras que Palencia la describía como una mujer “inteligente”.
La religiosidad personal de Isabel la católica
Como toda reina, Isabel I legitimaba su poder en la gracia y providencia de Dios. La relación que tenía con la religión un aspecto fundamental de su personalidad, puesto que era especialmente “católica y devota” y tenía “conversación con personas religiosas y de vida honesta”, siendo sus confesores el fray Hernando de Oropesa o de Talavera el mejor ejemplo.
Según los diversos textos y testimonios, la reina era muy diligente y generosa en las “cosas del culto divino”, escogía con mucha cautela “sacerdotes muy sabios para las ceremonias de la Iglesia” y contaba con el servicio de varios capellanes, cantores y maestros de letra y canto. Además, era generosa en sus limosnas “de secreto”.
La reina también puso su mayor empeño en apoyar la reforma de los monasterios y conventos a través de la introducción de la observancia en estos.
Los esfuerzos de la reina contra la herejía
Isabel se mostró muy comprometida con la pesquisa o inquisición sobre herejía y la pureza de la religión, al promover el establecimiento de la Inquisición. Según los cronistas, esta importante decisión fue tomada sin vacilaciones, ni mala consciencia ante los padecimientos que dicha medida provocaría.
Una reina providencial y restauradora
Desde el instante en que se convirtió en reina de Castilla, Isabel la Católica se dedicó a restaurar el buen funcionamiento del organismo político, reformando todos los desórdenes de los reinados anteriores. Entre sus virtudes como gobernante, los diversos autores destacaban la fortaleza, la justicia, la modestia, la constancia y, especialmente, la prudencia (Sículo, Anglería, Bernáldez, Guicciardini). También enfatizaron su capacidad para atender a sus gobernados: “con amor a los súbditos” (Valera).
La reina también es descrita como una mujer “muy trabajadora por su persona” según Pulgar y “esforzadísima”, para Bernáldez. De hecho, la reina siempre demostró una gran tenacidad en la consecución de sus objetivos políticos, como ocurrió con la conquista de Granada, la cual se inició por su “solicitud”.
Justicia y gobierno
Uno de los rasgos más característico que los cronistas reseñaron de Isabel como reina gobernante fue, sin lugar a dudas, su inclinación a “hacer justicia”, “tanto que le era imputado seguir más la vía del rigor que de la piedad”. De acuerdo con cada situación, la reina Isabel I sabía distinguir entre sus sentimientos personales y lo que consideraba sus deberes políticos. Según autores como Cisneros, la reina ejercía justicia a todos por igual, sin crueldad.
Isabel la católica se convirtió en la gran reina Castilla, no tanto por sus derechos, sino por su astucia, determinación y la fuerza de los que la apoyaban. La monarca tenía por delante el gran reto de gobernar una corte dominada por hombres y crear un estado moderno, pero no sólo fue capaz de ello, también logró expandir el territorio español, unificar la religión e incluso financiar el viaje de Cristóbal Colón a América.
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