Una soltera de ‘First Dates’, sobre el sexo: «Me gusta inmovilizar a la gente, pegar y hacer sufrir»
Unas palabras que descolocaron a su cita
No es ningún secreto que First Dates, poco a poco y con el paso de los años, ha ido ganándose un hueco en los corazones de miles de personas en nuestro país. Cada vez son más los que, cada día, se reúnen frente a la pequeña pantalla para ver qué sucede con las citas de los comensales que se animan a acudir al restaurante más famoso de la televisión en busca de su media naranja. En la entrega del pasado miércoles 30 de octubre pudimos conocer a Katia, una jienense de 31 años que llegaba con un regalo verdaderamente especial para su cita: se trataba de una mejorana. «Es mi planta favorita. Desde que la tomo en infusiones me siento mucho mejor», reconoció. Lejos de que todo quede ahí, no tardó en asegurar que uno de sus mayores objetivos en la vida era vivir en una cabaña en mitad de la sierra de Cazorla.
En cuanto a su persona ideal, su objetivo es que le llame la atención no solo físicamente sino también mentalmente. Eso sí, la andaluza pedía algo muy concreto: «Quiero que comparta mi pasión por el campo y mi estilo de vida, que no le den asco los bichos». Su cita para esa noche era Fernando, un andaluz de 30 años afincado en Madrid al que le apasionaba hacer senderismo por la montaña: «Me gusta hacer cosas de riesgo porque la adrenalina engancha mucho». La primera impresión de ambos fue bastante normal. Ella no tardó en sincerarse ante las cámaras de First Dates: «Es mono, pero no es algo que diga… Me quiero acostar con él», reconoció. Por si fuera poco, Katia se quedó sorprendida al no tardar en encontrar un punto en común: ninguno bebía alcohol. «Como vivo en el pueblo, he vuelto a beber mosto», aseguró la soltera.
Algo que gustó, y mucho, al comensal: «Es el tipo de chica que me gusta». Tras unas primeras palabras, Carlos Sobera les invitó a sentarse en la mesa que tenían reservada para disfrutar de la velada. No tardaron en hablar de otra cuestión que tenían en común, que eran los tatuajes. Fernando explicó que empezó a hacérselos cuando consiguió un trabajo estable, mientras que Katia reconoció que su historia era mucho más simple: «Cogí una aguja y me los empecé a hacer yo».
Y añadió: «Para mi primer tatuaje sí que fui a un estudio. Estuve dos horas, me fijé en la técnica y aprendí», reconoció. Pero no todo quedó ahí, ya que los solteros se dieron cuenta de que tenían en común algo más, y era la pasión tanto por el kickboxing como por el taekwondo. Algo que fascinó a Fernando: «Katia mola un montón».
La soltera desveló que estaba buscando a una persona que tuviese su misma visión de futuro, que era vivir en el monte: «Que no tengamos la necesidad de depender de la ciudad». El soltero se pronunció: «La vida rural a mí también me gusta», a lo que ella preguntó: «¿Pero tú serías capaz de vivir sin agua y luz en mitad del monte?». Fernando fue honesto: «En mi día a día no, pero unas vacaciones sí».
Poco después, la andaluza aseguró que, para ella, el sexo era algo secundario al reconocer que estaba cansada de que «siempre la quieran para tener sexo»: «Quiero sentirme querida, no utilizada». Aun así, reconoció lo siguiente: «Soy dominante. Me gusta inmovilizar a la gente, pegar y hacer sufrir, básicamente». Fernando, por su parte, se definía como un chico muy pasional y «cañero». Poco después, pasaron al reservado y el azar les propuso darse «un beso dulce». Fue entonces cuando Katia paró los pies a Fernando, al asegurar que «no era de contacto físico con desconocidos».
Algo que dejó al comensal completamente descolocado: «¡Qué mal! La cita ha ido muy hasta el final». La andaluza fue más allá: «Yo soy más de preguntar si puedo dar un beso, ninguno pide permiso». En la decisión final de First Dates, Katia se mostró dispuesta a tener una segunda cita con Fernando con una condición, y era si iba al monte. A pesar de todo, él se negó en rotundo a volver a quedar con ella, al darse cuenta de que no era en absoluto la mujer que necesitaba.
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